lunes, 15 de octubre de 2012

…sube a un cráter

Lo que tiene vivir en un país como Japón, además del cambio cultural, es estar expuesto al libre albedrío de la Tierra. Todos tenemos en la mente el gran terremoto del año pasado, el posterior tsunami y las consecuencias funestas del mismo. Este año, la tierra está un poco más calmada que el anterior. Me acuerdo que el año pasado había un terremoto casi todos los días, aunque fuera pequeño y, de vez en cuando, uno un poco más fuerte. Este cambio también se nota en la cantidad de extranjeros que se ven por la calle y por la universidad. El año pasado apenas se veían pero este año hay bastantes. 

A lo que iba es a que este país es una isla creada por la colisión de las placas tectónicas del pacífico y la continental euroasiática (bueno, esto es un poco más complejo pero, a grandes rasgos, es algo así). Esto da lugar a los famosos onsen de los que ya he hablado en otras ocasiones, y también a volcanes más o menos activos. Uno de estos volcanes está bastante cerca de Sendai, en el límite entre la prefectura donde vivo, Miyagi, y su vecina del oeste, Yamagata. Su nombre es Zao y creo que la última actividad fue hacia los años 40. El año pasado estuve cerca del mismo pero llevaba tiempo queriendo ir, así que aproveché el lunes pasado que fue fiesta aquí. 

Esto me da pie a una pequeña historia lateral, el lunes fue la fiesta nacional de los deportes, el cual se celebra en conmemoración de los juegos olímpicos de Tokio de 1964, que según parece, empezaron bastante tarde para evitar la época de lluvias. 

Vaya, me voy por las ramas. El lunes fui a Zao Okama. Okama significa cráter, aunque también significa transexual u homosexual. Las razones de esta coincidencia se me escapan aunque podría dar alguna sugerencia, pero sé que quien lee esto no necesita de mi imaginación para sacar ideas. 

El viaje desde Sendai se puede hacer de varias maneras, pero quizá la más sencilla, si no se dispone de coche, es coger un autobús que llega a Togatta Onsen y de allí otro autobús que sube a Okama. El viaje es mejor hacerlo en esta época porque más tarde la carretera se cierra por la nieve y antes es la época de lluvias. 

El autobús llega a un aparcamiento que se suele llenar en días como el lunes porque hizo muy buen tiempo. Si se tiene suerte, al llegar arriba se puede ver un paisaje como este.


Dije lo de suerte porque la secretaria del laboratorio, que es de aquí, dijo que no había visto nunca el lago como salía en esta foto. Hablando de fotos, como viene siendo habitual en mí, no puede faltar una panorámica.


Durante el viaje en autobús se iba viendo el bosque que, al estar ya bastante alto, ya tenía los colores del otoño. Me temo que no pude sacar ninguna foto, así que no os puedo enseñar los árboles de todos los colores del otoño. 

El único problema que le veo es que está bastante masificado, como casi todo en Japón, y cuando se llega arriba lo que hay es un edificio con zona de descanso, tienda de recuerdos y restaurante, donde se puede comer un Okama katsu-don (un bol de arroz con carne empanada encima, típico de Japón, pero con el nombre del sitio). Pero si uno se abstrae de esto, el sitio merece una visita y ya la había pospuesto demasiado. 

Esta entrada se quedará aquí, lo sé, no es gran cosa, pero últimamente no me prodigo mucho por aquí y creo que será mejor ir poniendo entradas cortas que no poner ninguna. 

Besos para ellas y abrazos para ellos.

lunes, 1 de octubre de 2012

...se suena los mocos

Una de las cosas que más se suelen preguntar a la gente que está viviendo fuera de su lugar de origen, ya sea en el mismo país o en otro, es “¿qué es lo que más echas de menos?”. Esta pregunta se suele responder fácilmente con lo típico, la familia, los amigos, el jamón… sin embargo, y aquí voy a soltar otro topicazo, son las pequeñas cosas las que realmente se echan de menos y que hacen la vida mucho más fácil. Esos momentos en los que uno se para a pensar y dice “pues en casa lo hacía de otra manera” o, una de mis preferidas, “a mi madre le salía mejor”. ¿Quién no se ha puesto delante del reto de preparar un cocido y no ha llamado a su madre (en mi caso los cocidos son la especialidad de mi padre, con sus conocidas lentejas como plato estrella) para preguntarle si los garbanzos se ponían a remojo o si el arroz se medía por platos?

Hace algún tiempo, no recuerdo ahora en qué entrada, comenté algo parecido. Hacía una reflexión sobre cómo uno tiene que ir buscándose los sitios donde ir, sitios a los que uno está acostumbrado y donde le conocen. Vamos al mismo dentista que nuestros padres, el peluquero sabe lo que nos gusta, sabemos cual es la mejor frutería del barrio y cambiamos las ruedas del coche en el mismo taller donde una vez nos hicieron descuento esperando que vuelvan a hacerlo algún día. Tal vez estas cosas van cambiando con el tiempo, pero siempre es una a una, poco a poco, no todas a la vez y siempre tienes a alguien que te recomienda un nuevo sitio. Sin embargo, cuando te vas fuera a un sitio que no conoces y nadie te conoce, todo es nuevo, tienes que ir buscando todo desde cero. Recuerdo que en Inglaterra iba a una peluquería iraní recomendada por mi compañero de casa. No era cara, pero alguna vez parecía que me estaban esquilando como a una oveja.

Volviendo al párrafo inicial, como dije, las cosas que más se echan de menos son esos pequeños objetos cotidianos a los que no le damos importancia pero cuando nos faltan, nos damos cuenta del valor que tenían. Los que me conocen saben que necesito llevar siempre conmigo pañuelos de papel para sonarme. No es que me resfríe con mayor frecuencia de lo normal y tampoco tengo alergias conocidas, pero tengo que sonarme a menudo los mocos. El caso es que aquí los pañuelos son un poco endebles, así que a mí me sirven nada más que para una vez, una sonada. Y eso que intenté comprar hasta de los caros que se supone que llevan varias capas.

Lo sé, lo sé, no es de las mejores entradas que haya escrito, pero quería poner algo antes de que terminara el mes. Para hacerla un poco más atractiva, aquí os pongo una foto de los paquetes de pañuelos que suelen dar por la calle con publicidad. Algunos de ellos son de contactos, a mí me gusta el de los hombres de negro, haciendo publicidad de una compañía de teléfonos.


Septiembre ha pasado bastante rápido, con algún cambio en el laboratorio, gente nueva otra gente que se ha ido y también alguna visita de profesores de universidad españoles. Ha hecho mucho calor y ha comenzado a llover, cosa que era necesaria ya que ha sido un año bastante seco según parece. Hoy, por ejemplo, un tifón va a alcanzar al norte. Por suerte, en Japón los tifones entran por el sur y aquí llegan debilitados. Espero que este no me coja por la calle.

Besos para ellas y abrazos para ellos