Ya sé que en la anterior entrada dije que iba a intentar ir escribiendo sobre el viaje por Escocia y la vuelta a España, pero estas semanas están siendo bastante duras de trabajo, así que tengo que ir rellenando con otras cosas si no quiero que dejéis de leer por aburrimiento, ya que hace dos semanas de la última vez que colgué algo aquí.
Aprovechando que en los comentarios me decís que puedo hablar de cosas cotidianas (aunque no los responda, los leo todos), pues voy a hacerlo. El caso es que ayer por la mañana estaba en la cama bien dormido cuando alguien llamó a la puerta. Yo estaba con mi pijama (digamos que no me gusta ir muy vestido dentro de la cama) y no me dio por ponerme nada encima, así que así abrí la puerta, con los pelos que uno suele tener por la mañana. Me encontré con un hombre muy bien vestido quien puso la misma cara de sorpresa que ponen todos los que llaman a la puerta y se encuentran con un occidental, claro que las otras veces que alguien picaba a la puerta yo estaba mejor vestido. Tras recomponerse, me dio su mejor sonrisa y me empezó a hablar en japonés, a lo que yo le paré y le dije lo mismo que les digo a todos, pero con la boca pastosa, Sumimasen, watashi wa nihongo ga amari wakarimasen y moo osoi onegai shimasu (Perdón, apenas entiendo y más despacio, por favor). El caso es que el tío me preguntó de dónde era y cuando se lo dije, me dijo Hola y luego empezó a buscar algo en un libro pequeño, cuando encontró lo que quería me pasó el libro. Yo estaba hecho polvo porque apenas había dormido unas horas así que tuve que bizquear un poco para poder leer. El párrafo era largo, pero sólo llegué a la primera línea donde creo recordar que decía “Soy un miembro de los testigos de Jehová…” uff… hacía mucho tiempo que no recibía la visita de uno de ellos. Total, que le devolví el libro y le solté en inglés algo así como que no era muy creyente y una reverencia mientras él se despedía y yo cerraba la puerta. Supongo que no insistió más gracia al idioma, al menos para esto es una suerte no entender.
Como esto queda un poco pobre, voy a continuar con algo sobre lo que un comentario que recibí esta semana en una entrada me ha hecho pensar desde hace varios días. Aquí podéis ver el mismo. No voy a replicar directamente al comentario porque no creo que quien lo haya hecho lo vaya a leer y porque resultaría muy fácil hacerlo sin más.
Siempre intento ser lo más objetivo posible, aunque considero que es imposible serlo si se tiene opinión sobre las cosas. Supongo que, cuando vio el título del blog, quién hizo este comentario se esperaba que fuera sobre sidra, gaitas y los Picos de Europa (vertiente asturiana, claro). La verdad es que en algún momento pensé en cambiar el título porque parece un poco chovinista, pero ya me había acostumbrado a tener que buscar siempre una forma de poner el título de las entradas con ese comienzo. Además, el título es una forma más de decir de dónde procedo y que lo que escribo es desde el punto de vista que puede tener alguien de allí.
No llevo mucho tiempo fuera, pero creo que ya tengo algo de experiencia para poder hablar sobre este tema. Esta actitud de los asturianos por la que necesitamos exhibir nuestra asturianía llevando la bandera a todas partes y que pensamos que somos el ombligo del mundo hace que alguna gente nos coja manía. Nos gusta pensar que somos acogedores, pero ya he conocido gente de fuera que trabaja en Asturias y se siente desplazado por no ser de allí. Me da mucha pena, pero es así. Hace un tiempo vi una encuesta en la que Asturias aparecía como la segunda o tercera comunidad que más simpática caía a los demás. La primera era Andalucía y Aragón completaba el podio. Claro que también oí decir que muchas veces, en las encuestas donde hay que dar un voto en una lista, empezamos por la que de verdad creemos que es la primera pero después rellenamos por el orden en que están puestas en la encuesta, pudiendo muchas veces dirigir el resultado. Si la lista de comunidades estaba en orden alfabético, ya sabemos por qué acabamos en lo más alto. Así que habrá que empezar a plantearse las cosas de otra manera.
Para terminar, me gustaría plantear una reflexión que hago cuando oigo a los nacionalistas o a los “excesivamente” enamorados de su tierra, y es ¿qué hubiera pasado si hubieran nacido en otro sitio? Me encanta Asturias y espero tener la oportunidad algún día de volver, pero si fuera de Murcia, por decir un sitio lejos de Asturias, ¿no querría volver allí? Una vez oí que a los amigos se les elije y a la familia no, y creo que se puede aplicar a este tema también, quiero a mi familia y a mi tierra, pero también quiero a mis amigos y a otros lugares en los que he estado.
Esto no es un concurso de a ver quién está más enamorado de su tierra, pero creo que gracias a haber viajado, haber vivido en otros países (son sólo dos, pero ya puedo hablar en plural), conocer otras culturas y hacer amigos de diferentes países, y aun así querer volver a Asturias, nadie me puede decir que no quiera a mi tierra. Pero también sé reconocer la belleza de las cosas que he visto. La cerveza en Inglaterra, los lagos y montañas en Escocia, los canales y ríos en Francia, el queso en Suiza, el vodka en Polonia, las montañas en Reunión, los templos y comida en Japón… La queimada y el pulpo en Lugo, los pinchos en San Sebastián, la paella en Alicante, la herencia árabe de Granada y Córdoba, las montañas de Gredos y Pirineos, el churrasco y pacharán de Huesca… Ojalá pudiera tener de todo un poco allá donde acabe viviendo.
Espero que la próxima entrada venga con algo un poco menos denso y con más panorámicas.
Besos para ellas y abrazos para ellos.