Los
que me conocen ya saben que soy un poco despistado. Cada vez menos porque trato
de ir mejorando pero aún tengo despistes de los gordos, aunque en este caso
tengo una pequeña excusa. La historia será larga así que los que no quieran
leerla que lo dejen aquí aunque al final hay algo interesante para aquellos que
estén residiendo o pretendan vivir en Japón.
Para
entender la historia tengo que empezar en noviembre del año pasado cuando
recibí un correo de la agencia de viajes con la que tenía cogido el billete
para volver en Navidad. Me dijeron que Air China había cancelado el vuelo entre
Sendai y Pekín con lo que me iban a cambiar el billete por otro entre Osaka y
Pekín. Para quien no conozca bien Japón, Osaka está a unos 600 km de
Sendai a vuelo de pájaro. Así que os podéis imaginar que dije que no aceptaba
el cambio. Yo pensaba que la compañía tendría que ofrecerme un cambio por otro
viaje que saliera desde Sendai o bien pagarme el traslado al nuevo aeropuerto
de salida. Tras intercambiar varios correos con los de la agencia (porque no
tienen teléfono de atención) e incluso una llamada a Air China en Madrid,
varios de ellos muy sui generis,
sobre todo la llamada (hablé con un chino que apenas hablaba castellano ni
inglés y muy borde), al final me enteré de que la compañía no estaba obligada a
nada porque me habían avisado con más de un mes de antelación. Por lo menos conseguí
que me dejaran salir de Tokio porque me venía bastante mejor. Ni siquiera me
dejaron salir al día siguiente, como me hubiera gustado, porque no había sitios
con la misma tarifa. Después de lo que me pasó
el año pasado, que el anterior ya habían cancelado el mismo vuelo y que el
trato no es bueno ni en el aeropuerto ni en el avión, la verdad es que si lo
puedo evitar, no volveré a volar con ellos.
Tras
haber pasado por todo esto, una semana antes de la salida de mi vuelo, me
enteré de que me tenía que quedar aquí hasta el día de Navidad, así que tuve
que volver a cambiar el billete, esta vez con cargo a mi cuenta, por supuesto.
Como había tenido que cortar mis vacaciones al principio, decidí extenderlas al
final, así que cambié también el billete de vuelta a principios de enero.
El
problema fue la mañana en la que metimos las maletas en el coche de mis padres
para ir a Barajas, un sábado de madrugada. Cuando me puse a revisar mi
documentación, me di cuenta de que me había caducado la tarjeta de residente
por tan solo cuatro días. Con la actual ley de inmigración japonesa basta tener
en regla la tarjeta de residente para poder volver a entrar en el país. Si la
tarjeta caduca, el visado se cancela (en mi caso, visado de trabajo como Professor). Con la ley anterior había
que pagar un permiso de re-entrada antes de salir del país, es decir, un pase
que permitía volver a entrar en el país sin perder el visado. De esta manera, uno
ya estaba sobre la pista de mirar cuándo caducaba el visado si quería salir y
volver a Japón. Además, otra excusa que puedo poner es que en los últimos años
tuve que cambiar varias veces el tipo de visado con lo que había perdido la
noción de cuándo me caducaba, de verdad que pensaba que era más adelante puesto
que yo llegué aquí un junio, no enero. De todas maneras, la culpa fue
totalmente mía, eso seguro.
Hice
el viaje bastante preocupado así que no fue un placer que digamos. Cuando
llegué a Japón, me hice el loco en el control de aduanas. Por supuesto, se
dieron cuenta de que mi tarjeta había caducado así que me mandaron a la oficina
de inmigración donde un oficial se dirigió a mí de muy malas pulgas. Yo con mi
mejor cara de compungido-nomenterodená
(la cual, aunque cada vez menos, llevo normalmente en este país) le entendí que
tenía que esperar allí sentado. Al poco rato volvió con un traductor
profesional y me echaron una buena diatriba. Un inciso, no entiendo que un
oficial de inmigración en un aeropuerto internacional como el de Narita no hable
por lo menos inglés. El resumen es que perdía mi visado y tenía dos opciones,
intentar reclamar y pedir que me dieran una extensión de la tarjeta, cosa que
no iba a ser muy posible y menos un domingo por la noche siendo festivo al día
siguiente, o cancelar la tarjeta de residente, entrar con visado temporal de 90
días (para entendernos, como turista), conseguir el visado de trabajo de nuevo
y cambiar el estatus una vez dentro. Por suerte, al ser español se puede
conseguir el visado temporal en el momento, así que me decidí por esta segunda
opción. El problema era que yo había leído que no era posible cambiar de visado
temporal al de trabajo una vez dentro a no ser en casos excepcionales, así que
yo pensaba que tendría que volver a España para hacer los trámites en la
embajada japonesa.
Al
final, tras mucho papeleo en la universidad (mi contratante aquí) y en la
oficina de inmigración (nuevo certificado
de elegibilidad, visado de trabajo, cambio de estatus y nueva tarjeta de
residente), conseguí el visado de trabajo con mi nueva tarjeta que tuve además
que registrar en la oficina del distrito donde resido.
Una
pesadilla de papeleo para comenzar el año pero creo que puede resultar
interesante para alguien que se vea en la misma situación. Lo bueno que trajo
todo esto es que no me entró demasiada morriña como suele ser habitual cuando
vuelvo a marchar tras unas vacaciones en España, ya que tuve suficientes
preocupaciones con las que distraerme.
Besos
para ellas y abrazos para ellos.