viernes, 30 de abril de 2010

...se reúne

Es un poco tarde y acabo de colgar la anterior entrada, pero no podía dejar de preparar esta nueva entrada. Y es que mañana me voy a hacer una visita a mi amigo Joan, quien lleva trabajando durante todo este curso como profesor asistente de español en la isla Reunión. Esta isla volcánica, situada al este de Madagascar, en el océano Índico, es un departamento ultramar de Francia.

Si queréis saber algo más de la isla, os recomiendo la lectura del blog que Joan ha estado escribiendo con sus aventuras y desventuras y que podéis seguir aquí. Estoy seguro de que el contenido os gustará y, sobre todo, las impresionantes fotos de sus excursiones, ya que se ha recorrido la isla prácticamente entera. Él sí que se ha sabido mover.

Dentro de poco se cumplirán seis meses desde que llegué a esta isla, así que no se me ocurrió mejor manera de celebrarlo que largándome de aquí unos días a otra isla casi al otro lado del Mundo.

Lo malo es que el viaje ya ha tenido su primer incidente antes de comenzar. Hoy me llamaron de la agencia de viajes diciéndome que Air France había cancelado mi vuelo de París a Reunión y que me tengo que quedar una noche en París. Así que antes de empezar, ya he perdido un día de vacaciones. Habrá que tomárselo con tranquilidad.

¡Joan, prepárate que voy!

Besos y abrazos para todos.

...busca el rumbo

Este fin de semana pasado tenía claro que iba a ir a Londres, para seguir conociéndolo un poco, aunque no sabía bien dónde ir. Mi primera idea era ir a ver algún museo victoriano en Kensington, hasta que hablé con uno de los compañeros de casa y me comentó que él había estado viviendo en Londres, en concreto en Greenwich, y que era un buen sitio para ir cuando hace buen tiempo. Así que me decidí ir allí para aprovechar estas semanas de inusual cielo despejado en esta isla.

Greenwich es uno de los barrios de Londres, pero queda un poco alejado del centro aunque sigue siendo zona 2, por lo que los pases de metro más utilizados tienen validez para llegar allí. Esto para mí no tenía ninguna utilidad, pero lo pongo por si a alguien le da por hacer algo de turismo por esta ciudad. Para llegar allí hay que coger un tren que en ocasiones va elevado, el DLR (Docklands Light Railway). En mi caso, cogí un metro hasta Docklands, una antigua zona portuaria que ahora alberga los edificios más altos de Inglaterra, en concreto, aquí está el Canary Wharf, el más alto de todos, y que debe su nombre al comercio con las islas Canarias. Ahora no voy a poner ninguna foto de este edificio, porque se ve mejor desde lejos que cuando llegas a su lado.

Tras un breve recorrido desde Docklands hasta Greenwich en el DLR, me dirigí en primer lugar a intentar ver el Cutty Sark, el famoso barco que aparece en las botellas del whisky homónimo. Este fue el último tea clipper, barcos rápidos que hacían la ruta comercial a las Indias.

Esto fue todo lo que pude ver del famoso barco. En 2007 sufrió un incendio mientras estaban restaurándolo, supongo que a alguien le pareció que la restauración tenía que ser algo más drástica. Como podéis ver en la imagen, estarán reconstruyéndolo hasta finales de 2011, una pena.

Tras el intento de ver algo de este barco, fui hacia el National Maritime Museum, pasando al lado del Old Royal Naval College, el cual también es obra de Cristopher Wren, de quien ya he hablado en la anterior entrada.

Del National Maritime Museum no tengo apenas fotos, ya que en las exposiciones que merecían la pena no dejaban sacar fotos. Una de las joyas que guardan en este museo es el traje ensangrentado del vice-almirante Horatio Nelson llevaba cuando murió durante la batalla de Trafalgar. Una imagen de este traje se puede ver aquí. En este museo y en la Queen’s House, que es una antigua villa de verano, se exponen multitud de pinturas referentes a la vida en el mar, aunque no precisamente se refieren a la pesca. Muchas de las obras están dedicadas a la exaltación del orgullo patrio, algunas de ellas llevadas, a mi entender, a la exageración. Por ejemplo, existen varias obras dedicadas a la ascensión a los cielos de Nelson tras su muerte. En fin, cosas que tienen los museos militares. De todas maneras, la visita al National Maritime Museum es interesante, sobre todo por la cantidad de maquetas de barcos de todas las épocas que se exponen aquí.

En medio del Greenwich Park, un inmenso parque al que acude una cantidad enorme de gente los fines de semana, sobre una colina, se encuentra el Royal Observatory, construido por quien ya os podéis imaginar.

Este observatorio se construyó con el propósito de encontrar la forma de medir la longitud en el mar, quizá el mayor problema de la navegación marítima hasta la aparición de los sistemas de navegación modernos.

La medida de la latitud era bastante sencilla, utilizando los astrolabios, cuadrantes o sextantes. Sin embargo, la medida de la longitud era bastante complicada en el mar, donde no existen referencias. Para ello, se encontraron dos soluciones. Una de ellas fue la preparación de cartas estelares, para lo cual se utilizaron los telescopios de este observatorio, de manera que se pudiera identificar a qué hora exacta se podían ver las estrellas cuando pasaban por el telescopio debido a la rotación de la Tierra. De manera que, en el medio del mar, se podía identificar la posición de las estrellas y con ellas la longitud gracias a estas cartas. Bueno, la verdad es que esto no sé si lo he explicado muy bien; si hay algún lector que lo sepa explicar mejor, que lo diga.

De esta manera, se estableció el origen de la medida de la longitud en el sitio en el que el primer astrónomo real, John Flamsteed, realizó sus estudios.

La segunda solución fue la medida del tiempo. Si se fuera capaz de llevar un reloj que diera la hora exacta en el meridiano de origen en todo momento, entonces bastaría medir la hora en el punto en el que se está y calcular la longitud a partir de la diferencia horaria. El problema de este sistema tan simple era que los relojes más exactos de la época eran de péndulo, y estos no pueden usarse en un barco que está en continuo movimiento. Así, se estableció un premio para quién pudiera conseguir fabricar un reloj lo suficientemente exacto, que se pudiera llevar en los barcos. Quien finalmente lo consiguió fue John Harrison, un carpintero y relojero autodidacta. Una curiosidad acerca de esto es que existió un comercio de horas, vendiendo la hora del meridiano de Greenwich en distintos puntos del Mundo.

Vaya, menuda chapa acabo de soltar, espero que todavía haya alguien leyendo esto. Voy a poner una imagen de la placa que indica el punto por donde pasa el famoso meridiano.

Me resultó bastante difícil sacar una foto de esto sin que no hubiera alguien posando delante, ya que había una cola muy larga de gente esperando para hacerse la foto, así que tuve que sacar la mía entre modelo y modelo. Lo bueno es ver las poses de la gente ya que hay de todo, hay quien camina con un pie delante de otro por encima de la placa, hay quien intenta separar los dos hemisferios o también la típica pareja besándose en la frontera entre oeste y este.

Desde la colina del Royal Observatory se tienen unas vistas bastante espectaculares de Docklands con la Queen’s House en primer término y justo detrás el Old Royal Naval College.

Si no me equivoco, el Canary Wharf es el edificio con la azotea en forma de pirámide.

Después de toda esta visita cultural, fui hasta un pub que me había recomendado mi compañero de casa. Para llegar a él, tuve que atravesar todo el Greenwich Park, pasando por donde tenían todo preparado para la maratón de Londres, que se corrió al día siguiente de estar yo allí, y tiene su salida en este parque. A juzgar por el tamaño de los recintos de agrupamiento para la salida, la cantidad que gente que debe de correr este maratón es impresionante. Las fotos que saqué no hacen honor al tamaño del sitio, así que no voy a poner ninguna aquí.

Por último, de vuelta al centro de Greenwich, antes de volver a Guildford, fui hasta el Greenwich footway tunnel, que es un túnel peatonal que conecta Greenwich con Docklands por debajo del Támesis. Al parecer, este fue el primer túnel por debajo del agua del Mundo.

La imagen no es gran cosa, pero era para que quedara constancia.

Y así es como intenté encontrar el rumbo, acudiendo al origen de la longitud y de los usos horarios, pero no sé si he tenido éxito en mi empeño. Habrá que continuar vagando a la deriva por este Mundo.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

miércoles, 28 de abril de 2010

...visita Windsor

Parece que me estoy retrasando un poco con las entradas. En fin, tendré que ponerme un poco al día, aunque no me va a costar demasiado, porque no es que haya hecho gran cosa últimamente.

Estas últimas semanas ha estado haciendo muy buen tiempo por estas tierras, así que hace un par de sábados me decidí a visitar algún sitio. Como de momento no tenía ganas de ir muy lejos con el coche, me decidí por ir a visitar el castillo de Windsor.

Windsor es una pequeña población que queda a unos 40 kilómetros al oeste de Londres, lo que es más o menos una hora en coche desde Guildford. De manera que el sábado de hace dos semanas Todoroku y yo nos fuimos allí.

Un comentario sobre los aparcamientos en las ciudades inglesas: es de lo más complicado. Existen muchos tipos de aparcamientos y todos ellos caros, con diferentes tarifas dependiendo del día de la semana. Para muestra, lo que me pasó en Windsor. Iba a dejar el coche en un aparcamiento que me iba a costar más de cinco libras el día, sin embargo, me dio por ir un poco más lejos y me encontré con un aparcamiento que era gratis los fines de semana, el cual estaba a menos de 20 minutos caminando del castillo. De manera que, si a uno no le importa caminar un poco, se pueden encontrar estas cosas. Además, el aparcamiento estaba al lado del Home Park, un parque que rodea el castillo excepto por su parte occidental, desde el cual se puede apreciar esta vista de la fachada noreste.

La entrada al castillo cuesta 16 libras (unos 18.50 €) lo cual no es poco, pero incluye el acceso al interior del castillo, de los apartamentos de estado, la capilla de St George, la visita a la casa de muñecas de la reina Mary, además del uso de una audioguía. De todas maneras, lo que se puede visitar es más bien poco en comparación con el tamaño del sitio. Este castillo es el más antiguo del mundo que está en uso por la realeza, lo que quiere decir que la reina puede disponer de él a su antojo, y si lo quiere cerrar justo el día que quieres ir a verlo, te fastidias.

Al parecer, una de las maneras de saber si la reina está en el castillo es mirando la bandera que ondea en lo alto de la torre redonda, una de las partes más emblemáticas del castillo de Windsor. Si la bandera es la conocida azul, roja y blanca, entonces la reina no está en el castillo; si el pendón es el de la reina, con los leones y demás, entonces puedes entrar en el castillo a tomar el té con su graciosa majestad, si la guardia real te deja pasar.

Como podéis ver en esta foto, no tuve la oportunidad de que la reina me invitara a tomar unas pastas. Por otro lado, en el castillo viven y trabajan más de 200 personas, con lo que hay movimiento continuo de personal por el interior. La verdad es que no me gustaría vivir aquí, teniendo en cuenta la cantidad de visitantes que tiene este castillo.

Dentro del recinto amurallado se encuentra la capilla de St George, que es la sede de la Orden de la Jarretera (Order of the Garter), la orden de caballería más antigua de Inglaterra y una de las órdenes en funcionamiento más antiguas del Mundo.

En el interior de los edificios está prohibido sacar imágenes, así que no puedo enseñaros nada de ellos. Resulta interesante la visita a los apartamentos de estado, ya que en ellos todavía se celebran las recepciones reales y demás historias monárquicas. En el interior de la capilla de St George, destaca el coro, con su sillería labrada y los estandartes, yelmos y espadas de los miembros de la Orden de la Jarretera que están colocados en la parte superior de las sillas. La casa de muñecas perteneció a la reina Mary, esposa de George V, que tenía una gran predilección por las miniaturas. Se trata de una gran casa de muñecas, hecha en los años 20 del siglo XX, con gran detalle y que costó una fortuna debido a su gran detalle y a que intervinieron en su construcción los arquitectos y artistas de la época.

Por el recinto del castillo, uno se puede encontrar a miembros de la guardia real británica haciendo su trabajo. Según la audioguía, es posible que estos soldados hayan estado hasta hace poco de servicio en una misión en alguno de los sitios donde esté sirviendo el ejército británico. Sin embargo, a mí me parecen demasiado jóvenes, con lo que da la impresión que son unos cadetes recién salidos de la academia militar.

Su trabajo, además de dar paseos y gritar para cambiar el arma de hombro, es aguantar a los turistas por lo que no tengo claro si este destino es una bicoca o no.

Supongo que tendrán que elegir a los soldados con más paciencia del ejército. Otra cosa que me llamó la atención de estos soldados no fue el sombrero, si no los zapatos, los cuales tienen un considerable tamaño con una suela bastante grande. Supongo que será para poder mantenerse de pie durante tanto tiempo y no perder el equilibrio.

Después de salir del castillo, me di un paseo por el pueblo, aunque primero me fui al Long Walk, que es un largo paseo (qué original soy) de más de 5 kilómetros, que va a dar a la entrada sur del castillo, la cual pongo a continuación.

Y este es el largo camino que la plebe tiene que hacer para llegar a la realeza.

Lo más señalado del pueblo es el ayuntamiento, el cual fue terminado por Cristopher Wren. De este arquitecto he hablado poco de momento, más que nada porque aún no he puesto apenas entradas de Londres en el blog. Sin embargo, como ya dije en la entrada de Hampton Court, este arquitecto está por todas partes, como un Norman Foster del siglo XVII.

En sí, este edificio no es que sea espectacular, pero como lo terminó Wren, hay que mencionarlo. En realidad, lo que hizo fue añadirle las columnas, las cuales no eran necesarias para sostener el edificio, así que como era así de chulo, las columnas no llegan al techo a propósito.

Dando un paseo por el pueblo, me encontré con este pequeño edificio, el cual no creo que haya sido diseñado por ningún arquitecto famoso, pero probablemente dentro de unos años no le vendrían mal unas cuantas columnas de verdad para que no se caiga.

Después de darme una vuelta por el pueblo, me fui hasta el coche para comer el bocadillo que me había preparado por la mañana. Menos mal que había desayunado bien, porque a las horas que comí, el estómago me estaba empezando a llamar a gritos en medio de la capilla de St George.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

jueves, 15 de abril de 2010

...pasea por Farnham

Este fin de semana estuve bastante vago, creo que aún me duraba el cansancio de la semana que pasé en Oviedo, así que no me moví muy lejos de Guildford.

El sábado, mientras esperaba para ver el partido del Madrid-Barcelona, me di una vuelta por un parque que hay cerca de donde vivo. El parque no es gran cosa, del tipo que se estila por aquí, grandes parques con espacios abiertos donde ir a jugar al fútbol, al rugby o a volar cometas, que creo que les gusta bastante.

El partido lo vi en un pub tomándome unas cervezas. No había mucha gente, ya que los partidos de la Premier suelen terminar más temprano y la gente, a las 9 de la noche un sábado, o está en casa a punto de ir a dormir o está yendo hacia las discotecas. Por mi afinidad madridista, no puedo decir que disfrutara el partido, además, me pareció de lo más aburrido, en el que ninguno de los dos equipos hizo un buen partido. Los que estaban viendo el partido, todos ingleses, eran mayoritariamente seguidores del Barcelona, aunque yo creo que más bien lo eran de Messi.

Al día siguiente me decidí a hacer una pequeña excursión. Le tenía echado el ojo a un castillo que hay en Farnham, una ciudad a unos 30 minutos en coche de Guildford. Había esperado para ir porque había leído que estaba cerrado durante el invierno, hasta abril. Así que allí me fui con el pequeño Todoroku todo dispuesto cuando, al llegar, vi que tenían puesto un cartel donde se advertía que estaba cerrado por obras de rehabilitación hasta junio… al parecer no pudieron hacerlo durante los meses que lo tienen cerrado al público. A falta de mejores fotos, aquí os pongo una de un cartel que había por allí.

En realidad, creo que lo único que se puede visitar es el interior de la parte amurallada, es decir, la parte más antigua del castillo, el cual comenzó a construirse en 1138. Parece ser que fue residencia del obispo de la zona hasta el siglo pasado. Las construcciones más modernas me parece que en su momento pasaron a manos privadas, aunque se pueden reservar salas para conferencias y reuniones varias. También se pueden hacer visitas guiadas, pero sólo los miércoles de 2 a 4 de la tarder y una sola visita los viernes a las 14:30, vamos, que dan muchas facilidades para poder hacerlo.

Como no pude ver el castillo, me dirigí hacia el centro de Farnham, ciudad que no tiene nada especial, pero para que esta entrada abulte un poco más, os pongo una foto de la iglesia de St Andrew, que por fuera no tenía mala pinta, pero por dentro la habían renovado completamente de una forma muy rara.

Y esto es todo por el momento.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

miércoles, 7 de abril de 2010

...vuelve al destierro

Pues sí, no me quedó otro remedio que volver a Inglaterra tras algo más de una semana por tierras astures.

Las vacaciones resultaron ser bastante intensas, de manera que apenas paré y ahora estoy más cansado que cuando marché y con síndrome post-vacacional. De la comida, para qué hablar. Por un lado, en casa me esperaban los bollos de pascua y el arroz con leche de mi madre y las lentejas de mi padre, entre otras muchas cosas. Con los amigos, de cena por ahí y alguna que otra copa. En el pueblo, el bacalao al pilpil de mi tío. Y para rematar, de cena con los primos para reunirnos todos antes de la boda de mi hermano, en una sidrería, con lo que corrió la comida y la sidra que dio gusto. El resultado de todo esto es que debí de engordar unos cuantos kilos, lo cual atestigua mi cinturón, ya que he tenido que mover un par de agujeros la hebilla. Tendré que ponerme de régimen para poder entrar en el traje para la boda de Javier.

Pero todo tiene su fin, así que el lunes me tuve que volver. El viaje no tuvo mucha historia: salí a las 12:30 de casa de mis padres y siete horas más tarde entraba en la casa de Guildford, tras un viaje en coche, avión, dos trenes y dos metros… para que después digan que venir a Inglaterra es un momento.

Por cierto, ya que sé que alguno se lo estará preguntando, mi padre me mandó los kit de supervivencia. El caso es que para ir a Oviedo apenas llevaba casi nada, así que para volver aquí, la maleta parecía una sucursal de Rodera (charcuterías de Oviedo). Si la policía me llega a abrir la maleta en el aeropuerto, seguro que hubieran hecho una fiesta española a mi costa. Habrá que racionarlos bien para que duren una buena temporada.

Ahora lo que me queda es volver a readaptarme al país, lo cual no es tarea fácil. De momento, hoy he vuelto al trabajo y a la salida me he reencontrado con el pequeño Todoroku, quien nunca me falla.

Besos para ellas y abrazos para ellos.