jueves, 30 de enero de 2014

...se lía

Los que me conocen ya saben que soy un poco despistado. Cada vez menos porque trato de ir mejorando pero aún tengo despistes de los gordos, aunque en este caso tengo una pequeña excusa. La historia será larga así que los que no quieran leerla que lo dejen aquí aunque al final hay algo interesante para aquellos que estén residiendo o pretendan vivir en Japón.

Para entender la historia tengo que empezar en noviembre del año pasado cuando recibí un correo de la agencia de viajes con la que tenía cogido el billete para volver en Navidad. Me dijeron que Air China había cancelado el vuelo entre Sendai y Pekín con lo que me iban a cambiar el billete por otro entre Osaka y Pekín. Para quien no conozca bien Japón, Osaka está a unos 600 km de Sendai a vuelo de pájaro. Así que os podéis imaginar que dije que no aceptaba el cambio. Yo pensaba que la compañía tendría que ofrecerme un cambio por otro viaje que saliera desde Sendai o bien pagarme el traslado al nuevo aeropuerto de salida. Tras intercambiar varios correos con los de la agencia (porque no tienen teléfono de atención) e incluso una llamada a Air China en Madrid, varios de ellos muy sui generis, sobre todo la llamada (hablé con un chino que apenas hablaba castellano ni inglés y muy borde), al final me enteré de que la compañía no estaba obligada a nada porque me habían avisado con más de un mes de antelación. Por lo menos conseguí que me dejaran salir de Tokio porque me venía bastante mejor. Ni siquiera me dejaron salir al día siguiente, como me hubiera gustado, porque no había sitios con la misma tarifa. Después de lo que me pasó el año pasado, que el anterior ya habían cancelado el mismo vuelo y que el trato no es bueno ni en el aeropuerto ni en el avión, la verdad es que si lo puedo evitar, no volveré a volar con ellos.

Tras haber pasado por todo esto, una semana antes de la salida de mi vuelo, me enteré de que me tenía que quedar aquí hasta el día de Navidad, así que tuve que volver a cambiar el billete, esta vez con cargo a mi cuenta, por supuesto. Como había tenido que cortar mis vacaciones al principio, decidí extenderlas al final, así que cambié también el billete de vuelta a principios de enero.

El problema fue la mañana en la que metimos las maletas en el coche de mis padres para ir a Barajas, un sábado de madrugada. Cuando me puse a revisar mi documentación, me di cuenta de que me había caducado la tarjeta de residente por tan solo cuatro días. Con la actual ley de inmigración japonesa basta tener en regla la tarjeta de residente para poder volver a entrar en el país. Si la tarjeta caduca, el visado se cancela (en mi caso, visado de trabajo como Professor). Con la ley anterior había que pagar un permiso de re-entrada antes de salir del país, es decir, un pase que permitía volver a entrar en el país sin perder el visado. De esta manera, uno ya estaba sobre la pista de mirar cuándo caducaba el visado si quería salir y volver a Japón. Además, otra excusa que puedo poner es que en los últimos años tuve que cambiar varias veces el tipo de visado con lo que había perdido la noción de cuándo me caducaba, de verdad que pensaba que era más adelante puesto que yo llegué aquí un junio, no enero. De todas maneras, la culpa fue totalmente mía, eso seguro.

Hice el viaje bastante preocupado así que no fue un placer que digamos. Cuando llegué a Japón, me hice el loco en el control de aduanas. Por supuesto, se dieron cuenta de que mi tarjeta había caducado así que me mandaron a la oficina de inmigración donde un oficial se dirigió a mí de muy malas pulgas. Yo con mi mejor cara de compungido-nomenterodená (la cual, aunque cada vez menos, llevo normalmente en este país) le entendí que tenía que esperar allí sentado. Al poco rato volvió con un traductor profesional y me echaron una buena diatriba. Un inciso, no entiendo que un oficial de inmigración en un aeropuerto internacional como el de Narita no hable por lo menos inglés. El resumen es que perdía mi visado y tenía dos opciones, intentar reclamar y pedir que me dieran una extensión de la tarjeta, cosa que no iba a ser muy posible y menos un domingo por la noche siendo festivo al día siguiente, o cancelar la tarjeta de residente, entrar con visado temporal de 90 días (para entendernos, como turista), conseguir el visado de trabajo de nuevo y cambiar el estatus una vez dentro. Por suerte, al ser español se puede conseguir el visado temporal en el momento, así que me decidí por esta segunda opción. El problema era que yo había leído que no era posible cambiar de visado temporal al de trabajo una vez dentro a no ser en casos excepcionales, así que yo pensaba que tendría que volver a España para hacer los trámites en la embajada japonesa.

Al final, tras mucho papeleo en la universidad (mi contratante aquí) y en la oficina de inmigración (nuevo certificado de elegibilidad, visado de trabajo, cambio de estatus y nueva tarjeta de residente), conseguí el visado de trabajo con mi nueva tarjeta que tuve además que registrar en la oficina del distrito donde resido.

Una pesadilla de papeleo para comenzar el año pero creo que puede resultar interesante para alguien que se vea en la misma situación. Lo bueno que trajo todo esto es que no me entró demasiada morriña como suele ser habitual cuando vuelvo a marchar tras unas vacaciones en España, ya que tuve suficientes preocupaciones con las que distraerme.


Besos para ellas y abrazos para ellos.