De
nuevo una entrada para dar fe de vida… a duras penas. Marchar de casa es
siempre duro y, para mí, más todavía cuando tengo que hacerlo después de las
vacaciones de fin de año (no digo Navidades porque aquí no se debería celebrar),
que ya van 4 veces. Yo más que síndrome postvacacional tengo el prevuelta, que
es cuando me doy cuenta de que tengo que ponerme a hacer la maleta.
Pero
basta de quejas. Mejor dicho no, voy a quejarme, pero de las compañías aéreas.
Y es que mi viaje ha terminado hoy lo cual hace de este un viaje muy largo
porque lo empecé hace 9 días. Todo empezó el sábado pasado de madrugada cuando
mis padres me llevaron a Barajas para coger el avión, así que el comienzo fue
en Oviedo a eso de la 1:30 de la madrugada. Por suerte, el viaje en coche fue
bien.
Allí
es donde la cosa se empezó a torcer un poco ya que me dijeron que no podían
darme todas las tarjetas de embarque, sólo del primer vuelo y que la maleta la
tenía que recoger después del penúltimo, en Shanghái.
De
Barajas fui a Milán con Air Europa. Al subir al avión, como lo hice entre los
últimos pasajeros, no encontré sitio para mi maleta de mano. Es algo que me
toca mucho las narices porque yo llevo siempre una maleta más pequeña que las
medidas máximas, así que tendría que tener sitio para ella pero claro, luego
llega alguien con su maleta, bolso de mano, bolsa de la tienda dutyfree, abrigo… y resulta que no le
dicen nada. El caso es que el asistente de vuelo me dijo “No se preocupe, deje
aquí la maleta y le buscamos un sitio” y así lo hice. Craso error, pero volveré
sobre esto después.
El
vuelo entre Madrid y Milán es muy bonito ya que se sube por Barcelona y se van
viendo los Pirineos en paralelo, vamos, si se tiene la suerte de ir en la
ventanilla de babor. Luego se sobrevuela Barcelona, donde nunca estuve, pero se
reconocen sus calles perfectamente. Después se pasa por encima de Niza, se ven
los Alpes para llegar a Milán, donde le pregunté al susodicho asistente dónde
estaba mi maleta. El hombre me contestó que como no cabía, la habían puesto con
el equipaje en bodega, a lo que yo le miré con cara entre medio “no me lo creo
¿qué me estás contando?” y enfadado. Le dije que por qué lo había hecho sin
consultarme y sin preguntarme mi nombre, con lo que mi equipaje iba sin etiquetar,
además, tenía mi ordenador y mi cámara, con lo que era contenido frágil. Y lo
peor de todo, tenía una hora para cambiar de avión y tenía que salir para coger
las tarjetas de embarque de los siguientes vuelos. Por lo menos tuvo la
decencia de poner cara de compungido y disculparse. Entiendo que trabajar cara
al público es duro y los clientes somos unos tocanarices por lo que intento no
ponerme cafre con ellos, pero es que hay una línea y el tío la cruzó, suerte
tuvo que no tenía tiempo para nada más.
Así
que ahí me tenéis, corriendo por el aeropuerto de Milán. Al menos mi maleta
salió de las primeras e iba todo dentro. Pasé los controles de pasaportes y
llegué a coger la tarjeta de embarque de los siguientes vuelos, los cuales eran
con Air China. Pero claro, no podía ir bien, sólo me podían dar una tarjeta, la
siguiente tenía que sacarla en China.
Llegué
al vuelo a tiempo y el avión estaba bastante bien, con suficiente espacio en el
asiento (clase turista, por supuesto) y monitor individual, lo cual se agradece
para viajes largos. Así que las siguientes 12 horas transcurrieron sin más
novedad. Me crucé en el camino con los Reyes, pero no les vi, creo que yo iba
un poco más al norte que ellos. Aquí no me dejaron nada, claro que como son de
oriente, tendrían que venir en barco desde Hawái.
Cuando
llegué a Shanghái, como tenía que coger la maleta, tuve que pasar los controles
de inmigración, con lo que estaba un poco nervioso ya que no tenía visado para
entrar en China. Por suerte, existe un visado de tránsito por 72 horas que se
puede obtener en el momento. Pero el momento
acaba siendo un buen rato porque hay que pasar por dos controles de policía y
en un momento dado un tío cogió mi pasaporte, se lo dio a otro y tuve que
perseguirlo para no perderlo de vista porque, aunque no será lo de hace un
tiempo, a mí me sigue acongojando un
poco quedarme sin pasaporte en un sitio como China. Al final no hubo problema
con la policía.
El
problema lo tuve con la maleta, la cual no apareció, así que tuve que ponerme a
hablar con un chino que apenas hablaba inglés. Al final conseguí que me dijera
que no tenía ni idea de dónde estaba y que me la mandarían a mi hotel de
Shanghái… paciencia… le dije de nuevo que yo seguía viaje a Sendai, así que
después de otro rato, conseguí que se enterara bien de cuál era mi destino
final y me dijo que me llamarían cuando localizaran la maleta y que, en
principio, me la enviarían a Sendai.
Después
de estar un buen rato con lo de la maleta, tuve que esperar una hora en la cola
para sacar la última tarjeta de embarque para llegar a Sendai. Total, que
cuando llegué a la puerta de embarque estaba hecho polvo, me senté, estiré las
piernas, miré para adentro un momento y, cuando me di cuenta, a mi alrededor no
quedaba nadie. Suerte que tuvieron que esperar por otra gente de otro vuelo.
Durante
el vuelo hubo bastantes turbulencias y un par de baches considerables, creo que
los peores que he vivido hasta el momento, de esos que hacen que la gente grite
aunque no que salten las mascarillas de aire. Al llegar a Sendai volví a
preguntar por la maleta con lo que me tuvieron otra hora esperando para ver si
la encontraban y si podían ponerse en contacto con Shanghái.
De
la maleta no supe nada hasta el martes pasado que llegó a Shanghái, pero como
no hay apenas vuelos a Sendai, hasta el domingo no llegó, cuando me volvieron a
llamar. Así que hoy tuve que volver al aeropuerto, abrir la maleta para pasar
la aduana, rezar para mis adentros que no se hubiera abierto uno de los
paquetes de queso y delataran (d)olorosamente mi coartada de “es un regalo, son unas
galletas”, y otra vez a lidiar con papeleos para las reclamaciones.
El
caso es que al parecer, con Air China no se puede reclamar por retraso en la
entrega de equipaje (en este caso, una semana y un día) si se es residente… en
fin, tendré que mirarlo a ver si puedo enviar una reclamación, porque tuve que
pagar dos veces el tren y dos veces el taxi a mi piso por su culpa. Lo que sí
conseguí fueron 3000yenes, algo menos de 30€, por daños en la maleta. Me falta
una de las ruedas, pero lo cierto es que esto me había pasado el año pasado en
uno de los viajes con Lufthansa. Me habían dado un parte de accidentes pero aún
no había arreglado la maleta. Así que me salió bastante bien la jugada. Creo
que la voy a dejar sin arreglar y que me sigan dando pasta por ella.
Como
esta entrada estaba quedando bastante sosa y muy densa, voy a poner un par de
fotos que hice hoy en un festival que se celebra en Japón a comienzos de año,
el Dontosai, donde se pide por tener
un buen año. Yo fui al Osaki Hachiman-gu,
uno de los templos sintoístas más importantes de Sendai. La siguiente es la
subida hacia el templo.
El
festival consiste en que la gente tira cosas para quemar en una gran pira, al
estilo hoguera de San Juan.
Alrededor
de la hoguera van pasando en procesión distintos grupos de gente, vestidos al
estilo Hadaka Mairi, que literalmente
es procesión (mairi) al desnudo (hadaka). Ir no van desnudos del todo,
pero casi y, como podéis ver a continuación, estaba nevando (cosa que hizo
durante todo el día) y hacía bastante frío, por mucho que se estuviera al lado
de la hoguera.
Una
entrada con un poco de todo, pero como últimamente no pongo más que una por
mes, de vez en cuando me las tengo que currar.
¡Feliz
año a todos! あけましておめでとうございます!
Besos
para ellas y abrazos para ellos.