jueves, 25 de octubre de 2007

…pasa el fin de semana en Kioto (III)

El domingo volví a levantarme temprano, ya que tenía que aprovechar el día porque el tren hacia Nagoya salía sobre las cinco y media de la tarde y todavía me quedaba mucho por ver. Este día lo dediqué a visitar principalmente la zona oeste de la ciudad.

Cerca del hostal se encontraba otro de los lugares patrimonio mundial de la Unesco, el Hongan-ji, popularmente conocido como Nishi Hongan-ji. Por lo visto, este templo fue fundado en el siglo XIII y originalmente estaba situado en Higashiyama que, como comenté en la anterior entrada, son las montañas al este de Kioto. Se situó en el emplazamiento actual en el año 1591, pero sufrió muchas remodelaciones. Además, parece que hubo muchas intrigas dentro de la escuela budista que albergaba, de manera que se escindió en dos partes. Los disidentes fundaron el Higashi Hongan-ji, unas manzanas al este del primero (Higashi significa este y Nishi, oeste). En estos años hay una parte que está siendo restaurada hasta el 2010, así que no lo pude ver completo. Podría poneros otra foto de un templo, pero creo que ya estoy empezando a aburriros, así que lo dejo de momento.

Tras salir del Hongan-ji, me dirigí caminando hacia el sudoeste de la estación para ir a ver el Too-ji, otro templo patrimonio de la humanidad, que data del año 794 pero, como la mayor parte de los templos, sufrió varios incendios y reconstrucciones. Tuve la suerte de que el 21 de cada mes se celebra el mercado de Kooboo-san. Vendían de todo, desde telas hasta cremas, pasando por comidas de todo tipo, e incluso había unas chicas dando masajes en los pies. Estuve a punto de apuntarme porque mis pobres juanetes se estaban resintiendo de la caminata del día anterior.

En lo que a arte se refiere, dos de las salas del templo (Koodoo y Kondoo) albergan imágenes de buda y otras deidades, que son tesoro nacional de Japón. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue la pagoda.

Se trata de una pagoda de cinco pisos que es el edificio de madera más alto de todo Japón. Se quemó cinco veces, así que la estructura actual data de 1643 y tiene 57 metros de altura.

A continuación fui hasta la estación de tren y cogí un autobús hasta el Nijoo-joo, un castillo, para descansar de tanto templo. Este castillo, también patrimonio de la humanidad, se construyó en 1603 como residencia de Ieyasu, que fue el primer shoogun Tokugawa. Por si alguien no lo sabe, los shoogun fueron gobernadores de Japón durante varios siglos, quitando (o más bien usurpando) el poder a los emperadores.

Dentro del recinto del castillo hay dos palacios, Ninomaru y Honmaru. Tan solo se puede visitar el primero de ellos, pero merece la pena darse un paseo, descalzo por supuesto, por su interior. El recorrido, por pasillos con suelo de ruiseñor (que hacen ruido, para advertir la presencia de enemigos), te permite recrearte con una gran cantidad de biombos pintados. Además tienen expuestos algunos maniquíes representando escenas de la época de los shoogunatos. A pesar de la belleza de las salas de este palacio, yo me quedo con los jardines.

Al salir del recinto de este castillo cogí el autobús hacia el noroeste de la ciudad. Después del descanso de templos, me dirigí hacia mi último repertorio de templos patrimonio de la humanidad. Comencé con el Kankoku-ji. Este templo es quizás uno de los más conocidos de Kioto e incluso de Japón. En la imagen podéis ver por qué se llama Pabellón de Oro.

Al igual que el Ginkaku-ji, este templo fue originalmente una villa de retiro, construida en 1397. Después de sobrevivir a más de cinco siglos de incendios y guerras, en 1950 un monje loco le prendió fuego. El edificio actual se construyó, siguiendo el diseño del original, en 1955.

Relativamente cerca de allí, a unos quince minutos a pie, se encuentra el Ryooan-ji. Concebido como una villa de campo para la clase aristocrática, en 1450 se convirtió en templo, sede de la escuela zen Rinzai. El recinto es realmente grande, ya que incluye parte de las montañas circundantes, con más de 23 subtemplos. Para llegar al templo principal hay que hacer un recorrido por los jardines, en los que hay un lago artificial, con unos nenúfares enormes (eso creo, porque mis conocimientos de botánica no pasan de las margaritas y dientes de león) e incluso una pequeña isla con un templo. Lo más destacado del Ryooan-ji es el jardín zen de estilo karesansui, es decir, paisaje seco. Este jardín está formado por una extensión rectangular de grava blanca en la que descansan 15 rocas en cinco grupos sin ningún árbol, y pretende simbolizar un tigre cruzando un río en la montaña con sus cachorros. No sé, nunca fui bueno para el arte abstracto, así que, juzgar por vosotros mismos.

La imagen no le hace justicia, pero era bastante difícil sacar fotos en el espacio que dejan para observarlo.

A otros quince minutos caminando desde allí se encuentra el Ninna-ji. Tras pasar por una impresionante puerta de entrada budista, bajo la cual se estaba celebrando un concierto de taiko, te encuentras con un gran camino de grava que te lleva hacia los templos y una pagoda de cinco pisos. Sin embargo, para mí, la joya de este templo es un edificio situado a la izquierda de la entrada. El templo empezó a construirse en el periodo Heian (794-1192) y completado en 888. En el siglo XVII se reconstruyó y además se trasladó aquí el vestíbulo principal del palacio imperial. Esta última construcción es un complejo de edificios entre los cuales se accede por medio de pasarelas de madera cubiertas.

Ciertamente una verdadera joya, no sólo por los edificios, sino también por los jardines aledaños. Al menos de esta manera se puede visitar una pequeña parte de los palacios imperiales, aunque sea fuera de sus recintos, ya que, de otro modo, no es posible.

Por último, antes de coger el tren me fui al mercado Nishiki. Esto es una calle cubierta muy animada cerca del centro de la ciudad en la que se vende comida de todo tipo. Disfruté como un enano viendo los puestos de comida e incluso me atreví a coger un pincho de una especie de pasta de pescado.

Como resumen, decir que Kioto es una ciudad impresionante por toda la cultura que se encierra en su interior y también en su exterior, ya que aún me quedó por ver algunos de los lugares patrimonio de la humanidad emplazados en las afueras. No se trata de una ciudad muy grande, apenas 1400000 habitantes, pero la cantidad de templos es ingente. Así que, una estancia de dos días, a pesar de la intensidad con que la viví, apenas sirve para hacerte de una idea de lo que fue esta ciudad dentro de la historia de Japón. Si me permitís una comparación, es como intentar rayar la superficie de un diamante con una piedra de carbón, tan solo puedes mancharla (y esto tiene bastantes dobles significados para mí). Eso sí, el dolor de juanetes después de dos días caminando por terreno duro era tan intenso que no me dejó pegar ojo en el viaje de vuelta a Nagano. Con tanto templo, si algún día me opero, van a ser los huesos más santos que jamás haya quitado el cirujano.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

2 comentarios:

  1. ¿crees que los pedruscos de las Xanas servirán para monumentos en Japón? ¿se puede abriruna vía de negocio?
    Las Xanas viajeras

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  2. Hago los comentarios pero no los veo, nun se como esto tovía
    Desde las Xanas

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