Aunque alguno no se lo crea, estoy en Inglaterra por trabajo. Bueno, en realidad es por rellenar espacio entre las visitas a palacios, castillos y museos. No me voy a poner a explicar en qué consiste mi trabajo, porque no creo que sea de demasiado interés, pero esto me da pie para empezar con la entrada de hoy.
La semana pasada tuve que asistir a una reunión de uno de los proyectos en los que está involucrada la empresa para la que trabajo. Se trata de un proyecto bastante grande, con varias universidades y empresas de toda Europa, y lo que es aún más importante, mi sueldo sale de la financiación de ese proyecto.
De esta manera, el jueves pasado fui con mi jefe y otro de los empleados a Brighton, una ciudad situada en la costa sur de Inglaterra, donde se celebraba la reunión, la cual se extendió hasta la tarde del viernes.
No me dio tiempo a hacer turismo, pero sí que puedo contar algunas anécdotas medianamente interesantes. Mi intención era de quedarme allí hasta el sábado y volver en tren a Guildford, pero el mal tiempo que hizo el jueves por la noche me hizo cambiar de opinión.
El jueves por la noche fuimos a cenar a un restaurante francés. Durante la cena, me senté al lado de un profesor de una universidad sueca. Durante la conversación, el hombre me preguntó si tenía que conducir para ir a trabajar, a lo que le contesté que sí y que además me había traído el coche de España (homenaje al pequeño Todoroku). Entonces él me dijo que sabía lo que era conducir por la izquierda, ya que, al parecer, en Suecia se conducía por la izquierda hasta los años setenta u ochenta. Pero lo curioso es que el volante lo llevaban igualmente a la izquierda. Seguro que alguien podrá corregirme, pero creo que en algún sitio leí que, en los inicios del automóvil, en todo el mundo se conducía con el volante a la derecha y que luego fuimos el resto de los europeos los que cambiaron, no tengo claro por qué, y los ingleses se quedaron con la posición original. No sé si esto es cierto, pero les pega a los ingleses, con su afán por mantener cualquier tipo de tradición a toda costa.
El viernes por la mañana, tras terminar mi desayuno rápidamente, salí un momento fuera del hotel aprovechando que estaba al lado del paseo marítimo, uno de los principales atractivos de la ciudad. Según parece, Brighton era un pequeño pueblo de pescadores hasta que un médico del siglo XVIII empezó a recomendar los baños de mar. Por aquel entonces, los vuelos baratos a Alicante y Canarias todavía no funcionaban, así que la gente lo que hacía era bajarse lo más al sur que podían en la isla. De esta manera, Brighton creció y ahora es una ciudad con dos universidades, lo cual le imprime un cierto carácter multicultural.
En mi breve paseo, de menos de diez minutos, me dio tiempo a hacer estas fotos.
Se trata de dos embarcaderos ganados al mar. La primera imagen es del West Pier, el cual se construyó en 1866, pero en 1970 resultó dañado por una tempestad y, según el compañero con el que fui a Brighton, por un incendio. Desde entonces está abandonado, dando un pequeño toque de decadencia de esta ciudad como centro de vacaciones estivales.
La segunda fotografía es del Palace Pier, construido en 1899. Es una especie de símbolo de la ciudad, el cual no deja de ser un centro de ocio, con restaurantes, bares, salas de juego y un pequeño parque de atracciones.
Después de esta pequeña excursión, volví al hotel y, con mi jefe y mi compañero, fuimos a la segunda parte de la reunión. No voy a contar nada sobre la misma, ya que podría ser muy aburrido. Tan solo decir que tuve que dar una charla sobre el trabajo que estoy haciendo. Mi primera presentación en inglés y tenía más público que para la presentación de la defensa de tesis. La verdad es que me salió mejor de lo que me esperaba, lo cual no quiere decir mucho. Tal vez tuviera razón uno de los profesores que tuve en mi tribunal de tesis, quien me dijo que, por mi forma de hablar en público, podría ser presentador de informativos en televisión. En aquel momento no supe cómo tomarme aquel comentario, pero ahora me doy cuenta de que es casi tan importante saber presentar los resultados obtenidos de una manera adecuada como los resultados en sí mismos. Esto me ha servido en esta ocasión ya que mi presentación no tenía mucha sustancia; pero aplicando esta teoría al día de mi tesis, aquel profesor me estaba diciendo que mis resultados no eran gran cosa. Habrá que sacar el lado positivo del asunto… cuando lo encuentre, os lo comento.
El fin de semana se presentó bastante regular en cuanto al tiempo, con lo cual me quedé en la casa, durmiendo y preparando comida para la semana.
Besos para ellas y abrazos para ellos.
La semana pasada tuve que asistir a una reunión de uno de los proyectos en los que está involucrada la empresa para la que trabajo. Se trata de un proyecto bastante grande, con varias universidades y empresas de toda Europa, y lo que es aún más importante, mi sueldo sale de la financiación de ese proyecto.
De esta manera, el jueves pasado fui con mi jefe y otro de los empleados a Brighton, una ciudad situada en la costa sur de Inglaterra, donde se celebraba la reunión, la cual se extendió hasta la tarde del viernes.
No me dio tiempo a hacer turismo, pero sí que puedo contar algunas anécdotas medianamente interesantes. Mi intención era de quedarme allí hasta el sábado y volver en tren a Guildford, pero el mal tiempo que hizo el jueves por la noche me hizo cambiar de opinión.
El jueves por la noche fuimos a cenar a un restaurante francés. Durante la cena, me senté al lado de un profesor de una universidad sueca. Durante la conversación, el hombre me preguntó si tenía que conducir para ir a trabajar, a lo que le contesté que sí y que además me había traído el coche de España (homenaje al pequeño Todoroku). Entonces él me dijo que sabía lo que era conducir por la izquierda, ya que, al parecer, en Suecia se conducía por la izquierda hasta los años setenta u ochenta. Pero lo curioso es que el volante lo llevaban igualmente a la izquierda. Seguro que alguien podrá corregirme, pero creo que en algún sitio leí que, en los inicios del automóvil, en todo el mundo se conducía con el volante a la derecha y que luego fuimos el resto de los europeos los que cambiaron, no tengo claro por qué, y los ingleses se quedaron con la posición original. No sé si esto es cierto, pero les pega a los ingleses, con su afán por mantener cualquier tipo de tradición a toda costa.
El viernes por la mañana, tras terminar mi desayuno rápidamente, salí un momento fuera del hotel aprovechando que estaba al lado del paseo marítimo, uno de los principales atractivos de la ciudad. Según parece, Brighton era un pequeño pueblo de pescadores hasta que un médico del siglo XVIII empezó a recomendar los baños de mar. Por aquel entonces, los vuelos baratos a Alicante y Canarias todavía no funcionaban, así que la gente lo que hacía era bajarse lo más al sur que podían en la isla. De esta manera, Brighton creció y ahora es una ciudad con dos universidades, lo cual le imprime un cierto carácter multicultural.
En mi breve paseo, de menos de diez minutos, me dio tiempo a hacer estas fotos.
Se trata de dos embarcaderos ganados al mar. La primera imagen es del West Pier, el cual se construyó en 1866, pero en 1970 resultó dañado por una tempestad y, según el compañero con el que fui a Brighton, por un incendio. Desde entonces está abandonado, dando un pequeño toque de decadencia de esta ciudad como centro de vacaciones estivales.
La segunda fotografía es del Palace Pier, construido en 1899. Es una especie de símbolo de la ciudad, el cual no deja de ser un centro de ocio, con restaurantes, bares, salas de juego y un pequeño parque de atracciones.
Después de esta pequeña excursión, volví al hotel y, con mi jefe y mi compañero, fuimos a la segunda parte de la reunión. No voy a contar nada sobre la misma, ya que podría ser muy aburrido. Tan solo decir que tuve que dar una charla sobre el trabajo que estoy haciendo. Mi primera presentación en inglés y tenía más público que para la presentación de la defensa de tesis. La verdad es que me salió mejor de lo que me esperaba, lo cual no quiere decir mucho. Tal vez tuviera razón uno de los profesores que tuve en mi tribunal de tesis, quien me dijo que, por mi forma de hablar en público, podría ser presentador de informativos en televisión. En aquel momento no supe cómo tomarme aquel comentario, pero ahora me doy cuenta de que es casi tan importante saber presentar los resultados obtenidos de una manera adecuada como los resultados en sí mismos. Esto me ha servido en esta ocasión ya que mi presentación no tenía mucha sustancia; pero aplicando esta teoría al día de mi tesis, aquel profesor me estaba diciendo que mis resultados no eran gran cosa. Habrá que sacar el lado positivo del asunto… cuando lo encuentre, os lo comento.
El fin de semana se presentó bastante regular en cuanto al tiempo, con lo cual me quedé en la casa, durmiendo y preparando comida para la semana.
Besos para ellas y abrazos para ellos.
Prats, Berto Prats!!!!! jejeje
ResponderEliminarLo que te quiso decir el profesor es que de algo aburrido haces que sea ameno y que te presten atención.
Aunque también puede ser que lleves corbatas como las de Carrascal...
Besos!!
¿Y además trabajas?.... (es lo que me dicen a mi).
ResponderEliminarUna idea de lo que haces en las presentaciones puede ser tu blog. De un día que tu calificarías de aburrido has sacado una entrada muy entretenida.
Los telediarios también pueden ser interesantes, jeje.
¡¡Un abrazo!!
¿podrás venir a verme?
Al final, nos enterarmos de que eres periodista!!! Contigo no se aburre nadie!! Y, ahora encima haces turismo entre semana. Luego no nos digas de que tienes estres.
ResponderEliminarBesos y abrazos para él.
Albertico guapo, estoy con Raquel. Tú tan optimista como siempre, o eso, o que esperas que tu fans te regalemos los oído. No hagas caso, sabes que te queremos, aunque nos apabulles con tu estilo y sapiencia. Ya me gustaría poder comentar cosas de tu trabajo, pero yo de la Física, lo más que sé es la temperatura que debe alcanzar el fluido que llaman aceite de oliva, antes de echar el huevo. Y muchas veces, ni eso.
ResponderEliminarBesicos faticos.
Jorge y Sara