Supongo que los que hayan leído la anterior entrada estarían esperando que hablara de las aventuras y desventuras (más de lo primero que de lo segundo) de mi madre por tierras niponas. Sin embargo, antes de ponerme con eso, me gustaría comentar un viaje que hice justo antes de que llegara ella.
Esto fue a comienzos de agosto, pero un mes antes fue cuando mi jefe me comentó que si quería podía ir a una especie de miniconferencia en un sitio cercano. Como no suelo decir que no a nada, pues ahí me lancé aunque sabía que el trabajo que llevaba no era gran cosa. Pero bueno, como de trabajo no voy a hablar, pues no pasa nada. Sólo decir que la chapa que… perdón, la presentación que di no me salió demasiado mal en cuanto al inglés, el contenido es otra cosa.
Así que el primer martes de agosto me fui con otros dos compañeros del laboratorio a esta miniconferencia que se celebraba en Zaō, un pueblo en las montañas de Yamagata prefectura aledaña a Miyagi, a unos 70 kilómetros al suroeste de Sendai. Para llegar allí fuimos en un autobús que ponía la organización. Así llegamos al hotel donde compartí habitación con otros tres chicos.
Y la panorámica siguiente es lo que se veía desde la habitación.
Este sitio es conocido por dos cosas, sus onsen (baños termales) de aguas sulfurosas y sus montañas que se pueden disfrutar todo el año, incluyendo el invierno con sus estaciones de esquí.
En uno de los intermedios de la miniconferencia los cuatro que compartíamos habitación nos fuimos a uno de los famosos onsen. Estos sitios son un poco diferentes de lo que nosotros conocemos como baños termales, son más casuales sin tanta parafernalia, son simplemente unos baños públicos donde se va a relajarse e incluso charlar con amigos. De cómo utilizar estos baños ya hablé hace casi cuatro años, así que no me repito. El caso es que, como se entra desnudo (aunque los hay mixtos, lo normal es que las zonas de hombres y mujeres estén separadas), no se pueden utilizar cámaras, pero aquí está una foto de un póster del onsen que nosotros visitamos.
En este caso, este baño recibe el nombre de rotenburo por estar al aire libre. El sitio se encuentra en un valle secundario muy estrecho a la orilla de un río y al parecer cierra por el invierno por culpa de la cantidad de nieve que cae.
Al día siguiente, después de terminar con las charlas, algunos de los asistentes fuimos a dar una vuelta por la montaña para lo que cogimos un teleférico para coger un poco de altura. El día no estaba mal del todo, pero una vez que fuimos subiendo nos fue tragando la niebla.
Cuando llegamos arriba no se veía absolutamente nada, así que mejor no pongo una foto de eso. Después de desmontar del teleférico dimos un paseo de una hora aproximadamente por la montaña, pasando por dos pequeños lagos y luchando con los mosquitos que amenazaban con hacerme pasar una noche rascándome las piernas. El calor era considerable, pero mucho más llevadero que en Sendai.
Como podéis ver (bueno, tal vez intuir) en estas panorámicas los bosques japoneses son muy densos, con una vegetación baja muy abundante. Me pregunto quién sería el primero en abrir los senderos por estas montañas, porque realmente tuvo mucho mérito.
De vuelta al teleférico la niebla había despejado un poco y pudimos ver un poco de las bonitas vistas cuando comenzamos el descenso de vuelta al hotel.
La historia puede terminar aquí porque el resto del día fue volver a Sendai en autobús, así que no tiene mucho interés.
Espero poder ponerme pronto con la siguiente entrada para poder rendirle el merecido homenaje a mi madre.
Besos para ellas y abrazos para ellos.