En la anterior entrada hablé de congreso del grupo japonés del carbono. El caso
es que mi jefe es el presidente del grupo, así que suele tener bastantes
compromisos que atender en esos días. Además, fue el impulsor de una sesión
internacional a la que invitan todos los años a algún investigador extranjero. El
año pasado mi jefe decidió invitar a una investigadora de la Universidad de
Alicante. La relación de mi jefe con las universidades de Alicante y Málaga
viene desde bastante atrás, así que yo he tenido la oportunidad de conocer a
bastante gente de por allí, lo que me viene muy bien cuando voy por Alicante a
ver a mi hermano.
El caso es que mi jefe me pidió que le hiciera un poco de compañía a la
chica que invitó, por aquello del idioma y demás. En realidad, yo no podía hacer
mucho ya que ella tampoco estuvo mucho por Japón, pero el último día del congreso
a mi jefe se le ocurrió que la llevara a ver el castillo de Himeji… mi tercera
vez, la segunda el mismo año. Pero es el jefe, no se le puede decir que no. Lo malo
es que se le ocurrió mientras comíamos así ya era muy tarde, por lo que tuvimos
que ir corriendo a coger el tren, y luego coger un taxi desde la estación de
Himeji al castillo, que no está lejos, pero íbamos tan justos que llegamos apenas
unos minutos antes de que cerraran las taquillas. La peor parte es que tuvimos
que ver el castillo aprisa y corriendo, e incluso una zona estaba ya cerrada,
la mejor parte es que apenas había gente por lo que no había que aguantar las
aglomeraciones de las horas punta. Del castillo ya hablé cuando
vinieron mis padres el año pasado, así que aquí sólo voy a dejar una foto
que hice cuando ya salíamos y empezaban a iluminar el castillo. Está hecha con
el móvil, así que no es gran cosa.
Al día siguiente fuimos con el segundo de a bordo del laboratorio a visitar
el Horyu-ji, el templo de la Ley Floreciente (del budismo). Este
templo no es muy conocido por los turistas extranjeros, pero sí es bastante
importante en Japón. De hecho, es el primer sitio Patrimonio de la Humanidad de
Japón. Al parecer, aquí se encuentran las estructuras hechas en madera más
antiguas del Mundo. El primer templo se terminó en el año 607, pero en el año
670 un rayo provocó un incendio que destruyó el complejo y se reconstruyó entre
el 670 y el 700, además de distintas grandes reparaciones a lo largo de la
historia. La historia del incendio se pone ahora en duda, aunque me imagino que
será muy complicado probar algo en uno u otro sentido ya que no quedarán
pruebas humeantes. La visita fue bastante rápida porque mis compañeros de viaje
tenían que volver a Osaka y yo a Sendai. Aquí van unas pocas de fotos del
complejo.
Todavía se podían ver un poco los colores del otoño a pesar de ser
diciembre. Al salir del complejo, en el camino de vuelta vimos un anuncio de un
sitio donde servían té tradicional japonés, el matcha. Esta es una de las cosas que dicen que uno tiene que probar
en Japón, sin embargo a mí no me gusta mucho. El té en sí es muy amargo y
además, como se hace en una especie de emulsión, cuando se bebe quedan parte de
los polvos que no se disuelven y es una sensación que no me gusta mucho. Sin embargo,
en esta ocasión, la señora era muy amable y llevaba toda la vida haciendo la
ceremonia del té, tradición que le llegó de su madre y de su abuela, así que
aprendimos unas cuantas cosas, incluido el chico japonés. La señora ofrecía,
por un módico precio que no recuerdo, la posibilidad de enseñar a hacer la
ceremonia. La chica española se lanzó a aprender. El té nos lo sirvió en esta
pequeña estancia tradicional anexa a la casa.
Con el interior de tatami.
Una de las cosas curiosas es que al entrar en la habitación, quien sirve el
té tiene que dar pasos cortos y nunca puede poner un pie encima de las separaciones
entre los tatami. Me pregunto que si
quien inventó las reglas de la ceremonia era obsesivo-compulsivo a lo Jack
Nicholson en “Mejor…imposible”.
Siento decir que no tengo muchas fotos de la ceremonia, pero seguro que se
pueden encontrar vídeos por internet fácilmente. A la hora del preparar el té,
hay que batir los polvos de matcha
con el batidor de bambú que se ve en la imagen de arriba. Una vez bien mezclado,
se ha de ofrecer la taza dándole unas vueltas pero, lo siento, no recuerdo la
razón. De esta ocasión no tengo foto del té, pero aquí os pongo una imagen de
cuando lo bebí hace algún tiempo.
Como se puede ver, el té queda con una espuma bastante densa. Siempre va
acompañado de un dulce. En la anterior foto el dulce ya estaba empezado, cosas
de la impaciencia. Aquí va el dulce completo.
Hasta aquel día yo siempre bebía primero el té y luego comía el dulce. Ya se
sabe, es mejor pasar el trago más amargo al principio y rápido. Sin embargo,
según nuestra instructora, primero hay que comer el dulce y luego beber el té. De
esta manera, el té sabe bastante mejor ya que el dulce es bastante dulce, valga
la redundancia, así que mata el sabor amargo del té. De todas maneras, yo sigo
diciendo que podían añadir un poco de azúcar mientras baten el polvo, pero esto
ya me dijeron que es un sacrilegio y me podrían deportar por ello. Quizás exagero
un poco, pero sí es cierto que cuando lo digo, aunque sea en plan de broma,
siempre me miran con un gesto torcido en la cara.
Al terminar de beber el té, se ha de elevar el tazón a la altura de los ojos
y observar el diseño, tanto el dibujo como la forma del mismo, mientras se
alaban ambos. Esto me recuerda a la
ocasión en la que estuve en el Museo Nacional de Tokio, donde había un
tazón para el té al que todo el mundo admiraba y yo no sabía por qué. Visto ahora,
casi soy capaz de apreciar lo que ellos ven. Existe una técnica, de la que no
recuerdo su nombre, para arreglar viejos tazones rotos, y que pueden aumentar
su valor. Eso es algo que me gusta de la forma de pensar tradicional japonesa,
mejor arreglar algo que está roto para darle otro valor. Creo que esto se puede
aplicar al cuidado de los árboles, que se les venda, se les recogen las ramas o
se les ponen apoyos para que puedan seguir viviendo. Aquí la antigüedad tiene
un valor añadido, referido a las cosas y a las personas. Sin embargo, esta mentalidad,
por supuesto, está cambiando, he visto tirar muchas cosas en el laboratorio que
se podrían utilizar fácilmente con un pequeño arreglo, pero esto ya no es el Japón
tradicional.
Después de alabar el tazón, la camarera
se retira por donde llegó, y nosotros nos fuimos a la estación donde nos
despedimos.
Besos para ellas y abrazos para ellos.
Albertico guapo, está muy bien que nos ilustres para apreciar un té como es debido. Tiene mucha lógica tomar el dulce primero, así compensa el amargor del té y se aprecia mejor su sabor ya que por poco azúcar que se eche, la "química" cambia y no sabe igual. El café sin azúcar aprendí a apreciarlo tras un atracón de pasteles; se ve que mi paladar no soportaba más dulce y el café amargo me supo divino... y así hasta ahora.
ResponderEliminarBesicos faticos de Jorge y Sara