viernes, 30 de enero de 2015

…va de cráter en cráter (V)

Con esta entrada empieza el año en el blog, aunque ya es casi febrero. A ver si voy terminando con la serie de los cráteres porque ya va demasiado tiempo.

En la anterior entrada nos había bajado por fin del Fuji. Esa noche nos quedamos de nuevo en Mishima y al día siguiente, de camino a Sendai, paramos en Kamakura, una pequeña ciudad a 50 km al suroeste de Tokio. Es una ciudad bastante concurrida por turistas no sólo por la gran cantidad de templos que tiene (fue capital de Japón entre 1185 y 1333) pero también porque tiene playa y muchos tokiotas van a pasar el día al sol. Además, aquel día fue un sábado de julio, así que había mucha gente en la estación y nos resultó muy complicado encontrar sitio para dejar las maletas para poder visitar cosas por allí. Un consejo, si no se encuentra sitio en las taquillas automáticas de la estación (no suele haber consigna vigilada), se puede ir a las tiendas de alrededor, en este caso a una tienda de alquiler de bicicletas, y dejar allí las maletas por un precio parecido al de las taquillas.

Entre que no llegamos temprano y el problema de las maletas, empezamos un poco tarde el paseo por la ciudad así que no dio tiempo a visitar muchas cosas ya que teníamos que coger el shinkasen para llegar a una hora prudencial a Sendai. Además, los dos templos más importantes quedan relativamente lejos de la estación y en direcciones opuestas.

La primera parada fue el Kotoku-in, un templo budista donde se encuentra el Daibutsu, que se puede traducir como El Gran Buda y no es para menos porque, aunque no es el mayor de Japón, es un buda de 11.4 m de altura terminado de esculpir en 1252.


En realidad, estaba cubierto antiguamente por un edificio pero éste fue destruido por un tsunami en 1495 y no se reconstruyó. El pobre estaba pasando bastante calor porque tenía abiertas las espaldas.


Volviendo hacia la estación pasamos cerca de la costa para echar un vistazo a la playa, aunque no teníamos tiempo para darnos un baño.


El segundo templo que visitamos fue el Tsurugaoka Hachiman-gu, el santuario sintoísta más importante de la ciudad.


Una vez que se llega arriba las vistas sobre la ciudad son bastante guapas, especialmente sobre una calle ancha que conecta el santuario con la zona de la estación.



En medio de esta calle había un paseo a la sombra de cerezos que aliviaba un poco el calor que hacía (hablar de esto cuando al otro lado de la ventana está cayendo la primera nevada gorda del año es un poco contradictorio).


Volvimos a la estación para coger el tren para volver a Sendai donde los intrépidos escaladores del Fuji pasaron un par de días. Como era fin de semana, alquilé un coche para ir a enseñarles el lago Okama del que hablé hace ya bastante tiempo, pero la suerte no acompañó como en aquella ocasión.


Como podéis ver, nos teníamos que sujetar para que el viento no nos llevara y el lago estaba tapado por la niebla. Al no poder ver nada aquí, nos dimos la vuelta pero a media altura de la montaña ya estaba despejado, así que aproveché para tomar esta panorámica.


Después fuimos a un onsen para recuperarnos del frío que pasamos por el viento y la lluvia y también para descansar nuestras cansadas piernas después del ascenso al Fuji (no fue para tanto pero no hay como buscar la menor excusa para ir a un onsen).

Los viajeros continuaron su periplo por Japón, no sin dejarme sus abrazos, las buenas experiencias junto y, no menos importante, un poco de jamón y chorizo, que un español tiene que sobrevivir en estos lugares alejados del bendito producto ibérico (era producto de Huesca, pero sigue siendo de la península y está igual de bueno).

Por fin termino el recorrido entre cráter y cráter que me llevó de Jeju en Corea a Sendai. Ahora ya me podré poner con otras cosas.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

¡Ah, y Feliz Año a todos!