viernes, 23 de noviembre de 2007

…pasa sus últimos días en Japón (I)

El lunes día 5 por la mañana, después de desayunar, Carlos se fue a ver el Zenkoo-ji, mientras que yo, por mi parte, me fui a trabajar. La mañana tendría interés si esto lo contara Carlos, pero lo estoy haciendo yo, así que os tendréis que conformar.

Quedamos al mediodía para comer en un restaurante de sushi que me recomendó la secretaria del instituto, gracias Yamada-san. Se trataba de uno de esos restaurantes en los que la comida va en platos sobre una cinta transportadora. En ellos se pueden coger los platos que se quieran y luego se paga dependiendo del tipo y la cantidad de los mismos que se hallan cogido. También se pueden pedir platos al cocinero, quien está tras la barra, si no se ven en la cinta. He ido en tres ocasiones a comer sushi durante mi estancia en Japón, y me parece que esta fue la vez que más me gustó.

Después de atiborrarnos de pescado crudo y arroz, nos fuimos en busca de un onsen que nos indicaron en la oficina de turismo. Lo malo es que se nos hizo tarde para coger el autobús que, en principio, hace el viaje gratis hasta la zona, en la que hay varios de esos baños japoneses. Por suerte, se trataba de un sitio al que se puede llegar fácilmente andando. Además, resultó que el onsen en cuestión era el mismo al que me habían llevado hacía unas dos o tres semanas, así que, como recordaba más o menos el sitio y su funcionamiento, no tuvimos problemas para tomar el baño.

Después de esto nos fuimos a cenar ramen a un restaurante al que había ido muchas veces, ya que queda cerca de la estación de trenes y tiene una carta accesible a extranjeros, vamos, que tiene fotos. Allí montamos un buen espectáculo para pedir una simple cerveza, y todo porque, ni la señora ni su hijo, sabían cómo preguntarnos si queríamos cerveza con o sin alcohol. Creo que la señora todavía se está riendo de nosotros.

Tras tomar la cena, sólo nos quedó volver a mi despacho para ver el correo y después a mi habitación para dormir algo.

De momento esto es todo.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

domingo, 11 de noviembre de 2007

...pasa sus ultimos dias en Japon bien acompañado

Como ya os dije, esta semana esta siendo de locura. Pero antes de seguir, decir que estoy en un hotel en Tokio con un teclado sin acentos, para los puristas del idioma.

Una entrada rapida para comentar algo de la ultima semana en Japon.

El lunes, Carlos se fue a ver el Zenko-ji el solo y luego nos vimos para ir a comer sushi y por ultimo a un onsen.

El martes, Carlos se fue por la mañana a ver el castillo de Matsumoto y luego, depues de quedar para comer, se fue para Tokio. A mi me cogieron a las siete y media de la tarde para ir a cenar yakiniku, carne a la brasa.

El miercoles no paso nada interesante, trabajar y ultimar papeleo.

El jueves fue un dia increible. Me cogieron a las 12:30 de la mañana para ir a Jigokudani-koen, que es el parque donde hay unos monos que se bañan en un osen natural. A continuacion, nos fuimos a un onsen que tenia unas vistas impresionantes de un valle por la noche con las ultimas luces del dia y la iluminacion nocturna de las ciudades. Que sepais que de esto hay fotos, ya vere si las enseño algun dia...

Por la noche me dieron una fiesta de despedida, con nomehodai incluido. Luego karaoke y por ultimo una ultima consumicion en un bar muy dificil de describir.

El viernes me pude ver por fin con Joan y Joel, dos amigos de Huesca que se vinieron a Japon, pero que por culpa de que no estuve el jueves por Nagano en todo el dia, no pudimos vernos hasta este dia.

El sabado estuvimos dando vueltas los tres juntos por el Zenko-ji y el resto de Nagano, incluyendo un ba
ño en un onsen, de nuevo. Por la noche recogimos las cosas, lo cual me llevo mucho tiempo. Dos meses dan para mucho.

Hoy, domingo, quede con mi jefe para darle las llaves de la habitacion y tarjeta de seguridad del laboratorio. El mismo nos subio hasta la estacion. Llegamos a Tokio, donde nos encontramos con Carlos y estuvimos dando vueltas de nuevo por esta gran ciudad.

De momento, esto es todo. No tendre tiempo de escribir mas entradas hasta que vuelva a Espa
ña, a lo mejor mas adelante puedo colgar algun comentario mas con fotos.

Esto es una despedida, al menos de Japon, asi que me toca echar la lagrimina. Pero de esto no os voy a hablar, supongo que no es interesante, quedaros con los fines de semana y las tonterias que hice por aqui.

Besos y abrazos para todos. Hoy me siento generoso.

viernes, 9 de noviembre de 2007

…pasa el fin de semana en Tokio con un amigo (II)

¡Madre mía! Esta semana está siendo de locura, así que me he retrasado mucho con las entradas. Me queda poco tiempo así que voy a tratar de resumir lo que fuimos haciendo esta semana. Si pretendo contar todo lo que quiero voy a tener que resumir bastante y no subir fotos.

El domingo estuvimos dando vueltas por Tokio, pero muchos de los sitios en los que estuvimos ya los comenté la otra vez que estuve allí. Fuimos en primer lugar a Asakusa, pero de este templo ya hablé en otra entrada. Allí nos encontramos con una tienda que no había visto antes. Para los seguidores de Miyazaki, en Asakusa hay una tienda dedicada a regalos de sus películas.

Después nos acercamos a Ginza, donde estuvimos en la tienda Apple y en el edificio Sony. Que sepáis que ahora (por lo menos yo no la había visto hasta ahora) va a salir una cámara que cuando sonríes te saca una foto. Como nos partimos de risa delante de la pantalla a la que tenían conectada la cámara cuando nos dimos cuenta de lo que pasaba, nos sacó un montón de fotos en un minuto. Además, en Ginza, se nos acercaron dos chicas que se quisieron hacer una foto con nosotros. Fue bastante curioso, porque estábamos parados en el medio de la calle y cuando me di cuenta, una de ellas estaba detrás de nosotros y la otra con la cámara para robar una foto, así que les dijimos que si querían que les sacáramos una sin robar. Cogí la cámara y les saqué una foto con Carlos, ya se ve quién triunfa por aquí.

Después nos fuimos caminando hasta la explanada en frente del palacio Imperial y de allí hasta el parque Yoyogi (en tren), que estaba mucho más animado que cuando yo fui hace un mes, que ya es decir. Aparte de las chicas de cosplay que estaban en Jinguu-Bashi, había un grupo de rockabilly bailando en medio de la entrada del parque, tenían allí mismo aparcadas las motos. Al lado estaba un grupo bailando canciones de Elvis, al estilo Grease. Gente jugando al bádminton, al disco, la pelota... También había grupos de música, tambores africanos, instrumentos tradicionales japoneses, claqué... Lo que me gusta de este parque es el buen ambiente que se respira. Todo el mundo está a su aire, haciendo lo que más le gusta y si quieres puedes parar a mirarlos y sacarles fotos, no parece importarles.

Desde Yoyogi nos fuimos dando un paseo por Harajuku hasta Shibuya, donde Carlos se deleitó en uno de los sitios que tenía marcado en su plano mental de cosas imprescindibles para hacer en Japón.

Después de esto, nos fuimos hasta el hotel para coger las cosas y venir a Nagano, donde llegamos sobre las once de la noche, con lo que tuvimos que coger un taxi para llegar a mi habitación. Nos calcó más de 1500 yenes por un trayecto que en autobús se hace por 100, pero qué se le va a hacer, no había otra opción.

Ya sé que esta entrada queda un poco sosa sin fotos, pero si me paro a subirlas, no escribiré todo lo que quería. Además, de los sitios que comento aquí, ya he puesto imágenes, así que no hace demasiada falta.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

…pasa el fin de semana en Tokio con un amigo (I)

Vaya, me parece que me voy a retrasar bastante con las entradas. De todas maneras ya no importa demasiado, porque esto empieza a acabarse.

Este sábado me levanté pronto para poder hacer un poco de limpieza en la habitación y poder ir a Tokio a una hora prudencial. Supongo que no querréis que cuente el proceso de limpieza, así que paso a contaros un poco cómo fue el fin de semana.

En el tren me encontré con algunas cosas que solo se pueden vender en un país como este.

Esto lo vendían en la tienda del tren, entre otras cosas. Es muy conocida la facilidad con la que los japoneses se duermen en cualquier sitio, así que es normal que se busquen inventos para hacerlo de una manera cómoda.

Cuando llegué a la estación de Tokio ya casi era hora de comer, así que me metí en un restaurante de comida rápida en la misma estación. Después de pedir, el japonés que estaba sentado delante de mí, me habló en un muy buen castellano. Cuando me repuse de la sorpresa, me di cuenta de que había dejado mi guía encima de la mesa (lo siento, tenía que hacer alguna referencia a ella, pero ahora viene al caso). Resulta que estuvo viviendo durante 10 años en Brasil y tenía un amigo español que le enseñó castellano. Cosas que ocurren en estaciones de tren.

Una vez comido y bebido me puse a buscar una cosa que tenía ganas: un museo de bonsáis. Había mirado la dirección de uno en Tokio y hacia allí me fui. De camino a él, me encontré con esto en medio de un río (no recuerdo el nombre).

Era una especie de piscifactoría donde la gente va a pescar. En algún sitio leí que lo hacen para relajarse. Lo que no sé es si te puedes llevar lo que pesques. En ese caso espero que el agua esté depurada, porque, como para fiarse del agua de un río en el medio de una ciudad de 12 millones de habitantes. El caso es que esto fue lo más interesante que encontré en aquella zona, ya que el museo estaba cerrado. Creo que voy a marcharme sin haber visto un bonsái japonés.

A continuación me fui hacia Ikebukuru. Este es un barrio prescindible si se va poco tiempo a Tokio, a no ser que se haga turismo consumista, porque aquí están dos de los centros comerciales más grandes del mundo. Entré en uno de ellos y me estuve moviendo por sus 15 plantas, la mayor parte de ellas dedicadas a ropa. Algún consumista que conozco se debe de estar muriendo de la envidia... todo para él. Otra de las atracciones de Ikebukuro es la que se dice la escalera mecánica más grande del mundo.

Antes de subir te ponen un cartel recomendando no caminar por la escalera y, durante el trayecto, también había unos altavoces con indicaciones en japonés.

Después de esto me fui hasta Harajuku, otro de los barrios que me quedaron en el tintero cuando fui la otra vez a Tokio. Es, básicamente, un barrio comercial, con tiendas de todo tipo, o si no comprobarlo vosotros mismos.

Cerca de Harajuku está Shibuya, así que me fui a ver el famoso cruce, del que ya os hablé, en hora punta. La verdad es que es casi agobiante. Es como si se formaran corrientes de gente y tienes que coger la que mejor te venga a tu destino, eso si tienes suerte. En Shibuya está la Supein-dori, es decir, la calle de España, así que no me resistí a pasarme por allí.

Esto es lo más español que había en la calle. Se trata de un restaurante en el que ponían tres tipos de menú. Fijaros en el menú Madrid.

Espárragos de Navarra, champiñones de Segovia, paella... muy madrileño. Lo mejor es lo de Lome de Bellota y su traducción al japonés. Resulta que el katakana que viene debajo pone Iberiko (en romaji), supongo que el resto (es kanji y no tengo ni idea) pondrá lo de lomo de bellota.

Por último me fui de nuevo hacia la estación de Tokio, porque llegaba Carlos. Llegué un poco pronto, por lo que me fui a dar una vuelta hasta la explanada del palacio Imperial. Esta foto no quedó mal del todo, aunque supongo que alguien tendrá algo que decir por los colores, la iluminación y esas cosas.

Luego me fui a esperar a Carlos en frente de la estación. Aquí lo tenéis, con su guía rápida de japonés y una sonrisa de oreja a oreja que no se le ha quitado desde que llegó.

Bienvenido a Japón Carlos.

Después nos fuimos al hotel para dejar las maletas... bueno las mochilas, porque a Carlos le perdieron su maleta. Aquí él podría hablar de la amabilidad y diligencia japonesa mejor que yo y de cómo le buscaron su maleta, se la mandaron al día siguiente al hotel, le dieron una indemnización inmediata y le ayudaron a coger el tren en el aeropuerto. Me imagino que en Barajas es lo mismo...

Buscamos un sitio donde cenar algo, encontrando abierto nada más que un restaurante de comida rápida japonesa que está abierto 24 horas. Se trataba de una cadena que se llama Yoshinoya, creo recordar. No es una mala opción para quien se le haga tarde. Después un paseíllo y para la cama.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

viernes, 2 de noviembre de 2007

…se va en busca de un amigo

Mañana será un gran día.

Mañana llega Carlos a Japón.

Iré a buscarlo a Tokio para pasar el fin de semana juntos. Bueno, en realidad será nada más que una noche y un día en Tokio, porque él llega a última hora de la tarde.

Esta semana no tengo mucho más para contar. Ha sido una semana intensa de papeleo, pero eso no creo que tenga mucho interés para vosotros. Así que esta será, con toda probabilidad, la entrada más corta del blog.

Pero la llegada de Carlos a Japón es un acontecimiento digno de ser mencionado.

Desde aquí mis mejores deseos para su breve, pero intensa estancia en el país que vio nacer a Miyazaki, Bola de Dragón, Boboboo, One Piece...

En fin... suerte Carlos, nos vemos en Shibuya.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

miércoles, 31 de octubre de 2007

…se va de festival

Vaya, me estoy retrasando con las entradas, creo que al final sí que voy a tener cosas para contar cuando vuelva. Es que como ya estoy en los últimos coletazos de la estancia, el trabajo se acumula y tengo menos tiempo para escribir. En fin, voy al grano.

Este domingo fue el primer, y probablemente el único, día que me levante más tarde de las 9:30, en concreto a las 11:30. Prometía ser un día descansado…

Después de desayunar me puse a limpiar un poco la habitación, que ya tocaba, ya sabéis, un soltero de rodriguez en Japón. Eso sí, la dejé como los chorros del oro, si es que soy un buen partido chicas… bueno, mejor lo dejo, que lo del optimismo no es lo mío.

Hacía un día bastante guapo, después de la lluvia del día anterior. Así que, cuando terminé mi tarea con la habitación, me acerqué hasta la zona de la estación de trenes para ir a comer algo a alguno de los restaurantes que hay por allí. Después me fui dando un paseo hasta el Zenkoo-ji, ya que me faltaba hacer una visita al interior del templo y al subterráneo. Sin embargo me encontré con la sorpresa de que la puerta san-mon, que yo había visto hasta ahora con andamios, estaba despejada, aunque no se podía pasar todavía por debajo.

Aquí la tenéis con su nuevo aspecto después de restaurarla, aunque no sé cómo estaba antes.

En el interior del templo no estaban permitidas las fotografías, así que no os lo puedo enseñar, aunque es muy guapo. Ya sabéis, quien lo quiera ver, que se venga. Por debajo del templo se encuentra el okaidan, un pasadizo subterráneo que hay que recorrer totalmente a oscuras y simboliza la muerte y resurrección. La gracia está en buscar la llave de la salvación, que es una especie de asa anclada a la pared. Yo la encontré, así que estoy salvado, puedo estar tranquilo.

Os podría aburrir con la historia del templo, pero creo que lo voy a dejar, ya que estaréis hartos de leer sobre templos.

Después de conseguir la salvación me volví hacia la estación, donde tenía aparcada la bicicleta. Bajé dando un paseo (el Zenkoo-ji está en la parte más alta de la ciudad) mirando tiendas. Quería comprar algún recuerdo, pero es lo de siempre, lo que me gusta es demasiado caro y lo demás son tonterías que puedes encontrar en cualquier sitio. Lo bueno es que me encontré con una friki-tienda, donde venden cosas de segunda mano, incluida una súper-nintendo. Tengo que volver otro día a ver si encuentro algo bueno.

Como ya se estaba haciendo de noche (estos días empieza a anochecer sobre las 16:30, hora local), me vine hasta la universidad para consultar el correo y hacer un poco de tiempo para cenar y marchar pronto para la cama. Sí, de verdad, que yo quería ser bueno…

En la Universidad se celebraba este fin de semana una especie de festival, yo no había ido todavía, en primer lugar porque me pareció que estaba un poco desangelado, cada grupo de chavales tenía su propia carpa cerrada sin más. Además quería descansar, como ya he dejado claro varias veces en esta entrada. Cuando estaba llegando al edificio me encontré con un chaval del grupo y me dijo que fuera a su puesto para cenar. Así lo hice, todavía estaba a tiempo de marchar pronto para la cama… Los chavales hacían la fiesta para recaudar fondos para el viaje de estudios. Me preguntaron si quería volver para tomar algo cuando cerraran el puesto a las 22:00. Bueno, una cerveza y para la cama, me dije. Vine al despacho y volví al poco rato. El caso es que se trataba de terminar las existencias sobrantes de cerveza, así que empezamos a beber… bueno, no sé si debería seguir, porque mi jefa lee esto y puede llevarse una pésima impresión de mi… acertada pero mala. En fin, ya que llegué hasta aquí, voy a seguir. La cosa empezó por jugar a ver quién era capaz de beber más rápido un vaso de cerveza… y acabó con lo que sigue.

Lo dicho, penoso. Y yo que me tenía por un chico tranquilo. Acabé llegando a las 2 de la mañana a la habitación pero ellos siguieron bebiendo. Pero que conste que al día siguiente estaba en el trabajo a las 9 de la mañana para hablar con mi jefe, que volvía después de una semana en Corea, y nos entendimos perfectamente.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

martes, 30 de octubre de 2007

…pasa el sábado en Yudanaka

Este fin de semana me lo he tomado un poco relajado. La verdad es que no me venía mal un pequeño descanso para afrontar las dos últimas semanas de estancia en Japón. Además, hacía casi un mes que la secretaria del instituto donde estoy trabajando, Yamada, me había dicho de ir este fin de semana al ryokan (hostal estilo japonés) que el hermano tiene en Yudanaka. Esta ciudad está bastante cerca de Jigokudani Yaen-Kooen, que creo que se traduce como Parque de los monos salvajes. Se trata de un parque donde residen 200 monos que tienen su propio onsen al aire libre (rotemburo) y, por lo visto, a partir de finales de octubre y principios de noviembre se puede ver a los monos tomándose un baño. Según me dijo el hermano de Yamada, hay gente que viene expresamente a Nagano para ver ese espectáculo.

El problema es que ya había gastado toda mi suerte con el buen tiempo de los fines de semana de Tokio y Kioto, así que este sábado amaneció diluviando. De todas maneras me fui en coche con Yamada y su hijo hasta el famoso ryokan, a ver si cambiaba un poco el tiempo y podía ir a ver los monos. Pero no fue así.

El caso es que Yamada está en una especie de asociación como profesora de idiomas para niños y los fines de semana se juntan en el ryokan del hermano para jugar y hacer ejercicios del colegio. Así que allí estuve con un montón de críos jugando a juegos infantiles japoneses… pensar que le sacaba 12 años al mayor.

La verdad es que me dejaron agotado. Comimos todos juntos una especie de nabe sorpresa. Esto es, una olla en la que se cuecen una especie de fundas preparadas con huevo y harina en las que se mete comida de distintos tipos, como salchichas o fideos. La gracia está en mirar a ver qué te encuentras cada vez que abres una de esas fundas.

Después de comer, el hermano de Yamada, que es un experto en tiro con arco japonés, kyuudoo (literalmente, camino del arco), está en el nivel 6º dan, me estuvo explicando un montón de cosas sobre ese arte. Al lado del ryokan tiene una sala de tiro, preparada en su momento por su abuelo que llegó a ser 9º dan. Voy a intentar contaros un poco de lo que me estuvo contando, aunque no sé si lo recordaré todo. En primer lugar, los arcos que emplean tienen la particularidad de que son asimétricos, es decir, la parte por donde se coge queda más cerca del extremo inferior que del superior. Tradicionalmente están hechos de dos láminas de bambú y en el medio una lámina de una madera de la que no supo traducirme el nombre. Los arcos se diferencian por su altura, aunque no varía demasiado y, sobre todo, por su fuerza.

Desde finales del periodo Edo (1603-1867), en el que hubo una época de paz, el kyuudoo se practica como un arte y no con el objetivo de guerra. Por esta razón los arcos actuales no están preparados para largas distancias. Además, a la hora de realizar el tiro, el cuerpo se mantiene recto, en lugar de inclinado, como sería más conveniente para alcanzar una mayor distancia, por aquello del tiro parabólico (cosas de mi deformación de físico). Sobre las dianas, decir que son de aproximadamente 40-50 cm de diámetro.

La de la izquierda es para los principiantes, ya que resulta más fácil de focalizar que la de la derecha. Además, existe una tercera diana, la dorada que se ve en la foto entre las dos dianas, que se usa en los torneos cuando terminan. Cada uno de los participantes tiene dos intentos para acertarle que, como es lógico, es muy difícil. El sólo lo ha conseguido 5 veces en todo el tiempo que lleva practicando el kyuudoo.

La distancia de tiro hasta la diana es de 27-30 metros, que son, creo, unos 15-16 tatamis (esteras japonesas, tradicionalmente hechas de paja). Esta distancia tiene que ver con la medida del templo sanjuusangen-doo de Kioto, en concreto con la mitad. Por lo visto allí tuvo lugar una especie de exhibición de kyuudoo, pero esta parte no me quedó muy clara, así que prefiero no decir nada más antes de contar alguna mentira.

Al final del todo me hizo una demostración. Pero como no paraba de llover, no pudo ponerse el típico traje de kyuudoo y tampoco hizo un tiro a larga distancia.

La diana que se ve en la imagen está hecha de paja de arroz, amarrada tan compacta que no se pueda salir la flecha por el otro lado. Ahora que veo esta foto, me recuerda otra peculiaridad del tiro con arco japonés. Se trata de la manera de coger la cuerda. En kyuudoo se coge con el dedo pulgar, en lugar de con los otros dedos como es el caso del arco occidental. Esta manera de coger la cuerda obliga a extenderla hasta la oreja derecha en lugar de hasta la ojo, como ocurre en otros arcos.

Al lado del edificio donde tengo la habitación hay una zona de entrenamiento de kyuudoo. Muchas veces cuando llego por la noche me paro un par de minutos a ver cómo se entrenan. Lo hacen de una manera tan lenta con unos pasos determinados, incluyendo los saludos, que parece que nunca van a disparar la flecha.

Tras esta lección de kyuudoo, Yamada me dijo que si quería podía usar el onsen particular que tienen en el ryokan. Así que allí me fui, con la suerte de que estaba yo solo. De cómo usar el onsen ya hablé, así que ahora sólo voy a poner un par de fotos. La primera es de las duchas, que hay que tomar sentados.

Luego te metes en el onsen.

Si pensabais que iba a poner una foto más comprometida, os quedáis con esto, las demás fotos las enseñaré en privado.

De esta manera me quedé bastante relajado, lo justo para volver a Nagano, cenar en un restaurante de ramen y marchar para la cama.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

viernes, 26 de octubre de 2007

…sabe que llega el frío a Nagano

Esta entrada viene un poco atrasada porque el frío llegó por estos lares ya hará unas dos o tres semanas. Pero es que tenía cosas más interesantes para escribir, aunque fueran un poco más aburridas.

El caso es que he encontrado un sistema muy eficaz para saber cuándo el frío se instala por estos lares. Bueno, me diréis que es fácil, no tienes más que sacar la nariz por la ventana por la mañana para saberlo. También podría ser porque se me enfrían las manos cuando cojo lo bicicleta para venir a trabajar. Bueno sí, estos métodos son también muy fiables, pero he encontrado la manera indiscutible de saber que empieza a hacer frío: ir al baño… sí, así es. No sé si os acordáis de una de las primeras entradas en la que os hablé de ese instrumento que nosotros llamamos taza de váter o inodoro (para ser un poco más finos), pero que aquí le dan un sentido más amplio, como una especie de trono… bueno, algunos lo usan como tal también en España, pero eso se sale del tema en cuestión. Como ya os había dicho, la taza que hay en el piso del sitio que trabajo tiene una especie de sensor conectado a la tapa. Pues bien, cuando te sientas en esa taza, la tapa se empieza a calentar… el primer día creí que se había cortocircuitado algo, pero sigue funcionando de la misma manera. Así que supongo que se trata de hacer más confortable la estancia del invitado en el trono. De esta manera sí que daría gusto llevarse una revista al baño.

Aprovecho esta entrada para hablar algo más de los servicios que me fui encontrando. Empezando por la típica taza estilo oriental, que te encuentras en la mayor parte de los sitios, como restaurantes, estaciones e incluso trenes. Tengo que decir que suele haber también servicios estilo occidental y suelen estar indicados en las puertas.

Creo que no dista de muchos servicios con los que me he encontrado por bares y otros sitios de España, pero aquí son más comunes. Acompañando a esta taza, me encontré con el lavabo siguiente.

Al abrir el grifo, sale el chorro de agua desde la parte de arriba. Este tipo de lavabos lo vi varias veces.

Otro estilo de taza de váter que me llamó la atención fue el siguiente.

Al dar la cisterna, el grifo que está encima empieza a echar agua, así que te puedes lavar las manos nada más terminar, ahorrando, además, bastante espacio.

Por último, me encontré con esto en el hostal de Kioto.

La verdad es que nunca me había encontrado con un orinal como este, con tapa y todo.

También os podría hablar de la altura a la que se encuentran. Creo que se puede considerar como una leyenda que los japoneses son todos muy bajos, como siempre, las generalizaciones no son buenas. Buscando por la wikipedia, encontré que la altura media de los varones japoneses es de 1.72 m y el de los españoles 1.73 m, así que no hay mucha diferencia. Sin embargo, sí que noté que, en general, cuanto más viejo parece el servicio, más bajos están los orinales. Así que, a pesar de no tener ahora mismo ninguna referencia, creo que la altura de los varones japoneses puede haber crecido bastante en los últimos años, pero no tengo ninguna prueba de ello.

En fin, ya sé que esta entrada queda un poco escatológica y espero no herir sensibilidades, nada más lejos de mi intención. Pero el tono de las anteriores entradas estaba dejando el blog demasiado cultureta y aburrido.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

jueves, 25 de octubre de 2007

…pasa el fin de semana en Kioto (III)

El domingo volví a levantarme temprano, ya que tenía que aprovechar el día porque el tren hacia Nagoya salía sobre las cinco y media de la tarde y todavía me quedaba mucho por ver. Este día lo dediqué a visitar principalmente la zona oeste de la ciudad.

Cerca del hostal se encontraba otro de los lugares patrimonio mundial de la Unesco, el Hongan-ji, popularmente conocido como Nishi Hongan-ji. Por lo visto, este templo fue fundado en el siglo XIII y originalmente estaba situado en Higashiyama que, como comenté en la anterior entrada, son las montañas al este de Kioto. Se situó en el emplazamiento actual en el año 1591, pero sufrió muchas remodelaciones. Además, parece que hubo muchas intrigas dentro de la escuela budista que albergaba, de manera que se escindió en dos partes. Los disidentes fundaron el Higashi Hongan-ji, unas manzanas al este del primero (Higashi significa este y Nishi, oeste). En estos años hay una parte que está siendo restaurada hasta el 2010, así que no lo pude ver completo. Podría poneros otra foto de un templo, pero creo que ya estoy empezando a aburriros, así que lo dejo de momento.

Tras salir del Hongan-ji, me dirigí caminando hacia el sudoeste de la estación para ir a ver el Too-ji, otro templo patrimonio de la humanidad, que data del año 794 pero, como la mayor parte de los templos, sufrió varios incendios y reconstrucciones. Tuve la suerte de que el 21 de cada mes se celebra el mercado de Kooboo-san. Vendían de todo, desde telas hasta cremas, pasando por comidas de todo tipo, e incluso había unas chicas dando masajes en los pies. Estuve a punto de apuntarme porque mis pobres juanetes se estaban resintiendo de la caminata del día anterior.

En lo que a arte se refiere, dos de las salas del templo (Koodoo y Kondoo) albergan imágenes de buda y otras deidades, que son tesoro nacional de Japón. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue la pagoda.

Se trata de una pagoda de cinco pisos que es el edificio de madera más alto de todo Japón. Se quemó cinco veces, así que la estructura actual data de 1643 y tiene 57 metros de altura.

A continuación fui hasta la estación de tren y cogí un autobús hasta el Nijoo-joo, un castillo, para descansar de tanto templo. Este castillo, también patrimonio de la humanidad, se construyó en 1603 como residencia de Ieyasu, que fue el primer shoogun Tokugawa. Por si alguien no lo sabe, los shoogun fueron gobernadores de Japón durante varios siglos, quitando (o más bien usurpando) el poder a los emperadores.

Dentro del recinto del castillo hay dos palacios, Ninomaru y Honmaru. Tan solo se puede visitar el primero de ellos, pero merece la pena darse un paseo, descalzo por supuesto, por su interior. El recorrido, por pasillos con suelo de ruiseñor (que hacen ruido, para advertir la presencia de enemigos), te permite recrearte con una gran cantidad de biombos pintados. Además tienen expuestos algunos maniquíes representando escenas de la época de los shoogunatos. A pesar de la belleza de las salas de este palacio, yo me quedo con los jardines.

Al salir del recinto de este castillo cogí el autobús hacia el noroeste de la ciudad. Después del descanso de templos, me dirigí hacia mi último repertorio de templos patrimonio de la humanidad. Comencé con el Kankoku-ji. Este templo es quizás uno de los más conocidos de Kioto e incluso de Japón. En la imagen podéis ver por qué se llama Pabellón de Oro.

Al igual que el Ginkaku-ji, este templo fue originalmente una villa de retiro, construida en 1397. Después de sobrevivir a más de cinco siglos de incendios y guerras, en 1950 un monje loco le prendió fuego. El edificio actual se construyó, siguiendo el diseño del original, en 1955.

Relativamente cerca de allí, a unos quince minutos a pie, se encuentra el Ryooan-ji. Concebido como una villa de campo para la clase aristocrática, en 1450 se convirtió en templo, sede de la escuela zen Rinzai. El recinto es realmente grande, ya que incluye parte de las montañas circundantes, con más de 23 subtemplos. Para llegar al templo principal hay que hacer un recorrido por los jardines, en los que hay un lago artificial, con unos nenúfares enormes (eso creo, porque mis conocimientos de botánica no pasan de las margaritas y dientes de león) e incluso una pequeña isla con un templo. Lo más destacado del Ryooan-ji es el jardín zen de estilo karesansui, es decir, paisaje seco. Este jardín está formado por una extensión rectangular de grava blanca en la que descansan 15 rocas en cinco grupos sin ningún árbol, y pretende simbolizar un tigre cruzando un río en la montaña con sus cachorros. No sé, nunca fui bueno para el arte abstracto, así que, juzgar por vosotros mismos.

La imagen no le hace justicia, pero era bastante difícil sacar fotos en el espacio que dejan para observarlo.

A otros quince minutos caminando desde allí se encuentra el Ninna-ji. Tras pasar por una impresionante puerta de entrada budista, bajo la cual se estaba celebrando un concierto de taiko, te encuentras con un gran camino de grava que te lleva hacia los templos y una pagoda de cinco pisos. Sin embargo, para mí, la joya de este templo es un edificio situado a la izquierda de la entrada. El templo empezó a construirse en el periodo Heian (794-1192) y completado en 888. En el siglo XVII se reconstruyó y además se trasladó aquí el vestíbulo principal del palacio imperial. Esta última construcción es un complejo de edificios entre los cuales se accede por medio de pasarelas de madera cubiertas.

Ciertamente una verdadera joya, no sólo por los edificios, sino también por los jardines aledaños. Al menos de esta manera se puede visitar una pequeña parte de los palacios imperiales, aunque sea fuera de sus recintos, ya que, de otro modo, no es posible.

Por último, antes de coger el tren me fui al mercado Nishiki. Esto es una calle cubierta muy animada cerca del centro de la ciudad en la que se vende comida de todo tipo. Disfruté como un enano viendo los puestos de comida e incluso me atreví a coger un pincho de una especie de pasta de pescado.

Como resumen, decir que Kioto es una ciudad impresionante por toda la cultura que se encierra en su interior y también en su exterior, ya que aún me quedó por ver algunos de los lugares patrimonio de la humanidad emplazados en las afueras. No se trata de una ciudad muy grande, apenas 1400000 habitantes, pero la cantidad de templos es ingente. Así que, una estancia de dos días, a pesar de la intensidad con que la viví, apenas sirve para hacerte de una idea de lo que fue esta ciudad dentro de la historia de Japón. Si me permitís una comparación, es como intentar rayar la superficie de un diamante con una piedra de carbón, tan solo puedes mancharla (y esto tiene bastantes dobles significados para mí). Eso sí, el dolor de juanetes después de dos días caminando por terreno duro era tan intenso que no me dejó pegar ojo en el viaje de vuelta a Nagano. Con tanto templo, si algún día me opero, van a ser los huesos más santos que jamás haya quitado el cirujano.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

martes, 23 de octubre de 2007

…pasa el fin de semana en Kioto (II)

El sábado me levanté temprano y, después de tomar un desayuno estilo inglés en una cafetería japonesa cercana al hostal, me fui en autobús hasta las cercanías del templo Ginkaku-ji, el Pabellón de Plata. Construido originalmente en 1482 como una villa, la primera intención era la de cubrirlo de plata en contraposición al templo Kinkaku-ji (cubierto de oro), pero de éste hablaré más adelante. La idea se abandonó y la villa se convirtió en un templo.

Quizás porque fue el primer templo que visité en Kioto, por su sencillez o por sus jardines, pero creo que este fue el sitio que más me gustó de Kioto. El recorrido por sus jardines te llena de paz a pesar de la cantidad de gente que había incluso a esas horas de la mañana. Una constante en los jardines que hay en los alrededores de los templos es la presencia de lagos artificiales pero con una apariencia que hace preguntarte si realmente lo son o, por caprichos de la naturaleza, se formaron de esa manera. Otro elemento bastante característico en los templos de Kioto es el de los jardines zen, es decir jardines de arena y piedra.

Por cierto, este templo es uno de los 17 lugares de Kioto declarados patrimonio mundial por la Unesco.

Tras visitar este templo, situado al nordeste de la ciudad, me dirigí hacia el sur, a Nanzen-ji. Me dirigí hacia allí, a pie por el Tetsugaku no michi, el camino de la filosofía.

Un paseo de media hora, a la vera de un canal de agua, alargado por la visitas a Honnon-ji y Otojo-ji. Dos pequeños templos cercanos al paseo, situados en la ladera de la montaña que queda al este de la ciudad. Por no ser tan conocidos, están menos concurridos y se pueden disfrutar tranquilamente.

El Nanzen-ji es un templo bastante grande, pero yo me quedo con el paseo que proponía la guía a un lugar de peregrinaje, cercano al templo principal. Caminando unos diez minutos por una senda que se interna en las montañas se llega a este punto.

Por lo visto, bajo esta cascada se sientan a meditar algunos intrépidos peregrinos incluso en invierno. Yo tuve la suerte o la desgracia de no ver ninguno, me hubiera entrado frío sólo de verlo, y eso que hacía buen tiempo y una temperatura fresca pero agradable.

Después de esto me desvié un poco hacia el centro de Kioto, hasta el Heian-jinguu. Esto es un complejo de templos sintoístas que se construyó en 1895 en conmemoración del 1100 aniversario de la fundación de Kioto. Sin embargo, quizás lo que más sorprenda es el impresionante torii de acero que hay en la entrada.

Tras una breve visita a este santuario, me volví otra vez hacia el este, en dirección al templo Chion-in. Por el camino me paré en un restaurante para comer algo. Allí entablé conversación con un hombre occidental que estaba terminando de comer, pero me costó mucho hablar con él. Empezó a preguntarme si había dormido en un llos jostoo, hasta que me di cuenta de que se refería a los albergues juveniles (youth hostel) tardé un buen rato y cuando le pregunté de dónde era me dijo que de Gasha, volví a tardar un buen rato hasta que supuse que se trataba de Rusia. Otro acento más para la saca. Aquí quiero remarcar que no me estoy burlando del acento de la gente de otros países, porque el mío debe ser penoso. Es una simple muestra de las dificultades que me encuentro a la hora de comunicarme, sobre todo cuando estás acostumbrado a oír japoneses y te cambian el acento.

Después de este paréntesis lingüístico me acerqué hasta Chion-in, en el que se encuentra la entrada a un templo budista, san-mon, más grande de todo Japón.

En este templo di una vuelta por los jardines, donde se encuentra la campana más grande de Japón, 17 monjes son necesarios para hacerla repicar, ríete tu del botafumeiro de Santiago.

En estos jardines entré en un pequeño templo secundario, para lo que tuve que descalzarme. Cuando salí y me senté para volver a calzarme, se sentó al lado mío un hombre, japonés, que empezó a hablarme. Es increíble lo que se puede hablar cuando los interlocutores ponen empeño en hacerlo. Entre mi pobre japonés y gracias a la gesticulación, logramos charlar un poco de lo guapo que estaba el bosque en otoño y de lo difícil que es el japonés.

Después de este templo continué mi paseo hacia el sur paseando por unas calles estrechas y empinadas atestadas de gente que va de tienda en tienda de recuerdos. También te puedes encontrar con una estampa como siguiente.

Podría jactarme de haber visto a una geisha o, en el dialecto de Kioto, una geiko, sin embargo dudo mucho que esta mujer lo fuera. Había un fotógrafo haciéndole fotos y estaba a la vista de todo el mundo. Según leí en el blog de Yito y Vito, existen empresas que se dedican a vestir a mujeres a la manera de una geiko y luego se pasean con un fotógrafo detrás, para hacer un álbum de fotos de ese día inolvidable en el que se convirtió por unas horas en una geiko.

Mi paseo me llevó a Kiyomizu-dera. Probablemente no os suene de nada, pero este lugar estuvo nominado para ser una de las nuevas siete maravillas del mundo. Además es otro de los emplazamientos incluidos en la lista del patrimonio mundial de la Unesco. Se trata de un complejo de templos y pagodas en un recinto situado en la ladera de las montañas del este de Kioto (Higashiyama). El templo original fue construido en 798, pero la parte más característica es el Hondo, construido en 1633 sobre el bosque, siendo un ejemplo de la arquitectura kake-zukuri, es decir, una especie de voladizo sustentado por cientos de pilares de madera.

Desde el balcón de este edificio se tiene una bonita vista de la ciudad de Kioto. Debajo del Hondo está la Otowa-no taki, que más o menos viene a ser la cascada de Otowa y fue el origen del templo, ya que aquí un monje budista vio a la diosa de la misericordia Kannon. Beber el agua sagrada de la cascada tiene propiedades curativas, así que yo no fui menos y probé el agua milagrosa. De momento no siento nada especial.

Continuando mi peregrinación particular hacia el sur llegué a Sanjuusangen-doo. Este es un templo/palacio construido en 1164 y reconstruido, tras sufrir un incendio, en 1266. El edificio es estrecho y alargado, y en su interior alberga 1001 estatuas de la diosa Kannon (de la que acabo de hablar). Su nombre hace referencia a los 33 (sanjuusan) tramos entre los pilares del edificio. La estatua principal, de mayor tamaño, está flanqueada por 500 estatuas a cada lado. Aparentemente las estatuas son todas iguales, pero si uno se fija en los detalles, se da cuenta de que cada una posee alguna característica que la diferencia de las demás. Cada estatua, de madera de ciprés, tiene mil brazos. Tal vez sea una exageración, porque en realidad tienen 40, pero cada uno salva 25 mundos, así que de esa manera sí salen las cuentas. Además, situadas enfrente de las 1000 estatuas hay otras 28 de deidades guardianes de todo tipo. Lamento no tener ninguna imagen de cosecha propia pero no dejaban hacer fotografías en el interior.

Cuando salí de este edificio ya se estaba haciendo de noche, así que me volví en dirección norte, siempre al este de la ciudad, hacia Gion. Este es un barrio internacionalmente conocido por ser donde se encuentras algunas de las casas de té donde trabajan las maiko y geiko. Merece la pena acercarse a este barrio de noche, porque es quizá cuando mejor luce. Dejé atrás la calle principal atestada de gente, tanto turistas como autóctonos, y me encontré de sopetón con una serie de callejones estrechos que representaban a la perfección la imagen que se tiene del Japón tradicional. Suelos empedrados, casas de madera y canales de agua.

La verdad es que se respiraba una paz que resulta increíble teniendo en cuenta el bullicio que había dos calles más allá. Ahora si puedo decir que tuve la suerte de ver una geiko por la calle, aunque no pude hacerle ninguna foto que le haga justicia, por lo que no voy a ponerla aquí. De hecho, viendo la prisa que mostraba a pesar de la gente que intentaba hacerle alguna foto, me pareció que era una violación de su intimidad intentar sacarle más fotos, así que decidí no intentarlo.

Tras dar un largo paseo por Gion, rehíce el camino hasta Kiyomizu-dera para poder disfrutar del camino sin apenas gente. Por el camino me encontré con esto.

Esta es la pagoda Yasaka. Quizás si la hubiera visto de día no me hubiera llamado tanto la atención, pero iluminada de noche tenía un encanto que difícilmente lo tendrá de día.

Tras este paseo nocturno volví al hostal. Camino de él di un pequeño rodeo para poder poner la nota friki del fin de semana.

Por si no lo veis bien, creo que logré solucionar ya lo de que se puedan ver las imágenes en grande. Resulta que en Kioto nació Nintendo, que supongo conoceréis todos. Al parecer, antes de ser una empresa puntera en consolas y videojuegos, Nintendo empezó como una empresa dedicada a fabricar juegos de cartas, y aún lo sigue haciendo. Encontré el edificio gracias a las indicaciones del blog de kirai. Está un poco apartado de los edificios turísticos, así que hay que tener un grado alto de frikismo para dar con él, sobre todo por el frío que hacía y que no tenía jersey (había dejado la sudadera en el hostal).

Hasta aquí el sábado de este intenso fin de semana. Un gran día entre templo y templo. Mi cuerpo empezaba a resentirse porque fueron casi catorce horas caminando casi sin descanso, y aún me quedaba el domingo.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

lunes, 22 de octubre de 2007

…pasa el fin de semana en Kioto (I)

Vaya, creo que voy a ir un poco retrasado con este diario. Hoy, lunes 21, he estado repasando algo de papeleo y no me ha dado tiempo para escribir nada, así que voy a empezar a describir mi estancia en Kioto y hasta donde pueda llegar.

El viernes por la mañana, antes de venir al trabajo, empaqueté en mi mochila un par de mudas, la cámara de fotos y, sí ya lo sabéis, mi querida guía Lonely Planet. Seré pesado y estaré haciendo publicidad gratis, pero tengo que reconocer que hasta ahora no me ha fallado en mis pequeñas excursiones por este país. De esta manera, por la tarde después de trabajar (recalco este hecho por las dudas de alguno, aquí vuelvo a amenazar con otra entrada sobre curro), me fui a la estación para estar casi cuatro horas metido en dos trenes hasta Kioto, vía Nagoya.

Saliendo a las horas que salí de Nagano, llegue a Kioto de noche. Pero ese fue un buen momento para ver en todo su esplendor un símbolo de la modernidad de esa ciudad frente a toda la historia que encierran sus edificios milenarios.

La Torre de Kioto es probablemente el edificio más alto de Kioto, aunque no tengo el dato concreto, así que no me hagáis mucho caso. Tampoco sé si se puede subir, pero ya tuve bastantes edificios altos en Tokio. Tras hacer esta foto nada más salir de la estación de Kioto (otro edificio moderno impresionante, pero siento decir que no tengo ninguna foto como es debido) apenas me dio tiempo para ir al hostal en el que tenía reserva para las dos noches. El Tour Club es un sitio muy recomendable para viajeros solitarios así como grupos, ya que tiene dormitorios de varios tamaños, a pesar de lo pequeño que es, y sobre todo resulta muy recomendable su precio, apto para viajeros con pocos posibles. Si vas en grupo se puede estar en una habitación con intimidad y si vas solo, puedes entablar conversación con gente de todo el mundo. En mi caso estuve charlando con un escocés, aunque no sé cómo lo hicimos, con mi mal inglés y su acento. Cuando yo le pedía disculpas por mi nivel de inglés, él se disculpaba también por la misma razón.

Creo que por hoy voy a dejarlo aquí. Ya sé que es una entrada muy corta, pero prefiero dejar el sábado para una entrada (o dos) aparte.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

jueves, 18 de octubre de 2007

…se mueve por Nagano

Hacía tiempo que quería hablaros del medio de transporte que más uso por las calles de Nagano.




Así es, se trata de una típica bicicleta japonesa. El segundo día después de llegar a Japón, mi jefe me dio unas llaves diciéndome que podía usar esta bicicleta, que pertenece al laboratorio, mientras estuviera por Japón. Los primeros días no la pude usar y, si os preguntáis por qué, la respuesta se encuentra en las siguientes imágenes.


Aquí está el planteamiento del problema: tengo una bici con un candado y unas llaves y la única información es que la llave que hay que usar es la plana. Ahora es cuando os podéis reír de mí, estuve cuatro días intentando abrir el maldito candado…sí, cuatro días. Claro, soy un hombre, no podía preguntar cómo diablos se abría, sobre todo después de haber quedado como un idiota con lo del agua caliente. Al final conseguí abrir el dichoso candado, después de intentarlo de un montón de maneras. Hay que meter la llave en una ranura, pero además hay que moverla lateralmente mientras se desbloquea el cierre. El problema era que estaba algo oxidado y quedaba atascado, con lo que no sabía si lo estaba abriendo bien o me iba a cargar la llave. Además, la llave se queda dentro del candado, pero eso no lo sabía, así que al ver que no podía sacar la llave una vez abierto, pensaba que algo había hecho mal. Al final pude usar la bicicleta, y desde entonces la empleo todos los días para venir a trabajar. No vivo muy lejos de la universidad, pero caminando me lleva unos 10 minutos aproximadamente y en bici estoy en un par de minutos. Además me sirve para ir al centro, que está un poco alejado.

Las ciudades japonesas son muy apropiadas para andar en bicicleta. Japón es un país muy montañoso, pero las ciudades, por lo que vi hasta ahora, se sitúan en los valles que son muy llanos. Así que no se necesita demasiado esfuerzo para andar en bicicleta. Además, tienen bastantes sitios donde aparcar las bicis. La siguiente imagen es de uno de los aparcamientos que hay al lado de la estación de trenes de Nagano.



En otros sitios vi edificios de aparcamientos para bicicletas. Uno de los problemas al dejar ahí la bici es recordar dónde la aparcaste, porque hay un montón iguales. En una ocasión no me acordaba y estuve cinco minutos paseando por el aparcamiento. Pero me reconforta que no soy el único (mal de muchos consuelo de tontos, pero ayuda), no hace mucho vi a un tío todo desesperado por el aparcamiento y se notaba que no sabía dónde había dejado la bici.

Espero que mi pelirroja no se enfade conmigo y comprenda que un hombre necesita algo entre las piernas durante dos meses. Desde aquí un homenaje a mi pequeña pelirroja.



Besos para ellas y abrazos para ellos.

martes, 16 de octubre de 2007

…pasa un domingo en Nagano

El domingo volví a quedar con los chavales del trabajo. Esta vez fuimos a un festival que había aquí mismo, en Nagano, en la calle que une la estación de trenes con el templo Zenkoo-ji. En estos festivales, en japonés matsuri, se suele pedir por distintas cosas, como evitar desastres naturales o por tener una buena cosecha.




El danzante de la imagen representa a un kirin o león japonés, pero no tengo ni idea de la simbología del baile y tampoco lo sabían los chavales con los que iba. También portan sobre los hombros unos altares de madera o mikoshi.




La verdad es que uno puede comparar esto, salvando las distancias tanto físicas como culturales, con los pasos de semana santa. Al final todos somos humanos y provenimos del mismo origen.

Además de estas costumbres religiosas, en el festival había multitud de eventos culturales, lúdicos y de entretenimiento puro. Algo por lo que tenía curiosidad era ver en directo una actuación de taiko, que son los tambores japoneses, y no me quedé con las ganas.



La música puede parecer monótona, pero a mí me gusta mucho. En una ocasión leí que la música de sonidos graves y rítmicos levanta el ánimo porque se asemeja a los latidos del corazón, y ésta lo consigue.

También estuvimos viendo un espectáculo de un malabarista. El tío hacía maravillas con un paraguas de papel. Girando dicho paraguas, mantenía rodando pelotas y anillos sobre él. Llegados a un punto del espectáculo buscó a un conejillo de indias para que lo ayudara… ya os imagináis a quién cogió… al único gaijin que había por allí cerca.



Después del festival me llevaron a un onsen natural, es decir un balneario, o quizás sea más adecuado llamarlo spa, ahora que está tan de moda en España. En Japón, como todos sabéis, hay mucha actividad volcánica, por lo que existen multitud de onsen naturales. La verdad es que yo tenía mucha curiosidad por ir a un baño japonés, ya fuera natural o no, y por fin tuve la oportunidad. En estos sitios hay que descalzarse a la entrada y luego se pasa al vestuario, donde hay que desnudarse, quedándote nada más que con una pequeña toalla. Después se pasa a una zona de duchas, pero son unas duchas un poco particulares, hay que ducharse sentado delante de un espejo. Una vez limpio ya te puedes meter en el baño. En el onsen que estuvimos había varios baños interiores, pero nosotros salimos al exterior. Allí te puedes quedar relajado durante un buen rato sentado dentro del agua, con el ruido de fondo de una cascada artificial, pero el resultado era el mismo que si fuera natural y, lo mejor de todo, disfrutar las vistas, porque la parte de atrás del onsen daba a una ladera de una montaña poblada por un frondoso bosque en el que se adivinaba el inicio del otoño. Así que allí nos pasamos un buen rato, entre el agua caliente sulfurada, la sauna y el agua helada.

Algo que me llamó la atención es el pudor relativo de los japoneses, y me explico. El vestuario era compartido y además había una mujer dentro limpiándolo y nadie se extrañaba. Sin embargo, cuando caminaban para ir de un baño a otro, llevaban una toalla enana tapándose de una manera un tanto precaria. En fin, un nuevo conocimiento sobre la cultura japonesa.

Siento decir que no tengo fotos del momento onsen, ya sé que alguna lo estaba deseando, pero la humedad ambiental era demasiado alta como para meter la cámara.

Por cierto, para los que creen que estoy engordando con tanta comida, decir que me pesé en la báscula del vestuario y di 79.5 kilogramos. Teniendo en cuenta que en el último reconocimiento médico pesé 86 kilogramos, creo que me está sentando bien la comida de por aquí. De hecho, el otro día tuve que arreglármelas con un punzón, que encontré en el laboratorio, para hacer un agujero más en el cinturón que me traje de España.

Por la noche fuimos a casa de uno de los chavales para cenar nabe, que básicamente es una olla en la que se calienta agua y se echan a cocer verduras, setas, carne, tofu… allí comí por primera vez el nattou, es decir, granos de soja cocidos y fermentados.


Tengo que reconocer que es la primera comida japonesa que no me ha gustado nada. Y no es por la textura viscosa, sino por su sabor. No sé cómo explicarlo, pero dejaba un regusto amargo que no iba conmigo. Dicen que es muy nutritivo y bueno para la circulación sanguínea, pero creo que de momento paso.

Bueno, esto es todo sobre un fin de semana relajado en Nagano.

Besos para ellas y abrazos para ellos.