viernes, 19 de diciembre de 2014

…va de cráter en cráter (IV)

Esta vez llego un poco antes de fin de mes, pero más que nada porque en poco tiempo me voy a España de vacaciones. Ya hay muchas ganas de pasar unos días con la familia y amigos. Pero antes de irme, quería llegar al menos hasta la cima de Japón e incluso bajar de ella.

En la entrada anterior, nos había dejado durmiendo en el refugio de la sexta estación bajo una noche estrellada. Al día siguiente nos levantamos bien temprano para poder ver la salida del Sol. Bueno, en realidad nos levantamos Joan y yo porque Iria y José Alberto se quedaron durmiendo un poco más.

Lo realmente típico es llegar a la cima de la montaña para ver el amanecer, pero a nosotros eso nos daba bastante igual. Además, el día anterior me dijeron en el refugio que en la cima no se había visto nada por culpa de las nubes y que allí había sido bastante guapo. Sea como fuera, aquí van algunas fotos del amanecer hechas de nuevo sin trípode y con mi poca experiencia.




Cuando terminó de salir el sol, nos pusimos camino de la cumbre porque nos quedaba una dura jornada por delante ya que teníamos que llegar arriba y bajar a tiempo para coger un autobús de vuelta.

Durante la subida se van encontrando bastantes refugios que están bastante bien acondicionados. Si se quiere se puede comer incluso un ramen o un curry.


Para abastecer estos refugios, hay un buen ejército de tractores oruga como el de la foto siguiente. Estos siguen rutas diferentes de las de los caminantes, siguiendo unas pistas de tierra bastante suelta. Lo peor que tienen es que hacen bastante ruido.


En la foto anterior ya se puede ver como el número de gente iba en aumento. Esto es porque en esta zona ya casi habíamos enlazado con la ruta Yoshida.



Como digo, ya había más gente tanto subiendo como bajando. Lo bueno y lo malo que tiene el Fuji es que es relativamente sencillo de ascender. No tiene más secreto que subir y subir caminando sin ningún punto peligroso o que necesite cierta habilidad. De manera que la gente se lanza a subir de cualquier manera, con cualquier calzado y ropa. Así que todos los años hay noticias de algún rescate. Se veía de todo, desde el/la típico/a tío/a equipado desde el gorro hasta los calcetines la semana anterior en la tienda de deportes, con las botas sin un solo rallónazo, hasta los extranjeros con cámaras grabándose a sí mismos en plan Calleja contando tonterías para hacer un vídeo con el que torturarán a sus colegas de vuelta a sus países. En esta vida tiene que haber de todo.

De la zona de las fotos anteriores a llegar al cráter ya no nos quedaba nada más que seguir subiendo poco a poco. Ya se veía a alguna gente con pequeños botellines de oxígeno que se vendían en los refugios, principalmente niños y mayores. Yo creo que no llegué a tener mal de altura aunque es cierto que cuando estábamos llegando arriba empecé a notar un pequeño dolor de cabeza pero esto puede que fuera más bien por cansancio y falta de costumbre de caminar.


Este torii ya nos indicaba que estábamos cerca así que había que echar una mirada hacia atrás.


Llama la atención el tema de las ofrendas en los templos japoneses. Uno está acostumbrado a que se tiren monedas en los estanques, pero aquí encuentran maneras más originales de hacerlo.


Aún llama más la atención que las monedas sigan puestas y llegue algún listo a hacer la colecta.

Ya desde arriba, pudimos echar otro vistazo a nuestra espalda.


Porque a nuestro frente lo que había era una congestión de gente desfilando por el templo, tiendas de recuerdos… e incluso máquinas de bebidas a casi 3700 m de altura.


Por el módico precio de 500 yenes se podía comprar una botella de coca-cola de medio litro. La verdad es que tampoco me parecía tan excesivamente cara. Lo que sí me parece es que todo ese circo le quita casi todo el espíritu del montañismo a la ascensión. Pero bueno, se trataba de subir por subir, nada más.

Pero este sitio no era el final de la subida ya que estábamos justo al otro lado del cráter donde está la parte más alta, así que lo empezamos a rodear hacia el este, girando en sentido contrario a las agujas del reloj. Así, pudimos echarle un vistazo al enorme agujero. Por suerte, el volcán está inactivo desde 1950, por entonces aún se veía humo de vez en cuando. El caso es que poco después fue cuando ocurrió la desgracia del volcán Ontake en septiembre. Esperemos que al Fuji no le dé por despertarse porque podría ser bastante impresionante.


Al otro lado en la parte más alta, se puede ver la cumbre, que está ocupada por una estación meteorológica. Como en toda montaña alta que se precie, había nieves perpetuas, cosa que sorprende en parte por el calor que habíamos pasado el día anterior y pasaríamos el mismo día a la vuelta. Como cogimos la ruta larga para llegar a la cima, en esta parte ya no había tanta gente pero sí ruido porque eso que se ve a la izquierda de la foto anterior es un generador eléctrico y el sonido reverberaba por toda esa parte del cráter.

Desde el otro lado del cráter pudimos echar un vistazo a lo que creemos que eran ya lo que se llaman los Alpes Japoneses que están principalmente en la prefectura de Nagano, de grato recuerdo para mí.


Y aquí va una panorámica más del cráter visto desde debajo de la estación meteorológica.


A la derecha ya se ve la salida de la ruta de bajada que nosotros cogimos, la Fujinomiya. Pero antes, la famosa estación.


Y de nuevo, otra vista del cráter.


Cerca de la bajada que comenté antes estaba la oficina de correos a más altura de Japón.


Comimos algo para coger fuerzas y nos dispusimos a bajar. Aquí está el grupo de nuevo.



Este es otro torii, con sus monedas, que en este caso ya se nota que llevaban tiempo puestas.


La ruta de bajada no tuvo mucha historia. Lo cierto es que hicimos una muy mala elección. La ruta Fujinomiya de subida y de bajada es la misma al contrario que las otras rutas que se desdoblan en buena parte del recorrido. Esta ruta es además bastante estrecha y empinada. Es la más corta así que alguna gente la elige por esa razón, pero creo que tiene que ser la más dura. Debido a la estrechez del camino y a la cantidad de gente muchas veces había que pararse, bien para dejar pasar a los que subían, para dejar pasar a los que bajaban más rápido o por encontrarse con alguien más lento. Así que se hizo muy dura y larga, más de lo esperado.

Lo más curioso que vimos en la bajada fue a este trabajador que estaba poniendo con su compañero unos tramos de cuerda que delimitaban el camino.



Las cuerdas ayudaban también de vez en cuando en ciertos tramos resbaladizos por la piedra suelta que abundaba también. Yo acabé con las piernas bien sucias del polvo además de con un brazo rojo como un tomate por el sol (me eché crema pero la camiseta se me torció durante buena parte del recorrido sin darme cuenta hasta llegar abajo), aún tengo la marca a estas alturas de año, con el invierno y la nieve cayendo fuera.

Ya desde abajo, mientras esperábamos el autobús de vuelta a Mishima, donde teníamos el hotel para aquella noche, pudimos sentarnos en la quinta estación de Fujinomiya y echar un vistazo hacia arriba.


La historia continuará, pero ya será en otra entrada. Al menos cumpliré mi promesa de bajarnos de la montaña antes de navidad.

En pocas horas voy a coger el avión para ir a España a pasar unas vacaciones que creo que ya son bien merecidas tras prácticamente un año entero. Así que ¡felices fiestas y feliz año!


Besos y abrazos para todos.