El domingo por la mañana lo primero que hice fue tomarme una ducha. En estos hoteles, o por lo menos en el que yo estuve, las duchas son comunes, lo malo es que sólo hay dos duchas para todo el hotel. Menos mal que, o la gente no se ducha por las mañanas o ya se habían levantado todos antes que yo, que encontré sitio en una.
Tras esto cogí la línea Yamamote hasta Shibuya. Para salir de la estación lo puedes hacer por la salida Hachikoo. Esta salida da directamente al cruce de Shibuya, uno de los sitios más conocidos de Japón, donde se encuentra, según he leído, el cruce más transitado del mundo (más de un millón de personas al día) rodeado de unas cuantas pantallas gigantes. Este es un tipo de cruce con un paso de peatones en forma de cruz, de manera que hay que frenar todo el tráfico para dejar pasar a los peatones.
Menos mal que yo no llegué a una hora punta. Allí se encuentra la estatua de Hachikoo, dedicada a un perro que se convirtió en leyenda en Tokio, porque iba buscar a su dueño a la estación aún después de 11 años de que éste muriera (el dueño, claro). Ahora es uno de los sitios donde los tokiotas suelen quedar por la facilidad de encontrarlo. Ya veis, en Oviedo tenemos a la gorda (cuya historia no conozco, sólo que también se le conoce como la boterona) para quedar, y aquí tienen a este perro.
A continuación me dirigí a pie hacia el parque Yoyogi. Este es un parque enorme donde, en un domingo soleado como el que tuve la suerte de disfrutar, te puedes encontrar de todo. En un paseo de un rato, porque no tenía más tiempo, me encontré desde grupos de música en la calle (a unos les compré un disco, la verdad es que me parecieron buenos) hasta grupos de teatro ensayando entre los árboles, pasando por unos chavales haciendo acrobacias con unos balones y un señor entrado en años tocando el taiko. Además había un mercadillo donde todos los puestos eran de comida, y muy cerca de allí estaban dando una clase de Tai-chi desde un escenario. En la parte lateral este del parque, a la altura de Harajuku está el Jinguu-bashi. Es una zona en la que los jóvenes tokiotas amantes del cos-play se reúnen para pasar el día. Yo creo que lo hacen para salir en las fotos de los turistas que nos encontrábamos allí, porque realmente había más fotógrafos que chavales disfrazados. De todas formas no deja de ser un espectáculo único en su género. Además de estos chicos, allí también se juntan otros ejemplares como un tío que regalaba abrazos y otro que se pasa el rato bailando delante de una radio las canciones de U2.
Desde aquí me dirigí al santuario Meiji-jinguu, dedicado a la memoria del emperador Meiji y su esposa, que fue el que sacó a Japón de su periodo de aislamiento en el siglo XIX. El santuario se terminó de construir en 1920, pero, como muchas otras cosas en Japón, fue destruido durante los bombardeos de la segunda guerra mundial. Posteriormente se reconstruyó en 1958, exactamente igual al destruido, cosa que no se hizo en todos los casos.
Tras esto volví a coger la línea Yamamote hasta Shinjuku. Esta estación, una de las más transitadas del mundo, está en pleno centro de lo que da a Tokio la imagen que tiene: los grandes edificios. En primer lugar fui al edificio que alberga el gobierno metropolitano de Tokio. Un edificio impresionante que algunos le sacan parecido con un chip electrónico.
Aquí se puede subir hasta los miradores panorámicos de la planta 45 de ambas torres. Este piso queda más o menos a la altura de donde cambia la forma de las torres. El ascenso es gratuito, así que me subí a las dos torres, desde donde se domina la ciudad de Tokio.
Cerca del gobierno de Tokio está el edificio Shinjuku NS, que tiene un patio interior impresionante con una escalera mecánica que hace de puente entre las dos partes del edificio a una altura de 110 metros y además está el reloj, del que dicen que tiene el péndulo más grande del mundo con 29 metros.
Todo esto queda en la parte oeste de Shinjuku. En la parte este se encuentra la zona comercial y hay una plaza al lado de la estación donde había varios espectáculos al aire libre. Tras pasarme un buen rato viendo a un tío haciendo malabares con el diábolo y con dos yo-yos, me fui hacia el hotel para dejar la mochila.
Allí, en el hotel, me encontré con dos españoles que habían pasado la noche como yo, en una cápsula. Eran una pareja de catalanes afincados en Valladolid que estaban dando la vuelta al mundo durante dos meses, empezando por Japón y al día siguiente se iban a Australia. Estos sí que me daban envidia.
Después de charlar un rato con esos chicos me cogí de nuevo la línea Yamamote para ir a la Torre de Tokio. Esta torre no deja de ser un calco de la torre Eiffel, pero no por ello pierde encanto, y sobre todo de noche, como fui yo.
Se puede subir hasta el observatorio principal que se encuentra a una altura de 150 metros, pagando unos 820 yenes, que más o menos queda a la altura de donde pone Tokyo en la imagen. Desde allí se tienen unas vistas preciosas de la ciudad iluminada de noche que, según mi parecer, es cuando más guapas están las ciudades.
Ya sé que la foto no es ninguna maravilla, pero la cámara es compacta y el trípode que llevaba es uno de esos pequeños, que viene bien, pero no se pueden hacer milagros. Desde este primer mirador se puede subir a la plataforma especial de observación, 50 metros más arriba, pero cuando llegué yo ya estaba cerrada, así que me quedé con las ganas, otra vez será.
Como había una cola tremenda para bajar del observatorio, decidí hacerlo a pie. A pesar de estar hecho polvo, lo preferí a tener que esperar durante una hora de pie sin poder hacer nada. Así que me baje los 600 escalones que, muy amablemente (típico japonés), están indicados en cada tramo de escalera.
Cuando llegué abajo fui a coger el metro, que no queda cerca de la torre, cosa que me sorprendió, me refiero a que no estuviera bien comunicada. El caso es que me fui a Roppongi. Este es el barrio de movida por excelencia de Tokio, en el que se encuentran la mayor parte de los extranjeros residentes en esta ciudad para bailar durante toda la noche. O por lo menos eso es lo que pone la guía, porque no lo he comprobado. De todas maneras, me di un paseo por la calle principal y en menos de 15 minutos se me acercaron 10 tíos, ninguno japonés, para ofrecerme entrar en algún club, la mayor parte, por no decir todos, de striptease. Un negro enorme me cogió por banda y no me soltaba, para intentar meterme en un club de bottomless. En fin, eran prácticamente las 11 de la noche y llevaba más de 12 horas caminando por Tokio, así que me cogí el metro para volver al hotel y descansar, porque todavía me quedaba el lunes.
Besos para ellas y abrazos para ellos.
Menudo turista estás hecho, los que viajamos a las xanas y teverga quedanos muy largo lo que describes
ResponderEliminarchus
Puf, cada vez tiene más sustancia este blog.
ResponderEliminarNo te preocupes por las fotos que son una maravilla.
De todas formas sigo pensando, dos meses dando la vuelta al mundo, dos meses... vaya vacaciones. Ya me gustaría a mí.
Un beso.
Qué pasada las panorámicas de la ciudad!! Tienes que probar con esa opción de la cámara, así si las revelas te quedan unas fotos enormes, que quedan más chulis pa decorar tu habita, pa que no se te olvide cómo es Japón, aunque lo dudo mucho.
ResponderEliminarUn besazo enorme (y verde de envidia)
:)
PD: Qué yo,ho? los findes en esas latitudes son hasta el lunes?? :P
PPD: Toy en la facultad peleándome con Fortran, no te trae recuerdos? jejeje