viernes, 29 de julio de 2016

...carbonea (II)

En la anterior entrada hablé de congreso del grupo japonés del carbono. El caso es que mi jefe es el presidente del grupo, así que suele tener bastantes compromisos que atender en esos días. Además, fue el impulsor de una sesión internacional a la que invitan todos los años a algún investigador extranjero. El año pasado mi jefe decidió invitar a una investigadora de la Universidad de Alicante. La relación de mi jefe con las universidades de Alicante y Málaga viene desde bastante atrás, así que yo he tenido la oportunidad de conocer a bastante gente de por allí, lo que me viene muy bien cuando voy por Alicante a ver a mi hermano.

El caso es que mi jefe me pidió que le hiciera un poco de compañía a la chica que invitó, por aquello del idioma y demás. En realidad, yo no podía hacer mucho ya que ella tampoco estuvo mucho por Japón, pero el último día del congreso a mi jefe se le ocurrió que la llevara a ver el castillo de Himeji… mi tercera vez, la segunda el mismo año. Pero es el jefe, no se le puede decir que no. Lo malo es que se le ocurrió mientras comíamos así ya era muy tarde, por lo que tuvimos que ir corriendo a coger el tren, y luego coger un taxi desde la estación de Himeji al castillo, que no está lejos, pero íbamos tan justos que llegamos apenas unos minutos antes de que cerraran las taquillas. La peor parte es que tuvimos que ver el castillo aprisa y corriendo, e incluso una zona estaba ya cerrada, la mejor parte es que apenas había gente por lo que no había que aguantar las aglomeraciones de las horas punta. Del castillo ya hablé cuando vinieron mis padres el año pasado, así que aquí sólo voy a dejar una foto que hice cuando ya salíamos y empezaban a iluminar el castillo. Está hecha con el móvil, así que no es gran cosa.


Al día siguiente fuimos con el segundo de a bordo del laboratorio a visitar el Horyu-ji, el templo de la Ley Floreciente (del budismo). Este templo no es muy conocido por los turistas extranjeros, pero sí es bastante importante en Japón. De hecho, es el primer sitio Patrimonio de la Humanidad de Japón. Al parecer, aquí se encuentran las estructuras hechas en madera más antiguas del Mundo. El primer templo se terminó en el año 607, pero en el año 670 un rayo provocó un incendio que destruyó el complejo y se reconstruyó entre el 670 y el 700, además de distintas grandes reparaciones a lo largo de la historia. La historia del incendio se pone ahora en duda, aunque me imagino que será muy complicado probar algo en uno u otro sentido ya que no quedarán pruebas humeantes. La visita fue bastante rápida porque mis compañeros de viaje tenían que volver a Osaka y yo a Sendai. Aquí van unas pocas de fotos del complejo.





Todavía se podían ver un poco los colores del otoño a pesar de ser diciembre. Al salir del complejo, en el camino de vuelta vimos un anuncio de un sitio donde servían té tradicional japonés, el matcha. Esta es una de las cosas que dicen que uno tiene que probar en Japón, sin embargo a mí no me gusta mucho. El té en sí es muy amargo y además, como se hace en una especie de emulsión, cuando se bebe quedan parte de los polvos que no se disuelven y es una sensación que no me gusta mucho. Sin embargo, en esta ocasión, la señora era muy amable y llevaba toda la vida haciendo la ceremonia del té, tradición que le llegó de su madre y de su abuela, así que aprendimos unas cuantas cosas, incluido el chico japonés. La señora ofrecía, por un módico precio que no recuerdo, la posibilidad de enseñar a hacer la ceremonia. La chica española se lanzó a aprender. El té nos lo sirvió en esta pequeña estancia tradicional anexa a la casa.


Con el interior de tatami.


Una de las cosas curiosas es que al entrar en la habitación, quien sirve el té tiene que dar pasos cortos y nunca puede poner un pie encima de las separaciones entre los tatami. Me pregunto que si quien inventó las reglas de la ceremonia era obsesivo-compulsivo a lo Jack Nicholson en “Mejor…imposible”.


Siento decir que no tengo muchas fotos de la ceremonia, pero seguro que se pueden encontrar vídeos por internet fácilmente. A la hora del preparar el té, hay que batir los polvos de matcha con el batidor de bambú que se ve en la imagen de arriba. Una vez bien mezclado, se ha de ofrecer la taza dándole unas vueltas pero, lo siento, no recuerdo la razón. De esta ocasión no tengo foto del té, pero aquí os pongo una imagen de cuando lo bebí hace algún tiempo.


Como se puede ver, el té queda con una espuma bastante densa. Siempre va acompañado de un dulce. En la anterior foto el dulce ya estaba empezado, cosas de la impaciencia. Aquí va el dulce completo.


Hasta aquel día yo siempre bebía primero el té y luego comía el dulce. Ya se sabe, es mejor pasar el trago más amargo al principio y rápido. Sin embargo, según nuestra instructora, primero hay que comer el dulce y luego beber el té. De esta manera, el té sabe bastante mejor ya que el dulce es bastante dulce, valga la redundancia, así que mata el sabor amargo del té. De todas maneras, yo sigo diciendo que podían añadir un poco de azúcar mientras baten el polvo, pero esto ya me dijeron que es un sacrilegio y me podrían deportar por ello. Quizás exagero un poco, pero sí es cierto que cuando lo digo, aunque sea en plan de broma, siempre me miran con un gesto torcido en la cara.

Al terminar de beber el té, se ha de elevar el tazón a la altura de los ojos y observar el diseño, tanto el dibujo como la forma del mismo, mientras se alaban ambos. Esto me recuerda a la ocasión en la que estuve en el Museo Nacional de Tokio, donde había un tazón para el té al que todo el mundo admiraba y yo no sabía por qué. Visto ahora, casi soy capaz de apreciar lo que ellos ven. Existe una técnica, de la que no recuerdo su nombre, para arreglar viejos tazones rotos, y que pueden aumentar su valor. Eso es algo que me gusta de la forma de pensar tradicional japonesa, mejor arreglar algo que está roto para darle otro valor. Creo que esto se puede aplicar al cuidado de los árboles, que se les venda, se les recogen las ramas o se les ponen apoyos para que puedan seguir viviendo. Aquí la antigüedad tiene un valor añadido, referido a las cosas y a las personas. Sin embargo, esta mentalidad, por supuesto, está cambiando, he visto tirar muchas cosas en el laboratorio que se podrían utilizar fácilmente con un pequeño arreglo, pero esto ya no es el Japón tradicional.

Después de alabar el tazón, la camarera se retira por donde llegó, y nosotros nos fuimos a la estación donde nos despedimos.


Besos para ellas y abrazos para ellos.