miércoles, 24 de septiembre de 2008

...regresa a casa (I)

Lo había dejado en que me había vuelto a la habitación después de una charla con mi jefe con cervezas por el medio.

Al día siguiente (viernes 5 de septiembre) terminé de preparar la maleta y me pasé por los despachos para despedirme de la gente y terminar de hacer papeleo. Cerca del mediodía cogí el shinkansen hacia Tokio, ya que allí tenía que pasar la noche para coger el avión al día siguiente en Narita. Aquí tenéis una foto de mi vida resumida en una maleta y dos mochilas, en el andén de la estación de Nagano.

Dejé el tren en Ueno, que me quedaba mejor para ir al hotel que había reservado esa noche. De todas maneras había unos 10-15 minutos entre la estación y el hotel así que, con toda la carga que llevaba encima, el paseo se me hizo bastante largo, acabando con una sudada impresionante.

Una vez dejadas las cosas en el hotel, me fui a dar una vuelta por el barrio de Asakusa, que quedaba muy cerca, en concreto me llamó la atención una calle (ahora no recuerdo el nombre) en la que prácticamente todas las tiendas eran de menaje de cocina donde vendían todo tipo de cacharros, tanto para cocinar como para comer.

A última hora de la tarde fui a Odaiba en el tren elevado Yurikamome, del que hablé en una entrada del año pasado. Cuando llegué ya había anochecido, así que pude disfrutar de las vistas nocturnas del skyline de Tokio.

Este es el Rainbow Bridge, que une la ciudad con la isla de Odaiba, y también se puede ver al fondo la Torre de Tokio. La foto está sacada desde una playa, supongo que artificial como el resto de la isla, que estaba repleta de parejas de todas la edades. De hecho, creo que yo era el único tío que iba solo de toda la playa y el paseo al lado del río por el que estuve caminando durante un buen rato. Digamos que la zona era como el Naranco en Oviedo pero sin coches y sin las connotaciones sexuales que os estáis imaginando ahora mismo (y no me digáis que soy yo el que os instiga a pensar en eso).

En el paseo que me di por allí, llegué hasta la reproducción en pequeño de la Estatua de la Libertad que hay allí.

Otra prueba más de cómo los japoneses toman las cosas de fuera, las imitan y, normalmente, las mejoran, aunque este no es el caso.

Después de dar el paseo, me fui a cenar a una hamburguesería de una cadena japonesa, Mos Burger (me negué a entrar en un McDonalds). Al día siguiente tenía que madrugar, porque el tren hacia Narita me salía a las 7:30 de la mañana y tenía que volver a rehacer la maleta y mover cosas a las mochilas de mano para no pasarme de peso en la facturación.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

sábado, 13 de septiembre de 2008

...se despide de sus otros compañeros

El jueves pasado tuve mi segunda cena de despedida. Como ya dije, parece que se alegraban bastante de que me fuera.

En esta ocasión, la cena fue con alguno de los profesores, los chicos de posdoc y administrativos del instituto donde estaba. Me llevaron a un restaurante de yakiniku, lo que es carne a la brasa. Encima de la mesa te ponen un recipiente con las brasas y la parrilla, para poder hacerte la carne al gusto en el momento y se come con distintas salsas.

Encima de las mesas había unas campanas extractoras enormes, de manera que no se notaba demasiado el humo. El año pasado ya había estado en un restaurante de yakiniku, aunque el sistema era un poco diferente, pero como esto está pendiente de ser contado en algún momento, no voy a poner más sobre el tema en esta entrada.

Durante la cena me senté al lado del que era mi jefe en Japón, Kim (coreano, por si alguien no lo recuerda). La verdad es que fue el día que más hablé con él a lo largo de toda la estancia. Por mi experiencia, se adelanta más en asuntos de trabajo delante de una cerveza que en el despacho… lo malo es acordarse al día siguiente.

Además de carne, empezaron a rondar por encima de la mesa cervezas, sake y un licor coreano, hecho también de arroz, cuyo nombre no recuerdo (por lo complicado, no porque estuviera ebrio). De esta manera, se empezaron a desatar las lenguas, sobre todo la de mi jefe, y estuvimos hablando de costumbres coreanas, cristianas (él es cristiano), catedrales, Oviedo (estuvo hace unos años en una conferencia en Oviedo), la sidra… Al final, hasta me preguntó si tenía novia y me dio consejos de cómo elegir una buena esposa. Y para rematar, me dijeron que yo era guapo… sí, de verdad que me lo dijeron. Ya sé que ahora estáis pensando en dos cosas, o que querían ligar conmigo o que no veían como es debido por efecto del alcohol. La cuestión es que a los orientales les gustan las narices grandes, concretamente, el puente abultado, ya que ellos lo suelen tener hundido. Siempre nos gustan las cosas que no podemos tener. Así que, gracias a que mi nariz es… digamos que considerable, junto a mi puente prominente, acentuado por los golpes recibidos en kárate, pues parece ser que cumplo uno de los cánones de belleza japonesa. Esto podría habérmelo dicho alguna chica un mes antes… qué desperdicio.

Después de cenar, alguna gente se marchó, pero otros nos quedamos para tomar la última, palabras de mi jefe. Fuimos a un Watamin-chi, un restaurante que pertenece a una cadena japonesa. Allí aún pedimos más comida y cervezas. Allí probé por primera vez una ostra, la cual os pongo a continuación, para que veáis cómo se cocinaba in situ.

Además de esto nos dimos un atracón de sashimi, una especie de cogollos de lechuga con salsa, tomate, alas de pollo rebozado… y más cerveza.

En este caso, la tertulia giró en torno a seguir manteniendo el contacto y que sería muy provechoso para todos. Supongo que la conversación iba tendiendo cada vez más hacia un diálogo de borrachos, entrando en la etapa de “amigos para siempre”. De todas maneras, lo recuerdo todo bastante bien, así que no creo que haya bebido más de la cuenta.

Cuando nos volvimos no era demasiado tarde, pero la noche cundió lo suyo. Lo peor de todo es que yo al día siguiente tenía que coger el tren para Tokio, pero eso es otra historia.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

...llega a casa

¿Hay alguien por ahí?

Supongo que quedará poca gente, ya que el año pasado prometí actualizar el blog y no lo conseguí cumplir. Para los que aún leáis esto, espero terminar de poner algunas cosas más.

De momento voy a colgar esta breve entrada para decir que ya estoy de nuevo en casa. Al menos hasta ahora parece que llegué bien, sin demasiados problemas, quitando el cansancio y los desarreglos horarios. Pero como sé que lo importante no es mi salud ni el estado en el que haya podido llegar a tierras astures, en los próximos días (o más bien en las próximas semanas) iré comentando las cosas que me fueron pasando en la última semana y durante el viaje, ya que algunas no tienen desperdicio, para bien o para mal.

Para que la entrada no sea tan sosa, aquí os pongo una foto del viaje de vuelta.

Aunque lo pueda parecer, no es un anuncio de KLM. Pero la imagen no quedó nada mal.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

sábado, 6 de septiembre de 2008

...vuelve a España

Se me ha hecho un poco tarde, por aquí es casi la una de la madrugada, pero quería poner una entrada aunque fuera corta.

Esta es la última noche que paso en Japón, concretamente estoy en un hotel de Tokio. Nunca se sabe, pero las oportunidades de repetir una experiencia como esta no se presentan todos los días, así que seguramente sea la última vez que duerma en Japón, hasta que me pueda pagar unas vacaciones por estas tierras.

No quiero hacer ninguna reflexión sobre la estancia ni quiero aburriros con mis conclusiones. La parte socio/cultural ya ha quedado bastante explicada en las entradas. En cuanto a trabajo, este año no he puesto nada, pero no quiero hacer de este blog un muro de las lamentaciones, así que mejor sigo sin escribir sobre el tema.

Mañana salgo de Narita a las 11:30. Este año voy a hacer el viaje con un japonés que va a estar en Oviedo durante tres semanas. Llegaremos a Madrid a las 20:30, después de hacer escala en Ámsterdam. Así que haremos noche allí y al día siguiente iremos en autobús hasta Oviedo. Hoy salí de Nagano más o menos a las 12:00, hora local, y llegaré a Oviedo a las 14:00 del domingo, así que será un viaje de dos días y medio, con siete horas de diferencia horaria. No es que sea mucho, pero si juntamos que ayer tuve cena de despedida (la cual relataré en otra entrada, lo prometo… sí, de verdad que lo haré), las condiciones en las que me voy a quedar, van a ser un poco lamentables.

Por cierto, la peor parte se la llevará mi madre. El día de su cumpleaños le llega como regalo su hijo a incordiar de nuevo por casa, con lo tranquilos que estuvieron mis padres estos dos meses. Así que ya sabéis, si el domingo alguno quiere felicitar a mi madre, puede hacerlo aquí, le transmitiré los comentarios.

En fin, me voy a la cama, que empiezo a desvariar (mi madre me va a matar por el párrafo anterior), a ver si consigo dormir al menos cinco horas, porque quedé con el japonés a las 9 en Narita y mi trén sale a las 7:30.

Besos para ellos y abrazos para ellas… ¿o era al revés? Me empieza a afectar el jet-lag antes del viaje.

jueves, 4 de septiembre de 2008

...se despide de sus compañeros

Esta semana está siendo un poco rara. Es lo que tiene esto de estar nada más que dos meses en un sitio. Al principio te encuentras desubicado, luego empiezas a adaptarte y al final no sabes si tienes que estar aquí o allí. De todas maneras, con el tema de rellenar papeleo para dejar la habitación y otras historias, no hay mucho tiempo para pensar en ello. Precisamente esta mañana me sacaron de la ducha para darme un papel a rellenar con el inventario de la habitación. Imaginaros la situación, yo, con sólo una toalla en la cintura, con la puerta entreabierta, explicándole a una señora que no tenía ni idea de leer japonés.

Ayer por la noche me fui de cena con los estudiantes del laboratorio. Este año no he tenido tanto contacto con ellos como el año pasado, pero de todas maneras se agradece que se junten contigo para hacer una cena de despedida.

En realidad no tengo mucho para contar sobre la cena. Se trataba de una drinking party, en la que puedes beber lo que quieras durante un tiempo pactado. No creáis que no quiero enseñar fotos de la fiesta, no tengo casi ninguna. Además, esta vez he sido un chico bueno… por desgracia. Pero teniendo en cuenta que era miércoles, no se podía hacer mucho más, al día siguiente había que trabajar.

A continuación os enseño el colgante para el móvil que me regalaron.

Esto me recuerda una anécdota lingüística que me sucedió el año pasado. Voy a intentar contarla de manera que se entienda, aunque será un poco largo. Un día me preguntaron por mi nickname, y yo les dije que algunos de mis amigos suelen llamarme Berto. Este nombre es difícil de pronunciar para los japoneses, ya que ellos no terminan las sílabas en consonante, a no ser que sea con el sonido “s” o “n”. De manera que les hice la traducción al romaji japonesizado, los cual sería Beruto. Y aquí es donde vino el enredo. Los japoneses confunden el sonido de la “l” con el de la “r”, es decir, para ellos es el mismo sonido, que a nuestros oídos es como la “r” suave. Juntando todo esto: Beruto=Belt (cinturón en inglés). Así es que, cuando dije lo de Beruto, enseguida se llevaron las manos a la cintura diciendo “Obi, obi”, es decir, cinturón en japonés. Y esta es la historia de cómo pasé de llamarme Alberto a Cinturón, en unos segundos. Mirándolo bien, no me parece mal apodo el de Obi.

Mañana me voy para Tokio por la mañana. Mi vuelo sale el sábado desde Narita a las 11 de la mañana, así que no puedo ir directamente desde aquí. De manera que, probablemente esta será la última entrada que cuelgue en el blog, al menos desde Nagano. Aún me quedan entradas pendientes y además, esta noche tengo otra cena de despedida, esta vez con los posdoc y no sé quién más. Ya veis, me hacen dos cenas de despedida y ninguna de bienvenida… será que se alegran más de que me vaya que de que me venga. Prometo actualizar el blog en cuanto me sea posible. Sé que ya lo prometí el año pasado y nunca lo hice, pero en esta ocasión espero no faltar a mi palabra.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

martes, 2 de septiembre de 2008

...pasa el último fin de semana en Japón

Este fin de semana me quedé en Nagano. Tenía planes de ir el sábado con otros chicos del laboratorio a Karuizawa, una población de la prefectura de Nagano, donde parece ser que hay cosas interesantes para ver. Ya lo teníamos todo organizado, bueno, en realidad lo tenía organizado la chica tailandesa, pero el viernes vimos que el tiempo iba a empeorar y decidimos cancelarlo. Menos mal que lo hicimos, porque el sábado estuvo lloviendo todo el día.

De todas maneras, me venía bien estar un par de días tranquilo para recoger y limpiar un poco la habitación. Y sobre todo, para empezar a pensar en como empaquetar las cosas que definieron mi vida en estas tierras, en una maleta de menos de veinte kilos.

Lo más interesante que puedo contar aquí tiene que ver con comida. Ya lo sabéis, todo lo que sea comer, para mí está bien. El sábado fui a comer a uno de los restaurantes de una cadena especializada en curry al estilo japonés, lo que es una base de arroz con la salsa de curry y algo acompañando, que puede ser vegetal, carne, marisco o pescado. Primero se elige el acompañamiento, luego la cantidad de arroz que se quiere comer y el nivel de picante. Esto último es lo más importante. Hay 11 niveles de picante, del 0 al 10. Para haceros una idea, yo pido el nivel 2, aunque pueda parecer poco. Al principio uno piensa que va a poder aguantarlo, pero cuando vas por la mitad del plato, ya no ves la forma de terminarlo. Al final te pican hasta los labios y el estómago empieza a quejarse. Lo bueno es que en la carta te indica lo que te puede pasar con cada uno de los niveles. Del nivel 5 al 10 no pone nada, supongo que será directamente perforación de intestino.

Por la noche quedé con los chicos que están haciendo una estancia posdoctoral en el laboratorio para ir a cenar okonomiyaki, pero de este restaurante ya os hablé en otra entrada. Éramos dos coreanos, una tailandesa y un asturiano, suena a chiste.

Esto me recuerda una anécdota del año pasado. Mientras estaba yo aquí, vino un investigador mejicano por una semana. Por aquello de la proximidad lingüística, un día me invitaron a ir con ellos a comer sushi. La mesa en la que me senté yo también estaba el mejicano, un coreano y un japonés. De los cuatro, el único que comió el sushi con las manos fue el japonés. En algún sitio leí que es una de las pocas cosas que se puede comer con la mano sin parecer mal educado en Japón.

Como siempre, me voy por las ramas. Después del flashback, vuelvo a este año. El domingo me hice yo la comida, pero no creo que queráis saber lo que hice. Lo interesante fue la cena. Quedé con una gente de la residencia donde tengo la habitación para ir a un restaurante coreano. En Asturias no sé de ningún restaurante de este tipo, así que era una buena oportunidad de conocer la comida coreana. Además, nos lo recomendaron los posdoc coreanos, así que tenía que estar bien.

Lo que hay en medio de la mesa es una pequeña parrilla donde puedes hacerte la carne a tu gusto. La cosa rara que hay colgando del techo es una campana extractora.

La comida es bastante picante, aunque tanto miedo me habían metido, que al final no me pareció para tanto. Usan un montón de salsas diferentes, así que prácticamente no hay sitio en la mesa de la cantidad de platos pequeños que tienes que usar.

En este caso el chiste constaba de una tailandesa (la compañera del laboratorio), un chico de Myanmar, una chica de Lituania y el pesado del asturiano. Después de la cena fuimos a un karaoke, pero de esto no pienso poner fotos.

Esto fue lo más interesante del fin de semana, ya que el resto fue limpiar, recoger y dormir.

Besos para ellas y abrazos para ellos.