miércoles, 31 de octubre de 2007

…se va de festival

Vaya, me estoy retrasando con las entradas, creo que al final sí que voy a tener cosas para contar cuando vuelva. Es que como ya estoy en los últimos coletazos de la estancia, el trabajo se acumula y tengo menos tiempo para escribir. En fin, voy al grano.

Este domingo fue el primer, y probablemente el único, día que me levante más tarde de las 9:30, en concreto a las 11:30. Prometía ser un día descansado…

Después de desayunar me puse a limpiar un poco la habitación, que ya tocaba, ya sabéis, un soltero de rodriguez en Japón. Eso sí, la dejé como los chorros del oro, si es que soy un buen partido chicas… bueno, mejor lo dejo, que lo del optimismo no es lo mío.

Hacía un día bastante guapo, después de la lluvia del día anterior. Así que, cuando terminé mi tarea con la habitación, me acerqué hasta la zona de la estación de trenes para ir a comer algo a alguno de los restaurantes que hay por allí. Después me fui dando un paseo hasta el Zenkoo-ji, ya que me faltaba hacer una visita al interior del templo y al subterráneo. Sin embargo me encontré con la sorpresa de que la puerta san-mon, que yo había visto hasta ahora con andamios, estaba despejada, aunque no se podía pasar todavía por debajo.

Aquí la tenéis con su nuevo aspecto después de restaurarla, aunque no sé cómo estaba antes.

En el interior del templo no estaban permitidas las fotografías, así que no os lo puedo enseñar, aunque es muy guapo. Ya sabéis, quien lo quiera ver, que se venga. Por debajo del templo se encuentra el okaidan, un pasadizo subterráneo que hay que recorrer totalmente a oscuras y simboliza la muerte y resurrección. La gracia está en buscar la llave de la salvación, que es una especie de asa anclada a la pared. Yo la encontré, así que estoy salvado, puedo estar tranquilo.

Os podría aburrir con la historia del templo, pero creo que lo voy a dejar, ya que estaréis hartos de leer sobre templos.

Después de conseguir la salvación me volví hacia la estación, donde tenía aparcada la bicicleta. Bajé dando un paseo (el Zenkoo-ji está en la parte más alta de la ciudad) mirando tiendas. Quería comprar algún recuerdo, pero es lo de siempre, lo que me gusta es demasiado caro y lo demás son tonterías que puedes encontrar en cualquier sitio. Lo bueno es que me encontré con una friki-tienda, donde venden cosas de segunda mano, incluida una súper-nintendo. Tengo que volver otro día a ver si encuentro algo bueno.

Como ya se estaba haciendo de noche (estos días empieza a anochecer sobre las 16:30, hora local), me vine hasta la universidad para consultar el correo y hacer un poco de tiempo para cenar y marchar pronto para la cama. Sí, de verdad, que yo quería ser bueno…

En la Universidad se celebraba este fin de semana una especie de festival, yo no había ido todavía, en primer lugar porque me pareció que estaba un poco desangelado, cada grupo de chavales tenía su propia carpa cerrada sin más. Además quería descansar, como ya he dejado claro varias veces en esta entrada. Cuando estaba llegando al edificio me encontré con un chaval del grupo y me dijo que fuera a su puesto para cenar. Así lo hice, todavía estaba a tiempo de marchar pronto para la cama… Los chavales hacían la fiesta para recaudar fondos para el viaje de estudios. Me preguntaron si quería volver para tomar algo cuando cerraran el puesto a las 22:00. Bueno, una cerveza y para la cama, me dije. Vine al despacho y volví al poco rato. El caso es que se trataba de terminar las existencias sobrantes de cerveza, así que empezamos a beber… bueno, no sé si debería seguir, porque mi jefa lee esto y puede llevarse una pésima impresión de mi… acertada pero mala. En fin, ya que llegué hasta aquí, voy a seguir. La cosa empezó por jugar a ver quién era capaz de beber más rápido un vaso de cerveza… y acabó con lo que sigue.

Lo dicho, penoso. Y yo que me tenía por un chico tranquilo. Acabé llegando a las 2 de la mañana a la habitación pero ellos siguieron bebiendo. Pero que conste que al día siguiente estaba en el trabajo a las 9 de la mañana para hablar con mi jefe, que volvía después de una semana en Corea, y nos entendimos perfectamente.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

martes, 30 de octubre de 2007

…pasa el sábado en Yudanaka

Este fin de semana me lo he tomado un poco relajado. La verdad es que no me venía mal un pequeño descanso para afrontar las dos últimas semanas de estancia en Japón. Además, hacía casi un mes que la secretaria del instituto donde estoy trabajando, Yamada, me había dicho de ir este fin de semana al ryokan (hostal estilo japonés) que el hermano tiene en Yudanaka. Esta ciudad está bastante cerca de Jigokudani Yaen-Kooen, que creo que se traduce como Parque de los monos salvajes. Se trata de un parque donde residen 200 monos que tienen su propio onsen al aire libre (rotemburo) y, por lo visto, a partir de finales de octubre y principios de noviembre se puede ver a los monos tomándose un baño. Según me dijo el hermano de Yamada, hay gente que viene expresamente a Nagano para ver ese espectáculo.

El problema es que ya había gastado toda mi suerte con el buen tiempo de los fines de semana de Tokio y Kioto, así que este sábado amaneció diluviando. De todas maneras me fui en coche con Yamada y su hijo hasta el famoso ryokan, a ver si cambiaba un poco el tiempo y podía ir a ver los monos. Pero no fue así.

El caso es que Yamada está en una especie de asociación como profesora de idiomas para niños y los fines de semana se juntan en el ryokan del hermano para jugar y hacer ejercicios del colegio. Así que allí estuve con un montón de críos jugando a juegos infantiles japoneses… pensar que le sacaba 12 años al mayor.

La verdad es que me dejaron agotado. Comimos todos juntos una especie de nabe sorpresa. Esto es, una olla en la que se cuecen una especie de fundas preparadas con huevo y harina en las que se mete comida de distintos tipos, como salchichas o fideos. La gracia está en mirar a ver qué te encuentras cada vez que abres una de esas fundas.

Después de comer, el hermano de Yamada, que es un experto en tiro con arco japonés, kyuudoo (literalmente, camino del arco), está en el nivel 6º dan, me estuvo explicando un montón de cosas sobre ese arte. Al lado del ryokan tiene una sala de tiro, preparada en su momento por su abuelo que llegó a ser 9º dan. Voy a intentar contaros un poco de lo que me estuvo contando, aunque no sé si lo recordaré todo. En primer lugar, los arcos que emplean tienen la particularidad de que son asimétricos, es decir, la parte por donde se coge queda más cerca del extremo inferior que del superior. Tradicionalmente están hechos de dos láminas de bambú y en el medio una lámina de una madera de la que no supo traducirme el nombre. Los arcos se diferencian por su altura, aunque no varía demasiado y, sobre todo, por su fuerza.

Desde finales del periodo Edo (1603-1867), en el que hubo una época de paz, el kyuudoo se practica como un arte y no con el objetivo de guerra. Por esta razón los arcos actuales no están preparados para largas distancias. Además, a la hora de realizar el tiro, el cuerpo se mantiene recto, en lugar de inclinado, como sería más conveniente para alcanzar una mayor distancia, por aquello del tiro parabólico (cosas de mi deformación de físico). Sobre las dianas, decir que son de aproximadamente 40-50 cm de diámetro.

La de la izquierda es para los principiantes, ya que resulta más fácil de focalizar que la de la derecha. Además, existe una tercera diana, la dorada que se ve en la foto entre las dos dianas, que se usa en los torneos cuando terminan. Cada uno de los participantes tiene dos intentos para acertarle que, como es lógico, es muy difícil. El sólo lo ha conseguido 5 veces en todo el tiempo que lleva practicando el kyuudoo.

La distancia de tiro hasta la diana es de 27-30 metros, que son, creo, unos 15-16 tatamis (esteras japonesas, tradicionalmente hechas de paja). Esta distancia tiene que ver con la medida del templo sanjuusangen-doo de Kioto, en concreto con la mitad. Por lo visto allí tuvo lugar una especie de exhibición de kyuudoo, pero esta parte no me quedó muy clara, así que prefiero no decir nada más antes de contar alguna mentira.

Al final del todo me hizo una demostración. Pero como no paraba de llover, no pudo ponerse el típico traje de kyuudoo y tampoco hizo un tiro a larga distancia.

La diana que se ve en la imagen está hecha de paja de arroz, amarrada tan compacta que no se pueda salir la flecha por el otro lado. Ahora que veo esta foto, me recuerda otra peculiaridad del tiro con arco japonés. Se trata de la manera de coger la cuerda. En kyuudoo se coge con el dedo pulgar, en lugar de con los otros dedos como es el caso del arco occidental. Esta manera de coger la cuerda obliga a extenderla hasta la oreja derecha en lugar de hasta la ojo, como ocurre en otros arcos.

Al lado del edificio donde tengo la habitación hay una zona de entrenamiento de kyuudoo. Muchas veces cuando llego por la noche me paro un par de minutos a ver cómo se entrenan. Lo hacen de una manera tan lenta con unos pasos determinados, incluyendo los saludos, que parece que nunca van a disparar la flecha.

Tras esta lección de kyuudoo, Yamada me dijo que si quería podía usar el onsen particular que tienen en el ryokan. Así que allí me fui, con la suerte de que estaba yo solo. De cómo usar el onsen ya hablé, así que ahora sólo voy a poner un par de fotos. La primera es de las duchas, que hay que tomar sentados.

Luego te metes en el onsen.

Si pensabais que iba a poner una foto más comprometida, os quedáis con esto, las demás fotos las enseñaré en privado.

De esta manera me quedé bastante relajado, lo justo para volver a Nagano, cenar en un restaurante de ramen y marchar para la cama.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

viernes, 26 de octubre de 2007

…sabe que llega el frío a Nagano

Esta entrada viene un poco atrasada porque el frío llegó por estos lares ya hará unas dos o tres semanas. Pero es que tenía cosas más interesantes para escribir, aunque fueran un poco más aburridas.

El caso es que he encontrado un sistema muy eficaz para saber cuándo el frío se instala por estos lares. Bueno, me diréis que es fácil, no tienes más que sacar la nariz por la ventana por la mañana para saberlo. También podría ser porque se me enfrían las manos cuando cojo lo bicicleta para venir a trabajar. Bueno sí, estos métodos son también muy fiables, pero he encontrado la manera indiscutible de saber que empieza a hacer frío: ir al baño… sí, así es. No sé si os acordáis de una de las primeras entradas en la que os hablé de ese instrumento que nosotros llamamos taza de váter o inodoro (para ser un poco más finos), pero que aquí le dan un sentido más amplio, como una especie de trono… bueno, algunos lo usan como tal también en España, pero eso se sale del tema en cuestión. Como ya os había dicho, la taza que hay en el piso del sitio que trabajo tiene una especie de sensor conectado a la tapa. Pues bien, cuando te sientas en esa taza, la tapa se empieza a calentar… el primer día creí que se había cortocircuitado algo, pero sigue funcionando de la misma manera. Así que supongo que se trata de hacer más confortable la estancia del invitado en el trono. De esta manera sí que daría gusto llevarse una revista al baño.

Aprovecho esta entrada para hablar algo más de los servicios que me fui encontrando. Empezando por la típica taza estilo oriental, que te encuentras en la mayor parte de los sitios, como restaurantes, estaciones e incluso trenes. Tengo que decir que suele haber también servicios estilo occidental y suelen estar indicados en las puertas.

Creo que no dista de muchos servicios con los que me he encontrado por bares y otros sitios de España, pero aquí son más comunes. Acompañando a esta taza, me encontré con el lavabo siguiente.

Al abrir el grifo, sale el chorro de agua desde la parte de arriba. Este tipo de lavabos lo vi varias veces.

Otro estilo de taza de váter que me llamó la atención fue el siguiente.

Al dar la cisterna, el grifo que está encima empieza a echar agua, así que te puedes lavar las manos nada más terminar, ahorrando, además, bastante espacio.

Por último, me encontré con esto en el hostal de Kioto.

La verdad es que nunca me había encontrado con un orinal como este, con tapa y todo.

También os podría hablar de la altura a la que se encuentran. Creo que se puede considerar como una leyenda que los japoneses son todos muy bajos, como siempre, las generalizaciones no son buenas. Buscando por la wikipedia, encontré que la altura media de los varones japoneses es de 1.72 m y el de los españoles 1.73 m, así que no hay mucha diferencia. Sin embargo, sí que noté que, en general, cuanto más viejo parece el servicio, más bajos están los orinales. Así que, a pesar de no tener ahora mismo ninguna referencia, creo que la altura de los varones japoneses puede haber crecido bastante en los últimos años, pero no tengo ninguna prueba de ello.

En fin, ya sé que esta entrada queda un poco escatológica y espero no herir sensibilidades, nada más lejos de mi intención. Pero el tono de las anteriores entradas estaba dejando el blog demasiado cultureta y aburrido.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

jueves, 25 de octubre de 2007

…pasa el fin de semana en Kioto (III)

El domingo volví a levantarme temprano, ya que tenía que aprovechar el día porque el tren hacia Nagoya salía sobre las cinco y media de la tarde y todavía me quedaba mucho por ver. Este día lo dediqué a visitar principalmente la zona oeste de la ciudad.

Cerca del hostal se encontraba otro de los lugares patrimonio mundial de la Unesco, el Hongan-ji, popularmente conocido como Nishi Hongan-ji. Por lo visto, este templo fue fundado en el siglo XIII y originalmente estaba situado en Higashiyama que, como comenté en la anterior entrada, son las montañas al este de Kioto. Se situó en el emplazamiento actual en el año 1591, pero sufrió muchas remodelaciones. Además, parece que hubo muchas intrigas dentro de la escuela budista que albergaba, de manera que se escindió en dos partes. Los disidentes fundaron el Higashi Hongan-ji, unas manzanas al este del primero (Higashi significa este y Nishi, oeste). En estos años hay una parte que está siendo restaurada hasta el 2010, así que no lo pude ver completo. Podría poneros otra foto de un templo, pero creo que ya estoy empezando a aburriros, así que lo dejo de momento.

Tras salir del Hongan-ji, me dirigí caminando hacia el sudoeste de la estación para ir a ver el Too-ji, otro templo patrimonio de la humanidad, que data del año 794 pero, como la mayor parte de los templos, sufrió varios incendios y reconstrucciones. Tuve la suerte de que el 21 de cada mes se celebra el mercado de Kooboo-san. Vendían de todo, desde telas hasta cremas, pasando por comidas de todo tipo, e incluso había unas chicas dando masajes en los pies. Estuve a punto de apuntarme porque mis pobres juanetes se estaban resintiendo de la caminata del día anterior.

En lo que a arte se refiere, dos de las salas del templo (Koodoo y Kondoo) albergan imágenes de buda y otras deidades, que son tesoro nacional de Japón. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue la pagoda.

Se trata de una pagoda de cinco pisos que es el edificio de madera más alto de todo Japón. Se quemó cinco veces, así que la estructura actual data de 1643 y tiene 57 metros de altura.

A continuación fui hasta la estación de tren y cogí un autobús hasta el Nijoo-joo, un castillo, para descansar de tanto templo. Este castillo, también patrimonio de la humanidad, se construyó en 1603 como residencia de Ieyasu, que fue el primer shoogun Tokugawa. Por si alguien no lo sabe, los shoogun fueron gobernadores de Japón durante varios siglos, quitando (o más bien usurpando) el poder a los emperadores.

Dentro del recinto del castillo hay dos palacios, Ninomaru y Honmaru. Tan solo se puede visitar el primero de ellos, pero merece la pena darse un paseo, descalzo por supuesto, por su interior. El recorrido, por pasillos con suelo de ruiseñor (que hacen ruido, para advertir la presencia de enemigos), te permite recrearte con una gran cantidad de biombos pintados. Además tienen expuestos algunos maniquíes representando escenas de la época de los shoogunatos. A pesar de la belleza de las salas de este palacio, yo me quedo con los jardines.

Al salir del recinto de este castillo cogí el autobús hacia el noroeste de la ciudad. Después del descanso de templos, me dirigí hacia mi último repertorio de templos patrimonio de la humanidad. Comencé con el Kankoku-ji. Este templo es quizás uno de los más conocidos de Kioto e incluso de Japón. En la imagen podéis ver por qué se llama Pabellón de Oro.

Al igual que el Ginkaku-ji, este templo fue originalmente una villa de retiro, construida en 1397. Después de sobrevivir a más de cinco siglos de incendios y guerras, en 1950 un monje loco le prendió fuego. El edificio actual se construyó, siguiendo el diseño del original, en 1955.

Relativamente cerca de allí, a unos quince minutos a pie, se encuentra el Ryooan-ji. Concebido como una villa de campo para la clase aristocrática, en 1450 se convirtió en templo, sede de la escuela zen Rinzai. El recinto es realmente grande, ya que incluye parte de las montañas circundantes, con más de 23 subtemplos. Para llegar al templo principal hay que hacer un recorrido por los jardines, en los que hay un lago artificial, con unos nenúfares enormes (eso creo, porque mis conocimientos de botánica no pasan de las margaritas y dientes de león) e incluso una pequeña isla con un templo. Lo más destacado del Ryooan-ji es el jardín zen de estilo karesansui, es decir, paisaje seco. Este jardín está formado por una extensión rectangular de grava blanca en la que descansan 15 rocas en cinco grupos sin ningún árbol, y pretende simbolizar un tigre cruzando un río en la montaña con sus cachorros. No sé, nunca fui bueno para el arte abstracto, así que, juzgar por vosotros mismos.

La imagen no le hace justicia, pero era bastante difícil sacar fotos en el espacio que dejan para observarlo.

A otros quince minutos caminando desde allí se encuentra el Ninna-ji. Tras pasar por una impresionante puerta de entrada budista, bajo la cual se estaba celebrando un concierto de taiko, te encuentras con un gran camino de grava que te lleva hacia los templos y una pagoda de cinco pisos. Sin embargo, para mí, la joya de este templo es un edificio situado a la izquierda de la entrada. El templo empezó a construirse en el periodo Heian (794-1192) y completado en 888. En el siglo XVII se reconstruyó y además se trasladó aquí el vestíbulo principal del palacio imperial. Esta última construcción es un complejo de edificios entre los cuales se accede por medio de pasarelas de madera cubiertas.

Ciertamente una verdadera joya, no sólo por los edificios, sino también por los jardines aledaños. Al menos de esta manera se puede visitar una pequeña parte de los palacios imperiales, aunque sea fuera de sus recintos, ya que, de otro modo, no es posible.

Por último, antes de coger el tren me fui al mercado Nishiki. Esto es una calle cubierta muy animada cerca del centro de la ciudad en la que se vende comida de todo tipo. Disfruté como un enano viendo los puestos de comida e incluso me atreví a coger un pincho de una especie de pasta de pescado.

Como resumen, decir que Kioto es una ciudad impresionante por toda la cultura que se encierra en su interior y también en su exterior, ya que aún me quedó por ver algunos de los lugares patrimonio de la humanidad emplazados en las afueras. No se trata de una ciudad muy grande, apenas 1400000 habitantes, pero la cantidad de templos es ingente. Así que, una estancia de dos días, a pesar de la intensidad con que la viví, apenas sirve para hacerte de una idea de lo que fue esta ciudad dentro de la historia de Japón. Si me permitís una comparación, es como intentar rayar la superficie de un diamante con una piedra de carbón, tan solo puedes mancharla (y esto tiene bastantes dobles significados para mí). Eso sí, el dolor de juanetes después de dos días caminando por terreno duro era tan intenso que no me dejó pegar ojo en el viaje de vuelta a Nagano. Con tanto templo, si algún día me opero, van a ser los huesos más santos que jamás haya quitado el cirujano.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

martes, 23 de octubre de 2007

…pasa el fin de semana en Kioto (II)

El sábado me levanté temprano y, después de tomar un desayuno estilo inglés en una cafetería japonesa cercana al hostal, me fui en autobús hasta las cercanías del templo Ginkaku-ji, el Pabellón de Plata. Construido originalmente en 1482 como una villa, la primera intención era la de cubrirlo de plata en contraposición al templo Kinkaku-ji (cubierto de oro), pero de éste hablaré más adelante. La idea se abandonó y la villa se convirtió en un templo.

Quizás porque fue el primer templo que visité en Kioto, por su sencillez o por sus jardines, pero creo que este fue el sitio que más me gustó de Kioto. El recorrido por sus jardines te llena de paz a pesar de la cantidad de gente que había incluso a esas horas de la mañana. Una constante en los jardines que hay en los alrededores de los templos es la presencia de lagos artificiales pero con una apariencia que hace preguntarte si realmente lo son o, por caprichos de la naturaleza, se formaron de esa manera. Otro elemento bastante característico en los templos de Kioto es el de los jardines zen, es decir jardines de arena y piedra.

Por cierto, este templo es uno de los 17 lugares de Kioto declarados patrimonio mundial por la Unesco.

Tras visitar este templo, situado al nordeste de la ciudad, me dirigí hacia el sur, a Nanzen-ji. Me dirigí hacia allí, a pie por el Tetsugaku no michi, el camino de la filosofía.

Un paseo de media hora, a la vera de un canal de agua, alargado por la visitas a Honnon-ji y Otojo-ji. Dos pequeños templos cercanos al paseo, situados en la ladera de la montaña que queda al este de la ciudad. Por no ser tan conocidos, están menos concurridos y se pueden disfrutar tranquilamente.

El Nanzen-ji es un templo bastante grande, pero yo me quedo con el paseo que proponía la guía a un lugar de peregrinaje, cercano al templo principal. Caminando unos diez minutos por una senda que se interna en las montañas se llega a este punto.

Por lo visto, bajo esta cascada se sientan a meditar algunos intrépidos peregrinos incluso en invierno. Yo tuve la suerte o la desgracia de no ver ninguno, me hubiera entrado frío sólo de verlo, y eso que hacía buen tiempo y una temperatura fresca pero agradable.

Después de esto me desvié un poco hacia el centro de Kioto, hasta el Heian-jinguu. Esto es un complejo de templos sintoístas que se construyó en 1895 en conmemoración del 1100 aniversario de la fundación de Kioto. Sin embargo, quizás lo que más sorprenda es el impresionante torii de acero que hay en la entrada.

Tras una breve visita a este santuario, me volví otra vez hacia el este, en dirección al templo Chion-in. Por el camino me paré en un restaurante para comer algo. Allí entablé conversación con un hombre occidental que estaba terminando de comer, pero me costó mucho hablar con él. Empezó a preguntarme si había dormido en un llos jostoo, hasta que me di cuenta de que se refería a los albergues juveniles (youth hostel) tardé un buen rato y cuando le pregunté de dónde era me dijo que de Gasha, volví a tardar un buen rato hasta que supuse que se trataba de Rusia. Otro acento más para la saca. Aquí quiero remarcar que no me estoy burlando del acento de la gente de otros países, porque el mío debe ser penoso. Es una simple muestra de las dificultades que me encuentro a la hora de comunicarme, sobre todo cuando estás acostumbrado a oír japoneses y te cambian el acento.

Después de este paréntesis lingüístico me acerqué hasta Chion-in, en el que se encuentra la entrada a un templo budista, san-mon, más grande de todo Japón.

En este templo di una vuelta por los jardines, donde se encuentra la campana más grande de Japón, 17 monjes son necesarios para hacerla repicar, ríete tu del botafumeiro de Santiago.

En estos jardines entré en un pequeño templo secundario, para lo que tuve que descalzarme. Cuando salí y me senté para volver a calzarme, se sentó al lado mío un hombre, japonés, que empezó a hablarme. Es increíble lo que se puede hablar cuando los interlocutores ponen empeño en hacerlo. Entre mi pobre japonés y gracias a la gesticulación, logramos charlar un poco de lo guapo que estaba el bosque en otoño y de lo difícil que es el japonés.

Después de este templo continué mi paseo hacia el sur paseando por unas calles estrechas y empinadas atestadas de gente que va de tienda en tienda de recuerdos. También te puedes encontrar con una estampa como siguiente.

Podría jactarme de haber visto a una geisha o, en el dialecto de Kioto, una geiko, sin embargo dudo mucho que esta mujer lo fuera. Había un fotógrafo haciéndole fotos y estaba a la vista de todo el mundo. Según leí en el blog de Yito y Vito, existen empresas que se dedican a vestir a mujeres a la manera de una geiko y luego se pasean con un fotógrafo detrás, para hacer un álbum de fotos de ese día inolvidable en el que se convirtió por unas horas en una geiko.

Mi paseo me llevó a Kiyomizu-dera. Probablemente no os suene de nada, pero este lugar estuvo nominado para ser una de las nuevas siete maravillas del mundo. Además es otro de los emplazamientos incluidos en la lista del patrimonio mundial de la Unesco. Se trata de un complejo de templos y pagodas en un recinto situado en la ladera de las montañas del este de Kioto (Higashiyama). El templo original fue construido en 798, pero la parte más característica es el Hondo, construido en 1633 sobre el bosque, siendo un ejemplo de la arquitectura kake-zukuri, es decir, una especie de voladizo sustentado por cientos de pilares de madera.

Desde el balcón de este edificio se tiene una bonita vista de la ciudad de Kioto. Debajo del Hondo está la Otowa-no taki, que más o menos viene a ser la cascada de Otowa y fue el origen del templo, ya que aquí un monje budista vio a la diosa de la misericordia Kannon. Beber el agua sagrada de la cascada tiene propiedades curativas, así que yo no fui menos y probé el agua milagrosa. De momento no siento nada especial.

Continuando mi peregrinación particular hacia el sur llegué a Sanjuusangen-doo. Este es un templo/palacio construido en 1164 y reconstruido, tras sufrir un incendio, en 1266. El edificio es estrecho y alargado, y en su interior alberga 1001 estatuas de la diosa Kannon (de la que acabo de hablar). Su nombre hace referencia a los 33 (sanjuusan) tramos entre los pilares del edificio. La estatua principal, de mayor tamaño, está flanqueada por 500 estatuas a cada lado. Aparentemente las estatuas son todas iguales, pero si uno se fija en los detalles, se da cuenta de que cada una posee alguna característica que la diferencia de las demás. Cada estatua, de madera de ciprés, tiene mil brazos. Tal vez sea una exageración, porque en realidad tienen 40, pero cada uno salva 25 mundos, así que de esa manera sí salen las cuentas. Además, situadas enfrente de las 1000 estatuas hay otras 28 de deidades guardianes de todo tipo. Lamento no tener ninguna imagen de cosecha propia pero no dejaban hacer fotografías en el interior.

Cuando salí de este edificio ya se estaba haciendo de noche, así que me volví en dirección norte, siempre al este de la ciudad, hacia Gion. Este es un barrio internacionalmente conocido por ser donde se encuentras algunas de las casas de té donde trabajan las maiko y geiko. Merece la pena acercarse a este barrio de noche, porque es quizá cuando mejor luce. Dejé atrás la calle principal atestada de gente, tanto turistas como autóctonos, y me encontré de sopetón con una serie de callejones estrechos que representaban a la perfección la imagen que se tiene del Japón tradicional. Suelos empedrados, casas de madera y canales de agua.

La verdad es que se respiraba una paz que resulta increíble teniendo en cuenta el bullicio que había dos calles más allá. Ahora si puedo decir que tuve la suerte de ver una geiko por la calle, aunque no pude hacerle ninguna foto que le haga justicia, por lo que no voy a ponerla aquí. De hecho, viendo la prisa que mostraba a pesar de la gente que intentaba hacerle alguna foto, me pareció que era una violación de su intimidad intentar sacarle más fotos, así que decidí no intentarlo.

Tras dar un largo paseo por Gion, rehíce el camino hasta Kiyomizu-dera para poder disfrutar del camino sin apenas gente. Por el camino me encontré con esto.

Esta es la pagoda Yasaka. Quizás si la hubiera visto de día no me hubiera llamado tanto la atención, pero iluminada de noche tenía un encanto que difícilmente lo tendrá de día.

Tras este paseo nocturno volví al hostal. Camino de él di un pequeño rodeo para poder poner la nota friki del fin de semana.

Por si no lo veis bien, creo que logré solucionar ya lo de que se puedan ver las imágenes en grande. Resulta que en Kioto nació Nintendo, que supongo conoceréis todos. Al parecer, antes de ser una empresa puntera en consolas y videojuegos, Nintendo empezó como una empresa dedicada a fabricar juegos de cartas, y aún lo sigue haciendo. Encontré el edificio gracias a las indicaciones del blog de kirai. Está un poco apartado de los edificios turísticos, así que hay que tener un grado alto de frikismo para dar con él, sobre todo por el frío que hacía y que no tenía jersey (había dejado la sudadera en el hostal).

Hasta aquí el sábado de este intenso fin de semana. Un gran día entre templo y templo. Mi cuerpo empezaba a resentirse porque fueron casi catorce horas caminando casi sin descanso, y aún me quedaba el domingo.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

lunes, 22 de octubre de 2007

…pasa el fin de semana en Kioto (I)

Vaya, creo que voy a ir un poco retrasado con este diario. Hoy, lunes 21, he estado repasando algo de papeleo y no me ha dado tiempo para escribir nada, así que voy a empezar a describir mi estancia en Kioto y hasta donde pueda llegar.

El viernes por la mañana, antes de venir al trabajo, empaqueté en mi mochila un par de mudas, la cámara de fotos y, sí ya lo sabéis, mi querida guía Lonely Planet. Seré pesado y estaré haciendo publicidad gratis, pero tengo que reconocer que hasta ahora no me ha fallado en mis pequeñas excursiones por este país. De esta manera, por la tarde después de trabajar (recalco este hecho por las dudas de alguno, aquí vuelvo a amenazar con otra entrada sobre curro), me fui a la estación para estar casi cuatro horas metido en dos trenes hasta Kioto, vía Nagoya.

Saliendo a las horas que salí de Nagano, llegue a Kioto de noche. Pero ese fue un buen momento para ver en todo su esplendor un símbolo de la modernidad de esa ciudad frente a toda la historia que encierran sus edificios milenarios.

La Torre de Kioto es probablemente el edificio más alto de Kioto, aunque no tengo el dato concreto, así que no me hagáis mucho caso. Tampoco sé si se puede subir, pero ya tuve bastantes edificios altos en Tokio. Tras hacer esta foto nada más salir de la estación de Kioto (otro edificio moderno impresionante, pero siento decir que no tengo ninguna foto como es debido) apenas me dio tiempo para ir al hostal en el que tenía reserva para las dos noches. El Tour Club es un sitio muy recomendable para viajeros solitarios así como grupos, ya que tiene dormitorios de varios tamaños, a pesar de lo pequeño que es, y sobre todo resulta muy recomendable su precio, apto para viajeros con pocos posibles. Si vas en grupo se puede estar en una habitación con intimidad y si vas solo, puedes entablar conversación con gente de todo el mundo. En mi caso estuve charlando con un escocés, aunque no sé cómo lo hicimos, con mi mal inglés y su acento. Cuando yo le pedía disculpas por mi nivel de inglés, él se disculpaba también por la misma razón.

Creo que por hoy voy a dejarlo aquí. Ya sé que es una entrada muy corta, pero prefiero dejar el sábado para una entrada (o dos) aparte.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

jueves, 18 de octubre de 2007

…se mueve por Nagano

Hacía tiempo que quería hablaros del medio de transporte que más uso por las calles de Nagano.




Así es, se trata de una típica bicicleta japonesa. El segundo día después de llegar a Japón, mi jefe me dio unas llaves diciéndome que podía usar esta bicicleta, que pertenece al laboratorio, mientras estuviera por Japón. Los primeros días no la pude usar y, si os preguntáis por qué, la respuesta se encuentra en las siguientes imágenes.


Aquí está el planteamiento del problema: tengo una bici con un candado y unas llaves y la única información es que la llave que hay que usar es la plana. Ahora es cuando os podéis reír de mí, estuve cuatro días intentando abrir el maldito candado…sí, cuatro días. Claro, soy un hombre, no podía preguntar cómo diablos se abría, sobre todo después de haber quedado como un idiota con lo del agua caliente. Al final conseguí abrir el dichoso candado, después de intentarlo de un montón de maneras. Hay que meter la llave en una ranura, pero además hay que moverla lateralmente mientras se desbloquea el cierre. El problema era que estaba algo oxidado y quedaba atascado, con lo que no sabía si lo estaba abriendo bien o me iba a cargar la llave. Además, la llave se queda dentro del candado, pero eso no lo sabía, así que al ver que no podía sacar la llave una vez abierto, pensaba que algo había hecho mal. Al final pude usar la bicicleta, y desde entonces la empleo todos los días para venir a trabajar. No vivo muy lejos de la universidad, pero caminando me lleva unos 10 minutos aproximadamente y en bici estoy en un par de minutos. Además me sirve para ir al centro, que está un poco alejado.

Las ciudades japonesas son muy apropiadas para andar en bicicleta. Japón es un país muy montañoso, pero las ciudades, por lo que vi hasta ahora, se sitúan en los valles que son muy llanos. Así que no se necesita demasiado esfuerzo para andar en bicicleta. Además, tienen bastantes sitios donde aparcar las bicis. La siguiente imagen es de uno de los aparcamientos que hay al lado de la estación de trenes de Nagano.



En otros sitios vi edificios de aparcamientos para bicicletas. Uno de los problemas al dejar ahí la bici es recordar dónde la aparcaste, porque hay un montón iguales. En una ocasión no me acordaba y estuve cinco minutos paseando por el aparcamiento. Pero me reconforta que no soy el único (mal de muchos consuelo de tontos, pero ayuda), no hace mucho vi a un tío todo desesperado por el aparcamiento y se notaba que no sabía dónde había dejado la bici.

Espero que mi pelirroja no se enfade conmigo y comprenda que un hombre necesita algo entre las piernas durante dos meses. Desde aquí un homenaje a mi pequeña pelirroja.



Besos para ellas y abrazos para ellos.

martes, 16 de octubre de 2007

…pasa un domingo en Nagano

El domingo volví a quedar con los chavales del trabajo. Esta vez fuimos a un festival que había aquí mismo, en Nagano, en la calle que une la estación de trenes con el templo Zenkoo-ji. En estos festivales, en japonés matsuri, se suele pedir por distintas cosas, como evitar desastres naturales o por tener una buena cosecha.




El danzante de la imagen representa a un kirin o león japonés, pero no tengo ni idea de la simbología del baile y tampoco lo sabían los chavales con los que iba. También portan sobre los hombros unos altares de madera o mikoshi.




La verdad es que uno puede comparar esto, salvando las distancias tanto físicas como culturales, con los pasos de semana santa. Al final todos somos humanos y provenimos del mismo origen.

Además de estas costumbres religiosas, en el festival había multitud de eventos culturales, lúdicos y de entretenimiento puro. Algo por lo que tenía curiosidad era ver en directo una actuación de taiko, que son los tambores japoneses, y no me quedé con las ganas.



La música puede parecer monótona, pero a mí me gusta mucho. En una ocasión leí que la música de sonidos graves y rítmicos levanta el ánimo porque se asemeja a los latidos del corazón, y ésta lo consigue.

También estuvimos viendo un espectáculo de un malabarista. El tío hacía maravillas con un paraguas de papel. Girando dicho paraguas, mantenía rodando pelotas y anillos sobre él. Llegados a un punto del espectáculo buscó a un conejillo de indias para que lo ayudara… ya os imagináis a quién cogió… al único gaijin que había por allí cerca.



Después del festival me llevaron a un onsen natural, es decir un balneario, o quizás sea más adecuado llamarlo spa, ahora que está tan de moda en España. En Japón, como todos sabéis, hay mucha actividad volcánica, por lo que existen multitud de onsen naturales. La verdad es que yo tenía mucha curiosidad por ir a un baño japonés, ya fuera natural o no, y por fin tuve la oportunidad. En estos sitios hay que descalzarse a la entrada y luego se pasa al vestuario, donde hay que desnudarse, quedándote nada más que con una pequeña toalla. Después se pasa a una zona de duchas, pero son unas duchas un poco particulares, hay que ducharse sentado delante de un espejo. Una vez limpio ya te puedes meter en el baño. En el onsen que estuvimos había varios baños interiores, pero nosotros salimos al exterior. Allí te puedes quedar relajado durante un buen rato sentado dentro del agua, con el ruido de fondo de una cascada artificial, pero el resultado era el mismo que si fuera natural y, lo mejor de todo, disfrutar las vistas, porque la parte de atrás del onsen daba a una ladera de una montaña poblada por un frondoso bosque en el que se adivinaba el inicio del otoño. Así que allí nos pasamos un buen rato, entre el agua caliente sulfurada, la sauna y el agua helada.

Algo que me llamó la atención es el pudor relativo de los japoneses, y me explico. El vestuario era compartido y además había una mujer dentro limpiándolo y nadie se extrañaba. Sin embargo, cuando caminaban para ir de un baño a otro, llevaban una toalla enana tapándose de una manera un tanto precaria. En fin, un nuevo conocimiento sobre la cultura japonesa.

Siento decir que no tengo fotos del momento onsen, ya sé que alguna lo estaba deseando, pero la humedad ambiental era demasiado alta como para meter la cámara.

Por cierto, para los que creen que estoy engordando con tanta comida, decir que me pesé en la báscula del vestuario y di 79.5 kilogramos. Teniendo en cuenta que en el último reconocimiento médico pesé 86 kilogramos, creo que me está sentando bien la comida de por aquí. De hecho, el otro día tuve que arreglármelas con un punzón, que encontré en el laboratorio, para hacer un agujero más en el cinturón que me traje de España.

Por la noche fuimos a casa de uno de los chavales para cenar nabe, que básicamente es una olla en la que se calienta agua y se echan a cocer verduras, setas, carne, tofu… allí comí por primera vez el nattou, es decir, granos de soja cocidos y fermentados.


Tengo que reconocer que es la primera comida japonesa que no me ha gustado nada. Y no es por la textura viscosa, sino por su sabor. No sé cómo explicarlo, pero dejaba un regusto amargo que no iba conmigo. Dicen que es muy nutritivo y bueno para la circulación sanguínea, pero creo que de momento paso.

Bueno, esto es todo sobre un fin de semana relajado en Nagano.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

lunes, 15 de octubre de 2007

…pasa un sábado en Nagano

Este fin de semana decidí quedarme en Nagano, sobre todo después de la paliza que me di la semana pasada por Tokio.

Me levanté bastante tarde, bueno, tarde para lo que me levanto habitualmente, las 9:30, porque había quedado con unos chavales para dar una vuelta. Me llevaron hacia la zona de Togakushi, de la que ya os hable en otra entrada. Por cierto, ahora está más avanzado el otoño que cuando yo fui y está mucho más guapo, con los colores típicos de esta época del año.



Allí hay museo dedicado a la soba. Soba son una especie de fideos hechos a partir de una mezcla de harina de trigo y trigo sarraceno, o por lo menos eso es lo que pone en los folletos y en la wikipedia. Se trata de un alimento muy popular en Japón, y en la prefectura de Nagano se prepara la mejor soba del país, al menos eso fue lo que me dijeron, claro que los chavales son de la zona. En el museo en cuestión no se trata sólo de ir viendo imágenes o los distintos artefactos que se usan para su preparación, sino que se trata de hacerlo uno mismo. Así que ahí nos pusimos los cuatro que íbamos a preparar esos fideos.

En primer lugar se mezclan los dos tipos de trigo añadiendo poco a poco agua. Luego se amasa con las manos preparando finalmente una bola. A continuación se extiende esa bola encima de una tabla, con ayuda de un listón cilíndrico de madera.



La foto no tiene muy buena calidad, pero esta vez tengo excusa, no la hice yo. La torta que resulta, después de mucho enrollar y desenrollar la pasta en torno al listón, se dobla varias veces y luego se cortan los fideos.

Al final te cuecen la soba que te acabas de preparar y te la comes, dando como resultado esto.



En resumen, otro tipo más de restaurante en el que tienes que prepararte tú mismo la comida, llevado hasta el extremo. Lo cierto que es que te pasas un rato entretenido preparando soba.

Aquí tengo que hacer un apunte de cómo hay que comer soba. La primera vez que lo hice fue en un restaurante de Matsumoto, cuando fui con Nacho el fin de semana que estuvimos por estos lares. La bandeja que me trajeron fue esta.



Lo de arriba a la izquierda es tempura. La forma de comer soba es verter las verduras y el wasabi (no sé si hay traducción para esta palabra, pero es una especie de pasta muy picante) en un cuenco donde hay una salsa (creo que de soja), que es lo que hay en la esquina inferior izquierda. A continuación se van cogiendo los fideos de soba con los palillos, se remojan en la salsa y se comen. Fácil… Pero, como se suele decir, el que no sabe es como el que no ve. Cuando la comí por primera vez, lo que hice fue comer en primer lugar la verdura, a continuación el wasabi (a pelo, así que tuve que beber agua entre medias) y luego vertí la salsa sobre la soba. Lo mejor de todo es que la soba se sirve sobre unos recipientes que tienen una rejilla de bambú y sin culo, con lo cual se me fue toda la salsa por el fondo, menos mal que estaba la bandeja. Cuando me hicieron la fiesta de bienvenida, el plato que pusieron fue precisamente soba y, cuando los vi a todos comerla como os conté antes, me di cuenta de que algo había fallado en mi forma de hacerlo en Matsumoto. No os imagináis lo que se han reído de mi cuando les conté lo que me había pasado en aquella ocasión.

Después de este museo volvimos a Nagano y fuimos a una zona que se llama Kawanakajima. Aquí tuvieron lugar cinco batallas entre samuráis en el siglo XVI, en las que se enfrentaron los clanes liderados por dos importantes daimyo (señores feudales) de la época: Uesugi Kenshin y Takeda Shingen. Actualmente, hay un parque en la zona y un museo que recuerda esas cinco batallas. Lo malo es que se trataba de un museo en el que se exhibían sobre todo paneles informativos que, por supuesto, estaban en japonés, así que me enteré de muy poco.

Para terminar el día nos fuimos a una especie de sala de juegos, en la que la atracción estrella era una zona para practicar con el bate de beisbol. El beisbol es uno de los deportes más seguidos en Japón, supongo que a partir de la dominación americana posterior a la segunda guerra mundial. Pues allí me tenéis intentando acertarle a una condenada bola, lanzada por una máquina, con un bate de beisbol por primera vez en mi vida. Ni que decir tiene que, de quince bolas, acerté a tres y de refilón. La verdad es que es más difícil de lo que pensaba, de todas formas, todavía no le cogí gusto a esto del beisbol, creo que se lo dejo para los yanquis.

Y hasta aquí el sábado de este fin de semana tranquilo.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

viernes, 12 de octubre de 2007

…se va de tabehodai

Después de la anterior entrada que me salió bastante ñoña, os voy a contar cómo me fui ayer de cena con los compañeros de trabajo.

Una de las cosas que me gustan de Japón es la cantidad de restaurantes diferentes que hay (no sé si esto ya lo puse en alguna otra entrada), así como tipos diferentes de menús. Ya os había hablado de las dos veces que fui de cena en plan de beber todo lo que se quiera. Pues ayer me fui en plan de comer todo lo que se quiera. Esto recibe el nombre de tabehodai, cuya idea se puede traducir como comer tanto como quieras por xxxx yenes; en el caso de beber lo que se quiera se dice nomihodai. En japonés, comer se dice taberu y beber nomu, pero no sé lo que significa exactamente hodai.

Bueno, en la práctica, cuando pides un menú tabehodai, se limita a un tipo de comida. En nuestro caso éramos cuatro y cogimos dos menús diferentes, uno era algo así como sabu-sabu y el otro sukiyaki, los dos con carne de cerdo y de buey. En ambos casos hay que cocinar uno mismo la comida en unas cacerolas. En el primer caso la cacerola contiene agua y se trata de verter verduras de todo tipo en ella y luego coger con los palillos las lonchas, muy finas, de carne y cocerlas (sabu significa cocer). Una vez cocidas, para lo que se tarda apenas unos segundos, se pasan por una salsa y se come.


En el segundo, se vierten las verduras y la carne en la cacerola, pero con poco agua y una especie de salsa, después se bate un huevo en un cuenco, que se llama sara. A continuación se va comiendo pasando la carne por el huevo batido.



De esta manera vas comiendo todo lo que quieras siempre dentro del menú que has pedido durante un tiempo prefijado, que en el restaurante al que fuimos era de dos horas. Y lo que me resultó más increíble fue el precio, 2700 yenes, que al cambio son unos 16.50 €. Ya me diréis dónde encontráis un restaurante en España por el que cenes por ese precio, y encima todo lo que quieras.

Bueno, como ya dije en otra entrada, aunque no recuerdo cuál, ya veis que, al contrario de lo que pensaba alguna gente, no estoy pasando hambre por estos lares.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

…pasa la primera mitad de su estancia en Japón

Ayer hizo el día número 33 desde que llegué a Nagano y me quedan otros 33 días. Así que a partir de ahora la cosa va cuesta abajo. Hasta el momento no he sentido demasiado la morriña, lo cual me parece que es bueno, teniendo en cuenta la lejanía y la soledad, aunque uno siempre tiene altibajos. La verdad es que no he tenido mucho tiempo para sentirla. Por semana trabajando y los fines de semana intentando conocer un poco este país. Porque, aunque alguno no se lo crea todavía, el objetivo principal de estos dos meses era trabajar. Ya me gustaría a mí tener dos meses de vacaciones para dedicarme a viajar por Japón.

Esta entrada era sólo para recordar de alguna manera esta fecha. Y también aprovecho para agradeceros a todos los que habéis leído el blog, vuestro apoyo. Ya sé que sólo son dos meses, y pasan rápido, pero el escribir esto y que alguien lo lea, me ayuda a recordar todo lo que estoy viviendo. La parte mala del asunto es que no voy a tener muchas cosas para contar cuando vuelva, ya que, en el blog, estoy escribiendo casi todo lo que hago. No sé, a partir de ahora debería guardarme algunas cosas para hacerme el interesante…

Por cierto, que sepáis que, aunque no los conteste, leo todos los comentarios que hacéis, así que tener cuidado con lo que decís.

En fin, gracias por todo.

Besos para ellas y abrazos para ellos

(Si alguna quiere abrazos o alguno quiere besos, que lo diga, tengo de todo)

jueves, 11 de octubre de 2007

…pasa el fin de semana en Tokio (III)

El lunes tenía pensado levantarme muy temprano para ir a la lonja Tsukiji, pero los chicos que conocí el día anterior me habían dicho que cerraba el lunes. Claro, como ya os había dicho, era día festivo en Japón. Así que me no me levanté tan pronto como tenía en mente.

De todas maneras, cuando salí del hotel me encontré con que estaba lloviendo a mares. Ya era demasiada suerte tener tres días seguidos de buen tiempo. Así que decidí darme una vuelta en la línea Yurikamome para conocer Odaiba. Esta línea, que sale de la estación de Shimbashi no es ni un tren ni un monorraíl, es una especie de autobús metido en un carril elevado que, además, es automático, es decir, no tiene conductor. De esta manera, te puedes sentar en la parte de adelante para disfrutar del paisaje urbano por el que se mueve este autotrén, por llamarlo de alguna manera (perdonar por la calidad de las imágenes, pero había poca luz y no había manera de parar el tren para poder hacer una foto en condiciones).



La línea sale del centro de Tokio y cruza la bahía de Tokio por el Rainbow Bridge, un puente colgante de 570 metros entre los pilotes, que une la ciudad de Tokio con la isla artificial de Odaiba, por medio de una carretera, una línea de tren y la línea Yurikamome. Este puente aparece en la foto que hice desde la torre de Tokio de noche.



La isla fue inicialmente construida en 1853 para defender la ciudad de posibles ataques marítimos. Actualmente, desde la décadas de los '80 y '90 del siglo pasado, la isla aloja un montón de grandes edificios, centros comerciales y algunos museos. Para dar la nota friki del día, en una ocasión leí que aquí es donde se rodó el mítico programa, repuesto hace poco por cuatro, Humor Amarillo.

Lo que de verdad me gustó de esta isla fueron los edificios, en ocasiones extravagantes, que la pueblan. Y para muestra, un par de botones.




Además, en esta isla también están una réplica de la estatua de la libertad y una noria enorme (que también se ve en la imagen que puse de Tokio de noche). Así que uno puede, en un mismo día darse un paseo por París (Torre de Tokio), San Francisco (Rainbow Bridge), Nueva York (réplica de la Estatua de la Libertad) y Londres (noria Palette Town).

Tras volver de este recorrido cogí el shinkansen de regreso a Nagano, porque la lluvia, lejos de amainar, se volvía más fuerte.

Y hasta aquí el fin de semana en Tokio. Un fin de semana es muy poco para conocer esta ciudad, apenas se puede rallar la superficie. Me faltaron por conocer Ikebukuru, Harajuku, la lonja Tsukiji, Ueno y sus museos… en fin, espero tener oportunidad de visitar todo esto más adelante.

Besos para ellas y abrazos para ellos.