jueves, 31 de marzo de 2016

...recibe la mejor visita (VII)

Ya va siendo hora de mandar a mis padres de vuelta a España. Hace un año que llegaron a Japón así que la visita ya se alargó más de lo que pensaba. Así que, para hacer esto un poco más corto, vamos con una entrada con poca letra y más fotos.

El día siguiente a lo que conté en la anterior entrada fuimos a dar una vuelta por los alrededores de Sendai. El primer sitio que visitamos fue Akiu, del que ya hablé en varias entradas, y luego fuimos a ver el Jogi Nyorai, templo del que ya hablé también. Estos dos lugares no son de lo más conocido, ni siquiera si se tiene en cuenta la zona norte, pero a mí me gustan bastante. Después fuimos a visitar Shiroishi, una pequeña ciudad al sur de Sendai. Allí se puede visitar un pequeño castillo cuyo patio de armas merece la pena, sobre todo en primavera.



Tras un pequeño paseo, se puede llegar a una casa de un samurái cuyo interior es bastante sencillo y el jardín no es gran cosa pero el lugar tiene encanto.


Después de ese fin de semana, mis padres volvieron a tener unos días libres hasta el siguiente viernes que fuimos a Tokio. De la capital ya hablé muchas veces así que no hay mucho más que contar. Sí me gustaría poner unas cuantas fotos. La primera es de la estación de Tokio que estuvo mucho tiempo bajo unos andamios para restaurarla.


También dimos una vuelta alrededor del palacio imperial donde se encuentra el parlamento.


Otro de los sitios que me gusta visitar en Tokio es Kappabashi, una zona en la que se venden material de cocina, ya sea a nivel profesional o no. A la entrada de la calle se encuentran estos dos particulares edificios.




Otro de los sitios que visitamos fue el Kabuki-za, el cual mi madre no pudo ver porque lo estaban reconstruyendo completamente. Podría ponerme con un largo párrafo en el que desvariaría sobre cómo pasa el tiempo y cómo se da cuenta uno cuando ve cambiar una ciudad, pero mejor pongo una foto y dejo lo aburrido para otro momento.


Otro de los sitios curiosos de Tokio es el Ameya Yokocho, esto son un par de calles que salen de la estación de Ueno, y donde hay un sinfín de pequeños comercios y aún más pequeños restaurantes. Los fines de semana suele estar lleno de vida e incluso ponen improvisadas mesas en el exterior. A veces no me da la impresión de estar en Japón.



Como se puede ver en las fotos anteriores, muchos de los locales están debajo de las vías del tren así que al bullicio de la gente, los comercios y los pachinko, hay que sumar el de los trenes.

Mi madre ya había estado en Tokio así que decidimos ir a ver Kamakura, donde yo había estado el año anterior con Joan y compañía. Como ya dije en su momento, en esta ciudad hay una calle que me llamó mucho la atención. Desde lo alto de uno de los templos se puede ver.


Si se compara esta foto con la que saqué el año anterior, se puede ver la gran diferencia. Los cerezos habían desaparecido. De nuevo, el problema de las reconstrucciones. Por suerte para mí, en este caso yo tuve la oportunidad de ver la calle antes. La mala suerte es que estoy seguro de que en la época en la que fui con mis padres, hubieran estado mucho más guapos.

De vuelta en Tokio, nos dimos una vuelta por el parque Ueno por si teníamos suerte y veíamos más cerezos en flor, pero ya era un poco tarde. De todas maneras, los árboles tienen su encanto en todo momento.


Aunque en el caso del siguiente árbol, el encanto está un poco más forzado.


El nombre del árbol, según el cartel, es el Pino de Luna, el cual me imagino que le viene de la forma, pero no conozco su historia.

Cuando terminamos el paseo por Ueno, dejé a mis padres en la estación de Ueno de la línea Keisei. Ésta es una línea privada que lleva al aeropuerto de Narita y es una opción más barata que el Narita Express de JR, si no se tiene el JR Pass.

Mejor no me pongo con el tema de despedidas porque también llevaría mucho espacio y quedé al principio en que no habría mucha letra en esta entrada.

Besos para ellas y abrazos para ellos.


De todo, y más, para mis padres.