viernes, 30 de noviembre de 2012

…vuelve a sus orígenes

Esta es una entrada corta con nada más que letra (aviso para navegantes) ya que  no me dará tiempo a mucho.

Estos días he estado por Nagano. Algunos seguro que sabéis de qué ciudad se trata, la primera ciudad japonesa en la que estuve allá por el 2007, cuando mi historia con este país comenzó y me dio por empezar a escribir cosas aquí. En estos años he dado bastantes vueltas, algunos dirían que tumbos, otros que apenas me he movido, pero de lo que no tengo duda es de que algunas de las mejores y peores cosas que me han sucedido en los últimos 5 años han estado directa o indirectamente relacionadas con Japón.

Esta semana tuve que venir a Nagano porque se celebraba la reunión del Grupo Japonés del Carbono (炭素, tanso, literalmente, carbón elemental). Es curioso, en cinco años que estuve en temas de materiales de carbono en España, nunca fui a una reunión del grupo español y tampoco fui miembro, sin embargo, en un año en Japón, soy orgulloso miembro del grupo japonés y además he asistido al congreso y dado una charla. No fue gran cosa, pero la verdad es que a mí me hace mucha gracia.

Cuando llegué hace unos días aquí, todo me volvió a la memoria. Esta fue la ciudad en la que tuve mis primeras experiencias en casi todo lo relacionado con este país: la comida, los onsen, los templos, las frikadas, los retretes tecnológicos, los laboratorios, las compras en el supermercado

Lo más curioso es que cuando llegué aquí la primera vez, la estación de Nagano me parecía grande, pero ahora me parece casi de juguete. La ciudad me parecía amplia y ahora me parece hasta pequeña. Claro que hace 5 años apenas había cogido un avión y la ciudad más grande que conocía era Madrid y de pasada. No creo que yo tenga mucho mundo, pero la verdad es que todo cambia mucho según la experiencia que se tenga.

En cualquier caso, esta ciudad siempre tendrá un lugar en mi memoria y, sí, me voy a permitir ponerme un poco sentimental, en mi corazón.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

domingo, 11 de noviembre de 2012

...pasa el tiempo

Quería haber subido esta entrada la semana pasada cuando el aniversario tuvo lugar. Y es que el fin de semana pasado se cumplieron tres años desde que dejé Oviedo y España. Es cierto que he podido estar de vacaciones varias veces por allí pero, como creo que dije en alguna ocasión, cambia mucho la perspectiva cuando uno tiene que comprar un billete de vuelta para volver a marcharse.

Ahora estaba repasando un poco el blog y me parece que nunca he comentado aquí como fui para Inglaterra. La verdad es que fue uno de los peores viajes que he hecho nunca. Cogí el ferry de Santander a Portsmouth. Normalmente le lleva unas 24 horas hacer el viaje pero aquel día el mar estaba muy revuelto así que echó 30. Me pasé todo el rato mareado en el camarote hasta que me llamaron para decirme que le habían dado un golpe al coche en la bodega, nada grave, pero tuve que arreglar algún papel. Luego, como llegamos tan tarde, tuve que andar buscando el número de teléfono de la casa donde iba a alojarme para decirles que no llegaría a tiempo y luego buscar un hotel para pasar la noche en Portsmouth. Vamos, que no fue un gran comienzo.

Han sido tres años de conocer cosas nuevas, viajes y alguna alegría pero también han habido muchas penurias, desencantos y malas pasadas. Lo primero se lleva muy bien, claro, y lo segundo se sobrelleva como mejor se puede. En Inglaterra utilizaba los kit quitapenas de mi padre pero aquí no me los traigo ya que en la frontera me los pueden confiscar y un quita-quitapenas se queda en “penas” nada más, así que me tengo que conformar con el sake y la comida japonesa.

La suerte que he tenido este año y pico que llevo en Japón es que han venido muchos españoles al laboratorio donde trabajo porque el jefe de aquí tiene un proyecto conjunto con unos grupos españoles. Uno de esos grupos es de Alicante y ya se sabe que allí están muy orgullosos de decir que hacen la mejor paella. Si juntamos esto a que aquí es tradicional hacer un pequeño viaje para ver los colores del otoño o kouyou y comer imoni, el chico que está aquí ahora se ofreció a preparar paella también.

El viaje de este año fue a un sitio cerca de un templo en la montaña, el Jogi-Nyorai del que os pongo una foto de su edificio principal a continuación.


Aunque para mí, el entorno de la pagoda era mucho más bonito.


Incluso también diría que uno de los templos secundarios tenía mucho más encanto, pero tengo que decir la verdad por mucho que me duela, y es que yo no pude hacer fotos porque se me olvidó la tarjeta de memoria de la cámara. Llevo siempre una batería de recambio pero no tarjeta, así que tendré que empezar a pensar en llevar una.

El día de esta fiesta lo hicieron coincidir cuando vinieron de visita durante una semana otra gente que está en el mismo proyecto así que pudieron traer muchos ingredientes de España. Por ejemplo, el arroz, ya que, aunque estamos en un país en el que hay arroz en abundancia, el tipo es muy distinto y no muy apropiado para paella. Encontré en una ocasión arroz bomba pero no estoy dispuesto a pagar, al cambio, unos 15 euros por medio kilo. El resultado del experimento fue el siguiente.


Lo de la derecha era arroz negro aunque en la foto no se ve apenas. No estaba nada mal y sobre todo cuando se llevan varios meses sin comer algo español, aunque sea una adaptación con los ingredientes locales.

Lo curioso es que la paella les hace gracia y les gusta pero el arroz negro es un poco más complicado. Aquí el arroz suele ser el blanco sin más o bien el conocido en España como tres delicias, que en realidad son cinco (go moku chahan: cinco cosas arroz frito, aunque es un plato adaptado de china). También hay variaciones, principalmente añadidos, como el arroz blanco con sésamo o castaña. También hay arroz con cosas encima (donburi) y muchas otras variaciones y formas de comer el arroz, como el mochi, una pasta de arroz. También está el sake, que viene a ser una forma de beber el arroz, pero no viene al caso. Sin embargo, una cosa que les choca es cuando les hablo del arroz con leche, les parece raro eso de mezclar el arroz con la leche y encima que sea dulce. Una vez lo hice y, aunque lo comieron y no les pareció mal, al principio no les parecía bien.

Vaya, veo que aún hay muchas cosas de las que hablar porque he mezclado mucho en una sola entrada pero, como vengo diciendo desde hace un tiempo, no puedo escribir tanto como me gustaría, así que es la forma de contar las cosas.

Besos para ellas y abrazos para ellos.