Lo que tiene vivir en un país como Japón, además del cambio cultural, es estar expuesto al libre albedrío de la Tierra. Todos tenemos en la mente el gran terremoto del año pasado, el posterior tsunami y las consecuencias funestas del mismo. Este año, la tierra está un poco más calmada que el anterior. Me acuerdo que el año pasado había un terremoto casi todos los días, aunque fuera pequeño y, de vez en cuando, uno un poco más fuerte. Este cambio también se nota en la cantidad de extranjeros que se ven por la calle y por la universidad. El año pasado apenas se veían pero este año hay bastantes.
A lo que iba es a que este país es una isla creada por la colisión de las placas tectónicas del pacífico y la continental euroasiática (bueno, esto es un poco más complejo pero, a grandes rasgos, es algo así). Esto da lugar a los famosos onsen de los que ya he hablado en otras ocasiones, y también a volcanes más o menos activos. Uno de estos volcanes está bastante cerca de Sendai, en el límite entre la prefectura donde vivo, Miyagi, y su vecina del oeste, Yamagata. Su nombre es Zao y creo que la última actividad fue hacia los años 40. El año pasado estuve cerca del mismo pero llevaba tiempo queriendo ir, así que aproveché el lunes pasado que fue fiesta aquí.
Esto me da pie a una pequeña historia lateral, el lunes fue la fiesta nacional de los deportes, el cual se celebra en conmemoración de los juegos olímpicos de Tokio de 1964, que según parece, empezaron bastante tarde para evitar la época de lluvias.
Vaya, me voy por las ramas. El lunes fui a Zao Okama. Okama significa cráter, aunque también significa transexual u homosexual. Las razones de esta coincidencia se me escapan aunque podría dar alguna sugerencia, pero sé que quien lee esto no necesita de mi imaginación para sacar ideas.
El viaje desde Sendai se puede hacer de varias maneras, pero quizá la más sencilla, si no se dispone de coche, es coger un autobús que llega a Togatta Onsen y de allí otro autobús que sube a Okama. El viaje es mejor hacerlo en esta época porque más tarde la carretera se cierra por la nieve y antes es la época de lluvias.
El autobús llega a un aparcamiento que se suele llenar en días como el lunes porque hizo muy buen tiempo. Si se tiene suerte, al llegar arriba se puede ver un paisaje como este.
Dije lo de suerte porque la secretaria del laboratorio, que es de aquí, dijo que no había visto nunca el lago como salía en esta foto. Hablando de fotos, como viene siendo habitual en mí, no puede faltar una panorámica.
Durante el viaje en autobús se iba viendo el bosque que, al estar ya bastante alto, ya tenía los colores del otoño. Me temo que no pude sacar ninguna foto, así que no os puedo enseñar los árboles de todos los colores del otoño.
El único problema que le veo es que está bastante masificado, como casi todo en Japón, y cuando se llega arriba lo que hay es un edificio con zona de descanso, tienda de recuerdos y restaurante, donde se puede comer un Okama katsu-don (un bol de arroz con carne empanada encima, típico de Japón, pero con el nombre del sitio). Pero si uno se abstrae de esto, el sitio merece una visita y ya la había pospuesto demasiado.
Esta entrada se quedará aquí, lo sé, no es gran cosa, pero últimamente no me prodigo mucho por aquí y creo que será mejor ir poniendo entradas cortas que no poner ninguna.
Besos para ellas y abrazos para ellos.