Ya va siendo hora de mandar a mis padres de vuelta a
España. Hace un año que llegaron a Japón así que la visita ya se alargó más de
lo que pensaba. Así que, para hacer esto un poco más corto, vamos con una
entrada con poca letra y más fotos.
El día siguiente a lo que conté en la
anterior entrada fuimos a dar una vuelta por los alrededores de Sendai. El primer
sitio que visitamos fue Akiu, del que
ya hablé en varias
entradas, y luego fuimos a ver el Jogi
Nyorai, templo del que ya hablé también.
Estos dos lugares no son de lo más conocido, ni siquiera si se tiene en cuenta
la zona norte, pero a mí me gustan bastante. Después fuimos a visitar Shiroishi, una pequeña ciudad al sur de
Sendai. Allí se puede visitar un pequeño castillo cuyo patio de armas merece la
pena, sobre todo en primavera.
Tras un pequeño paseo, se puede llegar a una casa de
un samurái cuyo interior es bastante sencillo y el jardín no es gran cosa pero
el lugar tiene encanto.
Después de ese fin de semana, mis padres volvieron a
tener unos días libres hasta el siguiente viernes que fuimos a Tokio. De la
capital ya hablé muchas veces así que no hay mucho más que contar. Sí me
gustaría poner unas cuantas fotos. La primera es de la estación de Tokio que
estuvo mucho tiempo bajo unos andamios para restaurarla.
También dimos una vuelta alrededor del palacio
imperial donde se encuentra el parlamento.
Otro de los sitios que me gusta visitar en Tokio es Kappabashi, una zona en la que se venden
material de cocina, ya sea a nivel profesional o no. A la entrada de la calle se
encuentran estos dos particulares edificios.
Otro de los sitios que visitamos fue el Kabuki-za, el cual mi
madre no pudo ver porque lo estaban reconstruyendo completamente. Podría ponerme
con un largo párrafo en el que desvariaría sobre cómo pasa el tiempo y cómo se
da cuenta uno cuando ve cambiar una ciudad, pero mejor pongo una foto y dejo lo
aburrido para otro momento.
Otro de los sitios curiosos de Tokio es el Ameya Yokocho, esto son un par de calles
que salen de la estación de Ueno, y
donde hay un sinfín de pequeños comercios y aún más pequeños restaurantes. Los fines
de semana suele estar lleno de vida e incluso ponen improvisadas mesas en el
exterior. A veces no me da la impresión de estar en Japón.
Como se puede ver en las fotos anteriores, muchos de
los locales están debajo de las vías del tren así que al bullicio de la gente,
los comercios y los pachinko, hay que sumar el de los trenes.
Mi madre ya había estado en Tokio así que decidimos ir
a ver Kamakura, donde yo había estado
el
año anterior con Joan y compañía. Como ya dije en su momento, en esta
ciudad hay una calle que me llamó mucho la atención. Desde lo alto de uno de
los templos se puede ver.
Si se compara esta foto con la que saqué el año
anterior, se puede ver la gran diferencia. Los cerezos habían desaparecido. De nuevo,
el problema de las reconstrucciones. Por suerte para mí, en este caso yo tuve
la oportunidad de ver la calle antes. La mala suerte es que estoy seguro de que
en la época en la que fui con mis padres, hubieran estado mucho más guapos.
De vuelta en Tokio, nos dimos una vuelta por el parque
Ueno por si teníamos suerte y veíamos más cerezos en flor, pero ya era un poco
tarde. De todas maneras, los árboles tienen su encanto en todo momento.
Aunque en el caso del siguiente árbol, el encanto está
un poco más forzado.
El nombre del árbol, según el cartel, es el Pino de Luna, el cual me imagino que le
viene de la forma, pero no conozco su historia.
Cuando terminamos el paseo por Ueno, dejé a mis padres
en la estación de Ueno de la línea Keisei.
Ésta es una línea privada que lleva al aeropuerto de Narita y es una opción más
barata que el Narita Express de JR, si no se tiene el JR Pass.
Mejor no me pongo con el tema de despedidas porque
también llevaría mucho espacio y quedé al principio en que no habría mucha
letra en esta entrada.
Besos para ellas y abrazos para ellos.
De todo, y más, para mis padres.