jueves, 27 de septiembre de 2007

…se ducha en Japón

Una de las cosas que tenía pendiente para contaros era cómo es el grifo de utilidad múltiple. Y, como esta semana no me han hecho ninguna fiesta de bienvenida (ya iba siendo hora), pues tengo que rellenar el blog con algo.


Ya sé que la foto no es demasiado buena, cosa que digo por adelantado para los críticos fotográficos. Pero imaginaros cómo hay que hacer para sacar una foto en un habitáculo de plástico de metro por metro, y no es ninguna exageración, es una estimación muy fiable, creerme. No es que me queje de la habitación, porque, para ser en Japón, yo me esperaba algo más pequeño. Pero el baño es de lo más incómodo.

Si miráis en la imagen, esa especie de interruptor que hay delante de los reguladores es lo que sirve para cambiar el agua del grifo a la ducha. Lo malo es cuando se me olvida puesto para la parte de la ducha con la cortina descorrida… El caso es que debe ser algo más corriente de lo uno pueda pensar, porque en el hotel de Sendai el baño era de las mismas características. En fin, lo que hay que hacer para ahorrar espacio.

Abrazos para ellos y besos para ellas.

martes, 25 de septiembre de 2007

…pasa el fin de semana en Sendai (II)

Aquí va la segunda entrega de cómo Nacho y yo pasamos nuestro segundo fin de semana en Japón.

A Nacho le dijeron que un buen sitio para visitar era la bahía de Matsushima. Resulta que este lugar es uno de los considerados como Nihon Sankei (Las tres maravillas naturales de Japón), clasificación que viene a ser parecida a la de Las Siete Maravillas. Sin mayor problema nos dirigimos hacia este lugar en un tren tipo cercanías. Al salir de la estación fuimos a la oficina de turismo donde lo primero que nos preguntaron fue que de dónde éramos, y así el señor de la oficina se dirigió a nosotros en un bastante correcto castellano, con acento sudamericano.

En la bahía hay unas 264 islas, pobladas en su mayor parte tan solo por pinos. Se puede dar una vuelta en barco, pero nosotros, ante la duda de si nos marearíamos o no, y sobre todo, porque era demasiado largo y no teníamos tiempo, no montamos en el barco. Sin embargo, a las islas principales, o las más conocidas, se puede acceder a pie. Así que hacia ellas nos dirigimos.




Esta es la isla de Oshima (creo que –shima viene de jima que significa isla, así que decir isla de
Oshima es redundante), la cual fue lugar de recogimiento de monjes budistas, de manera que está repleta de imágenes de buda, cuevas para meditar y pequeños templos. En esta isla existe un recordatorio al poeta Matsuo Bashoo. Este poeta del siglo XVII dejó constancia de su paso por esta isla en su libro Oku no hosomichi (que se suele traducir por Sendas de Oku), el cual es una especie de libro de ruta, en el que entremezcla el relato de su viaje desde Edo (antigua Tokio) hasta Hokkaido (isla principal más septentrional del archipiélago nipón), con poemas del estilo haiku (poemas cortos de métrica 5-7-5).

Bueno, después de este tocho cultureta, voy a continuar de una manera un poco más prosaica.

La siguiente isla que visitamos fue la de Godaidoo.




En esta isla hay un templo que por lo visto sólo se abre una vez cada 33 años. La última fue en 2006, de haberlo sabido antes… Eso sí, ¿os imagináis la cantidad de polvo que tendrán que limpiar al cabo de esos 33 años?

Por último, visitamos Fukura-jima. Esta isla está conectada con la costa por un puente de 252 metros de longitud, que en su momento tuvo que ser de madera, pero que ahora es de metal y hormigón (por mucho que las guías turísticas digan lo contrario).

En esta isla hay un parque botánico por el que se puede dar un buen paseo a la sombra (aunque ese día no hacía falta) de multitud de árboles. No soy muy bueno en botánica, así que sólo supe diferenciar los pinos y castaños. Lo más notable que hicimos aquí fue tocar el agua del pacífico por primera vez en nuestra vida.

Tras terminar con esta isla nos fuimos a comer algo. Yo me comí esto, que se supone que es típico de la prefectura de Miyagi (donde están Sendai y Matsushima).





Aparte del arroz y la sopa de soja con almejas que ponen en todos los sitios, lo del plato es lengua de buey. Unos japoneses se me quedaron mirando porque le hacía la foto al plato, bueno, también ellos lo hacen cuando van por España.

Después de esto nos volvimos hacia la estación, pasando por unas cuevas que habían sido una especie de cementerio.

Una vez en Sendai nos dio tiempo a buscar un sitio para cambiar la pila a mi reloj, que se me había parado (mira que duran años estas pilas y tenía que terminarse en Japón precisamente) y cenar.

Al día siguiente, es decir, ayer lunes, me volví a Nagano, con lo que aquí termina el relato del segundo fin de semana con Nacho.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

lunes, 24 de septiembre de 2007

…pasa el fin de semana en Sendai (I)

Este fue el segundo fin de semana que pasamos Nacho y yo en Japón, así que, como el pasado se vino él, este me fui yo a Sendai.

De esta manera, cogí el shinkansen (tren bala) hacia Sendai, haciendo escala en Omiya. Sendai es una ciudad de aproximadamente un millón de habitantes situada hacia el norte de la isla principal de Japón. En cuanto sales de la estación se nota el cambio respecto a una ciudad pequeña de provincias como es Nagano: una pantalla te recibe con anuncios a todo color, grandes avenidas, una red de pasos peatonales elevados frente a la estación… Sin embargo, aunque la cantidad de gente que se movía por la estación era notablemente superior a la que se mueve por Nagano, uno no se siente excesivamente agobiado. Quizás sea por la limpieza en calles y edificios, o por las avenidas enormes con grandes árboles, pero cuando se pasea por sus calles, uno no siente que esté en una ciudad tan grande.

Cuando llegué el sábado, nos dedicamos a dar una vuelta por la ciudad. De esta manera nos metimos, llevados por la curiosidad, en un centro comercial de ocho plantas, creo recordar. Allí nos encontramos con esto:


Por el cartel explicativo que había más a la izquierda, aparte de ser un caballo mecánico, debía de servir para ejercitar la espalda y glúteos… que atrás quedaron los maravillosos abdominator y cacharros varios para hacer músculo sin esfuerzo, la última moda es el caballo (el de equitación, no el otro). ¿Alguien me ayuda a introducir este gran invento en España? seguro que nos forramos.

Al salir del centro comercial nos dimos cuenta de que había comenzado a llover como si no lo hubiera hecho en semanas. Por suerte, en Sendai existen una serie de calles comerciales cubiertas a modo de enorme recinto comercial (Parque Principado se queda pequeño). Nos dimos una vuelta, viendo, aparte de las tiendas, la gente que circulaba por la calle, pero de eso probablemente tenga ocasión más delante de comentar algo sobre ello.

Cuando estábamos en el centro comercial, nos pasamos por la sección de alimentación, y allí se nos apeteció comprar un poco de queso (no había manchego, pero qué le vamos a hacer). Con el queso, lo mejor que va, además de una botella de vino, es un poco de pan, pero de barra no de molde. El problema es que el pan de barra es más bien escaso por aquí, pero Nacho creía recordar haber visto una panadería no demasiado lejos, así que nos dirigimos hacia allí:


Ahora me diréis "¿qué pasa? Es una panadería como cualquier otra ¿no?". Eso mismo pensábamos nosotros… pero si os fijáis en la parte de la derecha de la foto, eso es ropa interior de mujer, y no se trata de una tienda diferente, era la misma. Al entrar y buscar la barra famosa, nos dirigimos hacia el fondo y nos dimos de bruces con la línea de otoño de sujetadores japoneses. Compramos la barra y nos salimos de allí lo más rápido que pudimos, antes de romper a reír. Nosotros estuvimos pensando largo tiempo en cuál podía ser el sentido de poner en una misma tienda el pan y la lencería. Hicimos algunas conjeturas, pero ninguna concluyente, como: panadería francesa más lencería francesa da como resultado una pana-lencería; o que, como son las mujeres las que hacen la compra, pues eligen mientras tanto su ropa íntima. En fin, nosotros aún estamos desconcertados, espero que a alguien se le ocurra una mejor explicación.

Tras esto nos fuimos a cenar a un restaurante indio y para la cama, que al día siguiente queríamos hacer un poco de turismo por los alrededores de Sendai.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

viernes, 21 de septiembre de 2007

…juega a los bolos en Japón

El miércoles por la tarde me hicieron una Welcome Party… Sí, si no era suficiente carga para mi timidez con la barbacoa del primer día, ayer me hicieron hablar de nuevo delante de toda la gente del laboratorio y esta vez con micrófono y delante del gran jefe. Os aseguro que me puse aún más nervioso que el primer día, quizás porque ya me lo suponía antes de ir y, por supuesto, no me podía escaquear. Creo que nunca hablé peor en mi vida.

Aparte del discurso, la fiesta consistió simplemente en una comida. Esta gente es de lo más amable. De hecho es tan cortés que, a veces, te hace sentir un poco mal. Uno no está acostumbrado a tanta deferencia. Decirme vosotros si en España se le haría una fiesta a un recién llegado, que no se le conoce de nada, para darle la bienvenida. En todo caso le haríamos la fiesta después de haberse marchado, para celebrarlo.

Bueno, me estoy yendo por las ramas, como siempre.

El caso es que después de la fiesta, unos compañeros me invitaron a ir con ellos a jugar a los bolos, pero de los americanos, que por aquí no juegan a la cuatreada. Así que allí me fui con ellos a un centro de ocio enorme. Tenía una planta para cada cosa, a saber: bolos, karaoke, máquinas tragaperras y deportes. Menos mal que estoy en una ciudad pequeña, porque si llego a vivir en Tokio, no me puedo imaginar cómo serán sus centros de ocio.

Empezamos a jugar entre risas y confusiones de traducción japo-anglo-ñol. Sobre todo se reían de lo malo que yo era jugando, me conformo con pensar que se hubieran reído mucho más si hubiéramos ido al karaoke. En un par de ocasiones, los encargados de la bolera paraban la música y decían que había que parar el juego. Entonces al que le tocara tirar lo tenía que hacer a la vez que el resto de los grupos. Si hacía un strike, entonces le daban un regalo y le hacían una foto. En nuestro grupo hubo un chico que lo consiguió. A ver si adivináis quién de los siguientes fue el que lo hizo:


En fin, así es cómo se las gastan jugando a los bolos por aquí.

Si algún día voy al karaoke, no me puedo ni imaginar qué le harán al que mejor cante. Por suerte no seré yo.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

jueves, 20 de septiembre de 2007

...pone la lavadora en Japón

Una de las cosas que más me preocupaban de venir a Japón durante dos meses era el poner la ropa a lavar. Porque si hubiera sido para un par de semanas, ya sabéis, se les da la vuelta a los calzoncillos y ya está. Pero como no era el caso, tuve que poner la lavadora. Ya os conté cómo había ido de compras y cómo conseguí encontrar el detergente. Pero el mayor peligro radicaba en poner en marcha esto:

Pero me dije: “Tranquilo, que no cunda el pánico, aquí tienes las instrucciones.” Levanté la tapa y:

Pues ya está: echar la ropa, meter el dinero y darle al botón, más fácil imposible… pero ¿cuál es la temperatura del agua? ¿por dónde se mete el detergente? … tras una inspección ocular exhaustiva del aparato en cuestión, estas incógnitas quedaron sin respuesta. Así que me tiré a la piscina, o mejor dicho, a la lavadora y eché el detergente en el tapón de su recipiente y esto directamente en la lavadora; metí el dinero y recé mientras le daba al botón. Después de treinta minutos (los cuales se indicaban en el rótulo luminoso de la izquierda) el resultado no fue demasiado preocupante, por lo menos las cosas no destiñeron. Así que puedo concluir que mi primera lavadora en Japón finalizó con éxito.

Algún día os hablaré de cómo utilizar una plancha. Eso puede tener bastante historia.
Besos para ellas y abrazos para ellos.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

...trabaja en Japón

Por lo que veo, una de las cosas que más os preocupa es que me haya venido hasta Japón, con dinero de todos los españoles, para no hacer otra cosa que comer, beber y hacer turismo. Pero yo os digo que penséis en todo el dinero que se malgasta en la administración pública para otros fines, y entonces os daréis cuenta de que mejor os hablo de viajes y comida que de trabajo.

Pero como ya han sido bastantes los comentarios que he recibido sobre la cuestión, os voy a contar un poco cómo es mi vida laboral en Japón.

Por la mañana intento llegar sobre las ocho para empezar a preparar mis muestras; y digo intento, porque la mayor parte de vosotros sabéis de mis problemas con la puntualidad y sobre todo para levantarme, pero aquí espero cambiar un poco, por lo menos para que se lleven una buena impresión de los españolitos.

En un principio, mi objetivo para estos dos meses es probar los materiales de carbono que yo obtengo en España como ánodos para las baterías recargables de ión-litio. Por el momento preparo dos muestras de cada vez, y dos baterías de cada muestra. La primera fase de la preparación me lleva alrededor de un par de horas. No es difícil, pero resulta muy laborioso: pesaje de muestras, soportes y otros productos necesarios para la preparación de las baterías de ión-litio; embeber las muestras en los soportes; presionarlas y finalmente introducirlas en una estufa de vacío a 100 ºC, en la que deben permanecer durante al menos 24 horas. De esta manera termino sobre las diez de la mañana, con lo que me queda una hora y media para ir al despacho para leer o escribir hasta que, a las once y media, me voy a comer con los compañeros de trabajo (sí, aquí comen muy temprano).

Al volver de la comida, con las muestras que tengo preparadas del día anterior, me voy a la caja de guantes que, para que os hagáis una idea, es como una especie de incubadora. En esta caja se trabaja en atmósfera de argón, por lo que para introducir las muestras en ella hay que seguir un proceso fácil, aunque engorroso, de evacuación/llenado de argón en una pre-cámara, anterior a la cámara principal. A continuación, se pasa a trabajar en el interior de la caja propiamente dicha, donde se han de preparar los cátodos de litio de las baterías, así como el electrolito que se quiera emplear. Se introducen las muestras en el cuerpo de las baterías y se sacan de la cámara. Las baterías se presionan para que queden bien selladas y se llevan a la zona de medida, es decir, se conecta a un potenciostato/galvanostato (traducción libre by Alberto) donde se realizan las medidas de capacidad de inserción de litio. Este proceso me lleva otras dos horas aproximadamente. Las baterías se dejan conectadas durante un día reposando.

Por último, se comienzan las medidas de las muestras que estaban reposando del día anterior. Para ello me tengo que pelear primero con el Excel y luego con el programa que controla el potenciostato/galvanostato, ambos en japonés. Dado que mi nivel de japonés hablado es paupérrimo y mi nivel de japonés escrito inexistente, tengo que guiarme por la intuición en el caso del Excel y por dónde están los botones, en el caso del otro programa. De esta manera se deja al aparato midiendo durante al menos un par de días, en el caso de que todo vaya bien.

Así es cómo se preparan las muestras para las medidas de capacidad de inserción de litio, en el caso del sistema de dos electrodos. El sistema de tres electrodos todavía no lo conozco, pero todo se andará.

El problema es que te puedes cargar la muestra en cualquier momento del proceso, y eso es lo que me ha pasado ya varias veces. Aunque no sólo me pasa a mí, también a mis compañeros. Pero ya empieza a dárseme mejor.

Por otro lado, como yo todavía no había hecho ninguna medida de este tipo, las muestras que he preparado hasta el momento no han salido demasiado bien… de hecho han salido fatal. Así que la mayor parte del tiempo me la pasaré haciendo pruebas de cómo prepararlas y rezando para que salga algo en limpio de estos dos meses. De momento no tengo razones para ser muy optimista.
¿Os habéis quedado a gusto? Supongo que os habéis aburrido un montón, pero varios de vosotros queríais que hablara de trabajo, así que, aquí tenéis este tocho.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

lunes, 17 de septiembre de 2007

...pasa el fin de semana con otro asturiano

Este fin de semana Nacho, el compañero de trabajo con el que hice el viaje hasta Narita, vino hasta Nagano para pasar un par de días. Así que, en cuanto llegó, nos pusimos a hacer un poco de turismo. Como el sábado no teníamos mucho tiempo, fuimos a ver el Zenkoo-ji, el cual es un templo budista del siglo VII situado en lo alto de la ciudad de Nagano. Este templo supuestamente alberga la primera imagen budista que se trasladó de Corea a Japón, sin embargo, esta imagen no la han visto ni los propios emperadores, aunque se exhibe una copia cada siete años (la próxima vez en el 2010, no creo que me toque). El templo actual data de 1707, debido a que los anteriores se quemaron (información sacada de la guía Lonely Planet para Japón):



La verdad es que impresiona ver una estructura de madera tan enorme de cerca. Cuando te detienes a observar sus aleros, te das cuenta de la cantidad de detalles grabados que tiene. Y pensar que en Asturias estamos orgullosos de nuestros hórreos… al ver esto uno no puede hacer otra cosa que quedarse callado y contemplar el magnífico edificio.

Nosotros no pasamos al interior, pero bajo el templo existe un estrecho pasillo en el que se encuentra escondida la llave del paraíso. Además del templo principal existen otros adyacentes, con diversas peculiaridades. Por ejemplo, hay dos ruedas de piedra, que si las giras, te puedes salvar del dolor y el sufrimiento:

Supongo que no lo hice muy bien, porque ahora mismo me duele bastante la espalda… o tal vez se refiera al sufrimiento mental, no lo sé.
Por la noche nos fuimos a comprar un par de cosas que yo necesitaba, es decir, una sábana y una plancha. Y eso sí que fue una aventura, imaginaros a dos asturianos intentándose entender con un dependiente, para decirle que nos queríamos llevar una plancha, pero que no encontrábamos la caja. Al final, gracias al ingenio de Nacho y de su guía rápida de japonés, logramos entender que era la última que les quedaba y le hicimos entender que nos la queríamos llevar. El resultado final fue:

Así que por fin tengo una sábana en la que caerme dormido.

El domingo decidimos ir a Matsumoto, una ciudad cercana. Fuimos en tren, y eso también fue otra aventura. Si no os lo creéis, probar a entenderos con una máquina expendedora de billetes que está en japonés y algo de inglés. Al final le pedimos ayuda a un empleado de la estación, pero tampoco nos fue mucho más fácil, ya que él tampoco tenía ni idea de inglés. Entonces me decidí a intentar hablar algo de japonés, y sorprendentemente el hombre aquel me entendió, a duras penas, pero lo hizo. Finalmente conseguimos comprar los billetes y enterarnos de cuál era el andén que nos correspondía, de algo me sirvieron mis clases de japonés…

Una vez llegados a Matsumoto, nos dirigimos a su principal atracción turística, es decir, el Matsumoto-jo, uno de los cuatro castillos japoneses declarados Patrimonio Nacional.

Se trata de un castillo construido hacia finales del siglo XVI. Cuando estábamos acercándonos a la entrada del castillo, un japonés nos abordó, enseñándonos una credencial, diciendo que era un guía gratuito y que nos podía enseñar el castillo. De modo que estuvimos durante al menos una hora con aquel amable señor llevándonos por un abarrotado castillo (este lunes era fiesta nacional en Japón), comentándonos (en un inglés bastante difícil de entender, pero no podemos quejarnos) varias cosas que no se encontraban en los folletos en inglés que nos habían dado. Posee tres torres, con un máximo de seis pisos. Si contáis los pisos os saldrán tan solo cinco, pero existe un sexto entre el segundo y el tercero, preparado para guardar provisiones y municiones. Hacia mitad del siglo XVIII se llevó a cabo una restauración debido a que se había inclinado al estilo de la torre de Pisa.

Bueno, como podéis ver, en esta primera semana no todo ha sido comer y beber. También le hemos dado el toque cultural. Algún día os hablaré del trabajo, algo para lo que se supone que me vine hasta aquí.



Besos para ellas y abrazos para ellos.

sábado, 15 de septiembre de 2007

…se va de cena con sus compañeros

Ayer, viernes, me pasaron a buscar unos compañeros de laboratorio para decirme que si quería ir con ellos a cenar. Como ya sabéis, yo no me puedo negar a una invitación para comer, así que allí me fui con ellos.
Una de las cosas que más me llaman la atención estos días es la cantidad de tipos distintos de restaurantes que hay por aquí. En este caso se trataba de un restaurante en el que, tras entrar descalzos (dejando el calzado en unas taquillas de madera, con llaves hechas también de madera), nos sentamos, estilo japonés, en unas mesas que en el centro tenían encastrada una plancha. Al pedir los platos, la camarera te explicaba cómo tenías que cocinarlo, bueno, conmigo lo intentó, pero con poco éxito (la explicación, malpensados). Sí, así es, es un tipo de restaurante en el que te tienes que cocinar tú mismo tu propia comida. Y os aseguro que te lo pasas muy bien. La mayor parte de las cosas son una especie de revoltijos preparados, que hay que echar en la plancha y darles la vuelta como puedas:


Aquí me tenéis después de haber conseguido, tengo que decir que con éxito, darle la vuelta a uno de esos revoltijos. Siento no recordar ahora mismo el nombre de este tipo de comida. Espero que con el tiempo no se me escapen estos detalles, pero de momento me resulta muy difícil recordar todos los nombres.
Abrazos para ellos y besos para ellas.

viernes, 14 de septiembre de 2007

...hace su primera compra en Japón

Aquí va una entrada corta sobre mi primera compra en Japón. Que conste que la hice ayer.



Al final me fue mejor de lo que me temía. Vale, ya sé que la compra no es gran cosa pero es lo que hay (que conste que faltan unas galletas, zumo, leche y algo parecido a cacao instantáneo).

Ahora podría dármelas de listo y deciros que me las arreglé yo solo, pero la increible amabilidad japonesa no me dejó, y me explico: la secretaria del sitio dónde estoy se ofreció a ayudarme (desde aquí mi agradecimiento a Yamada-san), así que ayer por la mañana nos dirigimos a un centro comercial, tipo Eroski, para entendernos. Allí me explicó más o menos dónde estaban todas las cosas, con lo que por la tarde me fui hasta allí yo solo y me hice la compra. Una vez que le coges el tranquillo, no es tan difícil. El caso es que te sientes volver a la infancia, cuando te guiabas por los dibujos. Lo que no conseguí encontrar fue el papel higiénico ni los pañuelos, casi me cojo un paquete de compresas por error.

Todavía me queda comprar las sábanas y supongo que tendré que acabar por comprarme una plancha. Menos mal que esta semana las noches son calientes.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

...hace su primera frikada en Japón

Hola gente.
El miércoles por la tarde me entretuve con mi jefe de aquí y se me hizo tarde para ir a cenar al restaurante de la universidad (del cual tendré que hablar en otra entrada), y es que por aquí, ciertos comercios cierran muy temprano, en este caso a las 18:30 (sí, por aquí comen a las 11:30 y cenan antes de las 18:30, pero de esto tendré que hablar en otra entrada). Por lo tanto me aventuré en la búsqueda de un restaurante o, en su defecto, de un kombini, o lo que es lo mismo una tienda abierta 24 horas, en la que me dijeron que se pueden comprar platos hechos. Ya sé que suena un poco cutre, pero es que en mi habitación (de la cual tendré que hablar en otra entrada), aunque tengo cocina, no tengo ni un miserable cazo donde calentar siquiera un poco de agua para unos espaguetis. Pues en esas estaba, cuando me encontré con unos compañeros de laboratorio que me invitaron a ir con ellos a cenar, en un bastante incorrecto inglés (de lo cual tendré que hablar en otra entrada). Así que allí me fui en un coche con cuatro japoneses en busca de un restaurante. De esta manera llegamos a un sitio de estilo japonés, es decir, teníamos que comer sentados en unos cojines que, al principio son cómodos, pero después de un rato, si no estás acostumbrado, acaban resultando algo incómodos. La carta estaba escrita entera en japonés, así que, entre mi poco japonés y su poco inglés, acabaron pidiendo por mí, y el resultado fue este:



Que traducido en palabras se trata de ramen, arroz y pepinillos. Sí, el famoso ramen por el que Naruto se pirra es eso de la derecha (Joan, por fin lo he podido probar). A fin de cuentas es una sopa con unos fideos muy largos y tropiezos de carne, aunque según he leído, también existen otras formas de preparar ramen. La verdad es que estaba bastante bueno. La forma de comerlo es utilizando la cuchara para apoyar los fideos y poder cogerlos con los palillos y sorberlos, por supuesto ruidosamente (ya empieza a dárseme mejor eso de sorber, cuando vuelva no voy a saber guardar la compostura, estilo español, en la mesa). Lo de la izquierda es arroz con huevo triturado y algún tipo de salsa que no supieron explicarme. Esto lo comieron con una cuchara, así que yo no desprecié una oportunidad de utilizar cubiertos normales, aunque cada vez manejo mejor esto de los palillos. Pero bueno, me estoy yendo por las ramas (juego de palabras fácil: por les ramen).
Después del restaurante, fuimos a una especie de centro comercial porque ellos tenían que comprar algo. Este era el centro comercial:


Según me dijeron esta cadena de centros comerciales es muy popular en Japón, y se llama… Don Quijote, o más bien debería poner Don Kihoote, que es como se pasarían las letras en katakana, que están en el letrero, a romanji. Les expliqué lo que significa para nosotros Don Quijote, y no tenían ni idea. En realidad yo tampoco sé de dónde le viene el nombre a estos centros comerciales, si alguien lo sabe, por favor que lo comente.
Una vez dentro recorrimos el supermercado, y allí me encontré con esto:


Las mentes más freudianas están empezando a calentarse lo sé.

Bueno, pero en realidad a lo que yo iba era a mi primera frikada.

Después de salir del supermercado fuimos a una sala de juegos, donde empezaron a buscar una máquina en concreto que, por supuesto, no supieron describírmela antes de encontrarla. Se trataba de una especie de fotomatón enorme. Ellos fueron eligiendo distintos fondos para hacer las fotos, y se trataba de poner caras y posturas enfrente de la cámara. Creo que nos hicimos unas diez fotos más o menos. De ahí eligieron ocho fotos que se podían editar con un montón de cosas: desde escribir encima hasta poner estrellas. Al final, de las ocho fotos eligieron seis, que la máquina imprimió en un papel tipo pegatina, de un tamaño de 10x15 cm. Recortaron las distintas fotos y las repartieron. El resultado final fue el siguiente:

Y hasta aquí la historia de mi primera frikada en Japón.

Abrazos para ellos y besos para ellas.

jueves, 13 de septiembre de 2007

...pasa su primer día en Japón

Hola gente.

Bueno, son tantas las cosas que me gustaría contaros que se agolpan en la cabeza intentando salir todas a la vez. Así que intentaré hacer lo que pueda para que resulte inteligible.

Las noches de estos días son bastante bochornosas, con lo que no necesito de momento las sábanas que tenía que haber comprado, pero no lo hice por lo que me sucedió después.

Por la mañana me encontré con que no sabía cómo poner el agua caliente, así que mi primera ducha en Japón fue fría, empezamos bien…esto me recuerda que tengo que hacer fotos de cómo es el grifo de utilidad múltiple que tengo en el baño.

A continuación me dirigí hacia la universidad que, menos mal, está cerca de la residencia. La mañana la pasé con más pena que gloria, porque lo único que hice fue leer unos artículos que me había traído y hacer algo de papeleo con mi jefe, porque mi japonés no es todavía lo suficientemente fuerte como para leer nada, y menos un documento oficial. Así que la mañana transcurrió lentamente, y con el tema del jet-lag, pues di un par de cabezadas a escondidas. A continuación fui a comer con mi jefe al restaurante de la universidad. Los dos pedimos espaguetis. Aquí tengo que hacer un pequeño aparte con una de las costumbres japonesas en la comida, y es que cuando comen fideos, espaguetis o algo parecido, una de las normas de buena educación es sorberlos haciendo ruido. Pues allí me teníais a mí, intentando hacer ruido al comer los dichosos espaguetis, y os aseguro que me costó más de lo que os podáis imaginar. De lo único que era capaz era de hacer un penoso ruido que casi parecía más una pedorreta que otra cosa.

Al volver de la comida, ya sabéis lo que se suele hacer… pues hacia allí donde os estáis imaginando me dirigí, y me encontré con uno de esos artilugios que tanto gustan a los japoneses:



Sí, se trata de una taza de alta tecnología (los más escrupulosos deberíais pasar al siguiente párrafo). Por mucho que hayas oído hablar de ellos, hasta que no te lo encuentras cara a cara (no sé si es esta la mejor expresión en estos casos…) no sabes lo raro que te sientes al usarlo, y por supuesto, en el afán por probar cosas nuevas, lo hice… es una sensación muy rara. Cuando te sientas, tiene una especie de sensor (mirar el cable que hay a la derecha, que conecta el asiento con el cuerpo de la taza) que activa algo que desconozco pero que hace ruido. En el lado derecho según te sientas, están los mandos. Este modelo debe ser sencillo, porque solo tiene seis botones. Hasta ahora sólo me pude imaginar la función de tres de ellos. Al aplicar el chorro sobre… bueno, ya lo sabéis, pues hay que ponerse bien, porque si no el agua te salpica fuera… sí, eso fue lo que me pasó la primera vez. De todas formas no lo encuentro demasiado práctico, así que desde la segunda vez no lo he vuelto a usar.


Por la tarde, tampoco trabajé nada. Unos chicos con los que voy a trabajar, me dijeron que me pasaría a buscar para ir a cenar sobre las cinco. Cuando fuimos hacia allá me encontré con que los miembros del laboratorio habían organizado una barbacoa al estilo japonés. Mientras preparaban las barbacoas, empezaron a servir las bebidas y cuando me quise dar cuenta, habían hecho una especie de corro y uno de ellos comenzó a hablar. El discurso no fue demasiado largo, pero cuando estaba terminando me di cuenta de que estaba hablando de mi (cogí algunas palabras sueltas como supain-jin: español o gaikoku: extranjero), y de repente me dijo, con un inglés aún más rústico que el mío, que por favor me presentara, resulta que la barbacoa la organizaron por mi llegada. No sé si os imagináis la situación, yo delante de una audición de unas 25 personas por lo menos, aún perdido por la sorpresa y el jet-lag, y lo que es peor, en Japón. Creo que en esos escasos 60 segundos que duró mi minipresentación me puse más nervioso que durante los veinte minutos de la defensa de mi trabajo de investigación. Al final, todos juntos al grito de kampai tomamos nuestras bebidas y comenzamos a comer. Esa fue otra, imaginaros a mí cogiendo las cosas de una barbacoa ardiendo, y con palillos de madera delante de un montón de japoneses esperando a que les pidas un tenedor. Por suerte, no se me dio tan mal y acerté a comer sin que se me cayeran las cosas al suelo. El menú… bueno, no tengo ni idea de lo que comí. Un montón de carne de distintos tipos, calamares, verduras, soba (una especie de fideos hechos a la plancha con algo de soja y una salsa desconocida)… Mientras cenábamos, un grupo de chicos me preguntó que si me apetecía ir a una drinking-party a las 20:30. Yo dije que sí, sin saber por supuesto a qué se referían.

Así que a las 20:00 me pasaron a buscar y me condujeron a un restaurante bastante japonés. Una vez dentro, empezó la fiesta (celebraban que habían pasado de curso). Una drinking-party es una fiesta en la que, pagando una cantidad fija, puedes beber todo lo que quieras de la bebida que hayas pedido, en este caso cerveza. Aparte también era cena, así que en mi primer día en Japón quedé lleno a reventar y con un buen puntazo. Dos costumbres que me llamaron la atención fueron que al entrar en la sala donde teníamos la mesa (estábamos sólo nosotros) hicieron unos papeles con unos números para rifar el asiento, así no hay problemas para discutir donde se sienta cada uno; la otra costumbre es que se rifan también quién tiene que dar el discurso del primer brindis (no me quedó claro si hablaba el que ganaba o el que perdía). A partir del discurso y gritar kampai, comenzamos a beber y luego empezaron a traer comida. Yo probé de todo, y os aseguro que es una autentica experiencia el comer algo de lo que no tienes ni idea qué es. Tengo que decir que me gustó bastante todo, aunque ya me conocéis, me gusta comer. Y hay quien me decía que iba a pasar hambre en Japón… Hacia el final probé el sake, el cual no me pareció que tuviera demasiado alcohol, aunque tengo entendido que hay distintas variedades. Aquí me tenéis en mi primera fiesta japonesa, en la que no me dejaron pagar nada (creo que pagaron unos 3500 yen, unos 22€, no es barato, pero os aseguro que se bebió y comió mucho):



En resumen, que el primer día fue bastante movido y con el famoso jet-lag. Y ahora sabéis por qué no pude comprar ayer las sábanas.

Aún me quedan otras cosas por contar, pero por hoy ya solté bastante rollo.
Besos para ellas y abrazos para ellos.

...llega a Japón

Hola chavales.

¿Cómo van las cosas por los distintos reinos: Asturias, Madrid, Chipre, Huesca, Galicia… me dejo alguno?

Yo, como ya os lo podréis haber imaginado, he llegado vivo y de una pieza, que no es poco, a Nagano. Hoy estoy escribiendo estas líneas desde la residencia que me consiguieron.

Pero creo que debería empezar por el principio, o por lo menos un poco más atrás. El vuelo de Madrid a Ámsterdam se retrasó unos minutos, con lo cual tuvimos bastante poco tiempo entre este vuelo y el de Narita y llegamos casi justos para el embarque (para los que no lo sabíais, hacia allí viajé con un compañero de trabajo, Nacho, pero él iba a Sendai). El vuelo hasta Japón al principio se hace bastante ameno, aunque sólo es por la novedad, pero al final, cuando estás pasando al norte de Mongolia y ves que aún queda prácticamente la mitad, se te cae el alma a los pies. Por cierto, tomamos nuestra primera comida estilo japonesa en el avión, con palillos y todo. Lo peor de todo fue que apenas pude dormir en todo el viaje.

Después de desembarcar en Narita, los controles policiales son bastante penosos. De no ser porque pasaban con perros policía, el resto fue como una pachanga, ni siquiera tuvimos que pasar las maletas por el escáner. Una vez fuera de la terminal, se pueden coger los billetes para el Narita Express y para el shinkansen (tren bala); por cierto, un aviso para futuros viajeros, en Narita por lo menos, la JR (Japan Railway) no admite tarjetas, por lo que recomiendo llevar algo de dinero cambiado; por otro lado, si se cogen los billetes del shinkansen sin reserva de asiento puedes coger un tren a cualquier hora de la línea que hallas pagado, se sobreentiende. De Narita fuimos hasta Tokio, apreciando como cambia el paisaje respecto a España u otros países europeos. El recorrido, sobre todo al principio, es cercano a muchos campos de arroz y entre uno y otro se ven muchos bosques, que dan la impresión de ser tan tupidos que no se podría caminar entre los árboles. Al fijarnos más nos dimos cuenta de que mezclados entre los árboles había una especie bambúes que eran los que hacían tan espeso el bosque. Es en la estación de Tokio dónde realmente te empiezas a dar cuenta de que estás en un país muy lejano, porque hasta ese momento, desde que te metes en el metro de Madrid, no haces otra cosa que ir entre cuatro paredes de hormigón o de lata, con gente de todas las nacionalidades. En Tokio nos separamos: Nacho hacia Sendai y yo hacia Nagano.
Al llegar a Nagano el paisaje se hace bastante montañoso dejando un poco de lado las grandes aglomeraciones de cerca de Tokio, aunque me quedé dormido y no pude ver casi nada del principio, para mi desgracia, porque estaba hecho polvo. A la estación de Nagano me fue a buscar el que será mi jefe directo allí (Kim; me da que es un nombre coreano). Parece un hombre muy majo y también bastante joven para el puesto que tiene. Él me llevó hasta la residencia, aunque antes tuvimos que pasar a comprar ropa para la cama, y aquí empezó mi primera experiencia con los supermercados japoneses en los que no te enteras de nada y ni siquiera puedes preguntar porque no te van entender, menos mal que iba con Kim, que si no… y aún así, no pude encontrar sábanas, así que esta noche voy a dormir sobre una especie de cubre-colchón. Eso si logro dormir algo, porque a pesar del cansancio que tengo ahora (20:00 hora local), hace un calor de mil demonios con una humedad que debe de andar cerca del 95% o más, de hecho, me parece que está lloviendo ahora mismo.

La residencia no está mal, es una habitación amplia, con una cama y bastantes muebles, cocina con microondas y nevera, y un baño de lo más extraño, aunque de estilo occidental. Os intentaré mandar fotos en otra ocasión, pero ahora no me voy a poner, porque estoy que me caigo de sueño y aún me tengo que afeitar, y como siga así, me voy a hacer una escabechina de cuidado (no Mario, al final no me compré la afeitadora). El baño es una pieza entera de plástico, con la bañera hecha como un molde directamente sobre la pieza, pero esto creo que ya lo había visto en algún sitio, lo más extraño es que el grifo del lavabo es el mismo que el de la bañera… Además, no sé cómo se enciende el calentador de agua, con lo que me tengo que duchar con agua fría hasta mañana. Otra cosa que me encontré al llegar a la habitación, es que aquí parece que hay que estudiar un máster para tirar la basura, y menos mal que las instrucciones están en inglés, pero esto merece casi un capítulo aparte. Por último, decir que me parece que no tengo internet en la residencia, así que no podré conectarme muy a menudo, a no ser desde el trabajo, así que ya veremos cómo hago.

En fin, creo que por hoy ya habéis tenido suficiente rollo. Más adelante os escribiré con mi primer día, solo, en el supermercado, ya veréis cómo os vais a reír cuando os diga que no tengo ni idea de cómo comprar champú ni gel, o cuando me traiga suavizante para la ropa en lugar de jabón.

Besos para ellas y abrazos para ellos.