jueves, 30 de julio de 2015

...recibe la mejor visita (I)

Es curiosa la expectación que se ha creado con la visita de mis padres (entre mi familia y amigos, claro). Por supuesto, la mayor parte de este interés es por conocer las aventuras de mi padre puesto que Japón no era desconocido para mi madre. Pero me parece que os voy a decepcionar un poco porque la verdad es que no tuvo ningún problema ni siquiera con la comida. Sorprendentemente no echó demasiado de menos el pan aunque creo que hizo un esfuerzo titánico para que no se le notara mucho, cosa que le agradezco. Al menos le llevé un día pan hecho de harina de arroz para quitarle el mono un poco.

Y ahora que hablo de harina, sí que recuerdo una buena anécdota del primer día aunque yo no estaba presente puesto que ocurrió en la aduana del aeropuerto de Narita y, como no viajero, no podía estar allí. A la entrada a Japón, se hacen controles aleatorios de maletas donde a veces te piden abrirlas. Mis padres iban juntos pero sólo le abrieron la maleta a él y como no supieron entenderse bien cuando le preguntaron por un paquete que llevaba, se lo cogieron y lo pasaron por el escáner, lo abrieron y… le quitaron unos paquetes de jamón que me traían…¡¡aaaaaaaaahhhhhhhh!!!!! Por suerte, el queso pasó y los paquetes que venían en la maleta de mi madre también, así pude tener mi aprovisionamiento de kits-quitapenas. El caso es que en la maleta iban además un par de cajas de galletas caseras hechas por mi madre y también les preguntaron por ellas. El policía de la aduana les enseñó un papel con fotos de cosas como ejemplo y mi padre apuntó rápidamente a un montoncito de “harina” diciendo que era eso lo que llevaban las cajas. Claro que la foto no era de harina de trigo precisamente. Menos mal que el policía entendió la confusión, si no me hubiera sido bastante más complicado sacarles del aeropuerto.

Esa primera noche la pasamos en un hotel del aeropuerto y al día siguiente nos levantamos temprano para comenzar el primer viaje. Yo me cogí unos días de vacaciones y así pudimos ir un poco más lejos para que mi madre conociera sitios en los que no había estado, al igual que yo porque no suelo ir muy lejos de Sendai a no ser en viajes de trabajo. De manera que empezamos yendo bastante al sur, en concreto llegamos a Hiroshima. El viaje fue bastante largo porque tuvimos que coger tres trenes. Primero tuvimos que ir desde Narita a Tokio en tren normal y luego coger dos shinkansen. Mis padres venían con el JR Pass (un pase con el que se pueden coger todos los trenes que se quieran, esencialmente de la compañía JR, durante un periodo concreto y que es la mejor manera para moverse en Japón cuando se viene de turista) y con éste no se puede coger el Nozomi, el tren bala rápido que va hacia el sur, por lo que tuvimos que coger trenes bala normales (lo de normal habría que entrecomillarlo). Con esto, lo que quiero decir es que echamos la mitad del día en el viaje a pesar de utilizar uno de los mejores servicios de trenes bala del mundo.

Hiroshima es por desgracia una de las ciudades japonesas más conocidas en todo el mundo. La mañana del 6 de agosto de 1945, el Enola Gay lanzó la primera bomba atómica sobre población civil en la Historia. Hay quien dice que las dos bombas lanzadas por el ejército estadounidense ayudaron a cerrar rápidamente la 2ª Guerra Mundial haciendo capitular al ejército japonés y que de otra manera se hubiera alargado mucho más con un mayor número de víctimas. Tal vez sea cierto, pero a mí me cuesta mucho aceptar un acto tan atroz y de tal dimensión como algo positivo, ni siquiera como un mal menor. La bomba iba dirigida al puente Aioi, cerca de donde se encuentra la Cúpula de la Paz, claro que en aquel momento no se llamaba así, era el edificio para la Promoción Industrial de la Prefectura de Hiroshima.


La bomba explotó a 600 metros sobre el suelo pero se desvió un poco por los vientos aunque creo que no hizo mucha diferencia. El edificio, declarado patrimonio de la humanidad en 1996, se somete a un arreglo cada aproximadamente 3 años desde 1992 y precisamente nos tocó a nosotros verlo con los andamios puestos.


El puente Aioi, en forma de T para cruzar el río cerca de una bifurcación de manera que conecta las dos orillas y la zona que queda en medio de las dos partes del río, a pesar de ser el objetivo de la bomba, no llegó a colapsar y tras su reparación se pudo utilizar hasta que en 1983 se reconstruyó completamente.


Pasando por el puente y recorriendo la base de la T (la parte de la derecha de la primera foto de la entrada), se llega a un parque bastante guapo donde por ejemplo se encuentra la Campana de la Paz.


El parque se extiende hasta una gran explanada donde está este estanque y una especie de altar donde se hacen ofrendas florales. Supongo que en unos días habrá algún gran acto de conmemoración porque se cumplen 70 años desde el lanzamiento de la bomba y el fin de la guerra.


El viaje empezó a finales de marzo así que era un buen momento para ver los cerezos en flor aunque no siempre tuvimos la suerte de verlos como es debido, pero en este parque había alguno que no estaba mal del todo.


A pesar del pasado trágico de la ciudad y de que el paseo que nos dimos fue relativamente corto, me pareció una ciudad bastante agradable y accesible. Quizás ayudaba que incluso tenía hasta tranvía, cosa que siempre me ha parecido que le da a una ciudad un ambiente diferente, será por el toque nostálgico que da.


Por último, nos dio tiempo a acercarnos a ver el castillo, por supuesto totalmente reconstruido.


A pesar de saber que no es un castillo antiguo, es bonito. Para terminar el día, fuimos a cenar alguna de las excelencias de la zona, en concreto, fuimos a un sitio muy curioso, el Okonomimura o Poblado de Okonomiyaki. Se trata de un montón de restaurantes pequeños juntos en un edificio donde se sirve principalmente Okonomiyaki, un tipo de comida del que ya hablé hace muchos años y que preparé alguna vez en Oviedo, aunque no me queda igual que aquí. En este caso comimos la variedad local, el Hiroshimayaki, que es casi lo mismo que el Okonomiyaki pero lleva yakisoba (fideos largos salteados) en el medio.


Lo bueno de estos restaurantes es que lo hacen justo en frente tuyo y se puede comer directamente de la plancha y así no se enfría. La cerveza se calienta rápidamente así que hay que darse un poco de prisa. Lo mejor de todo fue ver a mis padres peleándose con los palillos pero tengo que decir que se les dio bastante bien desde el principio a pesar de que no era sencillo.

El siguiente paso en el viaje queda para la siguiente entrada.


Besos para ellas y abrazos para ellos.