jueves, 11 de octubre de 2007

…pasa el fin de semana en Tokio (III)

El lunes tenía pensado levantarme muy temprano para ir a la lonja Tsukiji, pero los chicos que conocí el día anterior me habían dicho que cerraba el lunes. Claro, como ya os había dicho, era día festivo en Japón. Así que me no me levanté tan pronto como tenía en mente.

De todas maneras, cuando salí del hotel me encontré con que estaba lloviendo a mares. Ya era demasiada suerte tener tres días seguidos de buen tiempo. Así que decidí darme una vuelta en la línea Yurikamome para conocer Odaiba. Esta línea, que sale de la estación de Shimbashi no es ni un tren ni un monorraíl, es una especie de autobús metido en un carril elevado que, además, es automático, es decir, no tiene conductor. De esta manera, te puedes sentar en la parte de adelante para disfrutar del paisaje urbano por el que se mueve este autotrén, por llamarlo de alguna manera (perdonar por la calidad de las imágenes, pero había poca luz y no había manera de parar el tren para poder hacer una foto en condiciones).



La línea sale del centro de Tokio y cruza la bahía de Tokio por el Rainbow Bridge, un puente colgante de 570 metros entre los pilotes, que une la ciudad de Tokio con la isla artificial de Odaiba, por medio de una carretera, una línea de tren y la línea Yurikamome. Este puente aparece en la foto que hice desde la torre de Tokio de noche.



La isla fue inicialmente construida en 1853 para defender la ciudad de posibles ataques marítimos. Actualmente, desde la décadas de los '80 y '90 del siglo pasado, la isla aloja un montón de grandes edificios, centros comerciales y algunos museos. Para dar la nota friki del día, en una ocasión leí que aquí es donde se rodó el mítico programa, repuesto hace poco por cuatro, Humor Amarillo.

Lo que de verdad me gustó de esta isla fueron los edificios, en ocasiones extravagantes, que la pueblan. Y para muestra, un par de botones.




Además, en esta isla también están una réplica de la estatua de la libertad y una noria enorme (que también se ve en la imagen que puse de Tokio de noche). Así que uno puede, en un mismo día darse un paseo por París (Torre de Tokio), San Francisco (Rainbow Bridge), Nueva York (réplica de la Estatua de la Libertad) y Londres (noria Palette Town).

Tras volver de este recorrido cogí el shinkansen de regreso a Nagano, porque la lluvia, lejos de amainar, se volvía más fuerte.

Y hasta aquí el fin de semana en Tokio. Un fin de semana es muy poco para conocer esta ciudad, apenas se puede rallar la superficie. Me faltaron por conocer Ikebukuru, Harajuku, la lonja Tsukiji, Ueno y sus museos… en fin, espero tener oportunidad de visitar todo esto más adelante.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

miércoles, 10 de octubre de 2007

…pasa el fin de semana en Tokio (II)

El domingo por la mañana lo primero que hice fue tomarme una ducha. En estos hoteles, o por lo menos en el que yo estuve, las duchas son comunes, lo malo es que sólo hay dos duchas para todo el hotel. Menos mal que, o la gente no se ducha por las mañanas o ya se habían levantado todos antes que yo, que encontré sitio en una.

Tras esto cogí la línea Yamamote hasta Shibuya. Para salir de la estación lo puedes hacer por la salida Hachikoo. Esta salida da directamente al cruce de Shibuya, uno de los sitios más conocidos de Japón, donde se encuentra, según he leído, el cruce más transitado del mundo (más de un millón de personas al día) rodeado de unas cuantas pantallas gigantes. Este es un tipo de cruce con un paso de peatones en forma de cruz, de manera que hay que frenar todo el tráfico para dejar pasar a los peatones.



Menos mal que yo no llegué a una hora punta. Allí se encuentra la estatua de Hachikoo, dedicada a un perro que se convirtió en leyenda en Tokio, porque iba buscar a su dueño a la estación aún después de 11 años de que éste muriera (el dueño, claro). Ahora es uno de los sitios donde los tokiotas suelen quedar por la facilidad de encontrarlo. Ya veis, en Oviedo tenemos a la gorda (cuya historia no conozco, sólo que también se le conoce como la boterona) para quedar, y aquí tienen a este perro.



A continuación me dirigí a pie hacia el parque Yoyogi. Este es un parque enorme donde, en un domingo soleado como el que tuve la suerte de disfrutar, te puedes encontrar de todo. En un paseo de un rato, porque no tenía más tiempo, me encontré desde grupos de música en la calle (a unos les compré un disco, la verdad es que me parecieron buenos) hasta grupos de teatro ensayando entre los árboles, pasando por unos chavales haciendo acrobacias con unos balones y un señor entrado en años tocando el taiko. Además había un mercadillo donde todos los puestos eran de comida, y muy cerca de allí estaban dando una clase de Tai-chi desde un escenario. En la parte lateral este del parque, a la altura de Harajuku está el Jinguu-bashi. Es una zona en la que los jóvenes tokiotas amantes del cos-play se reúnen para pasar el día. Yo creo que lo hacen para salir en las fotos de los turistas que nos encontrábamos allí, porque realmente había más fotógrafos que chavales disfrazados. De todas formas no deja de ser un espectáculo único en su género. Además de estos chicos, allí también se juntan otros ejemplares como un tío que regalaba abrazos y otro que se pasa el rato bailando delante de una radio las canciones de U2.



Desde aquí me dirigí al santuario Meiji-jinguu, dedicado a la memoria del emperador Meiji y su esposa, que fue el que sacó a Japón de su periodo de aislamiento en el siglo XIX. El santuario se terminó de construir en 1920, pero, como muchas otras cosas en Japón, fue destruido durante los bombardeos de la segunda guerra mundial. Posteriormente se reconstruyó en 1958, exactamente igual al destruido, cosa que no se hizo en todos los casos.



Tras esto volví a coger la línea Yamamote hasta Shinjuku. Esta estación, una de las más transitadas del mundo, está en pleno centro de lo que da a Tokio la imagen que tiene: los grandes edificios. En primer lugar fui al edificio que alberga el gobierno metropolitano de Tokio. Un edificio impresionante que algunos le sacan parecido con un chip electrónico.



Aquí se puede subir hasta los miradores panorámicos de la planta 45 de ambas torres. Este piso queda más o menos a la altura de donde cambia la forma de las torres. El ascenso es gratuito, así que me subí a las dos torres, desde donde se domina la ciudad de Tokio.



Cerca del gobierno de Tokio está el edificio Shinjuku NS, que tiene un patio interior impresionante con una escalera mecánica que hace de puente entre las dos partes del edificio a una altura de 110 metros y además está el reloj, del que dicen que tiene el péndulo más grande del mundo con 29 metros.


Todo esto queda en la parte oeste de Shinjuku. En la parte este se encuentra la zona comercial y hay una plaza al lado de la estación donde había varios espectáculos al aire libre. Tras pasarme un buen rato viendo a un tío haciendo malabares con el diábolo y con dos yo-yos, me fui hacia el hotel para dejar la mochila.

Allí, en el hotel, me encontré con dos españoles que habían pasado la noche como yo, en una cápsula. Eran una pareja de catalanes afincados en Valladolid que estaban dando la vuelta al mundo durante dos meses, empezando por Japón y al día siguiente se iban a Australia. Estos sí que me daban envidia.

Después de charlar un rato con esos chicos me cogí de nuevo la línea Yamamote para ir a la Torre de Tokio. Esta torre no deja de ser un calco de la torre Eiffel, pero no por ello pierde encanto, y sobre todo de noche, como fui yo.



Se puede subir hasta el observatorio principal que se encuentra a una altura de 150 metros, pagando unos 820 yenes, que más o menos queda a la altura de donde pone Tokyo en la imagen. Desde allí se tienen unas vistas preciosas de la ciudad iluminada de noche que, según mi parecer, es cuando más guapas están las ciudades.



Ya sé que la foto no es ninguna maravilla, pero la cámara es compacta y el trípode que llevaba es uno de esos pequeños, que viene bien, pero no se pueden hacer milagros. Desde este primer mirador se puede subir a la plataforma especial de observación, 50 metros más arriba, pero cuando llegué yo ya estaba cerrada, así que me quedé con las ganas, otra vez será.

Como había una cola tremenda para bajar del observatorio, decidí hacerlo a pie. A pesar de estar hecho polvo, lo preferí a tener que esperar durante una hora de pie sin poder hacer nada. Así que me baje los 600 escalones que, muy amablemente (típico japonés), están indicados en cada tramo de escalera.

Cuando llegué abajo fui a coger el metro, que no queda cerca de la torre, cosa que me sorprendió, me refiero a que no estuviera bien comunicada. El caso es que me fui a Roppongi. Este es el barrio de movida por excelencia de Tokio, en el que se encuentran la mayor parte de los extranjeros residentes en esta ciudad para bailar durante toda la noche. O por lo menos eso es lo que pone la guía, porque no lo he comprobado. De todas maneras, me di un paseo por la calle principal y en menos de 15 minutos se me acercaron 10 tíos, ninguno japonés, para ofrecerme entrar en algún club, la mayor parte, por no decir todos, de striptease. Un negro enorme me cogió por banda y no me soltaba, para intentar meterme en un club de bottomless. En fin, eran prácticamente las 11 de la noche y llevaba más de 12 horas caminando por Tokio, así que me cogí el metro para volver al hotel y descansar, porque todavía me quedaba el lunes.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

martes, 9 de octubre de 2007

…pasa el fin de semana en Tokio (I)

Antes de contar lo que hice el fin de semana, decir que tampoco llegué tan mal a la habitación el viernes. Por los comentarios de la entrada anterior, cualquiera diría que soy un borrachuzo de cuidado, que esto no se sabe quién lo lee y menuda imagen se llevaría la gente de mí. De hecho, fui capaz de mantener una conversación coherente en inglés con mi jefe mientras nos tomábamos un café de máquina, así que no estaba tan perjudicado. Dicho esto paso a contaros un poco mi fin de semana en Tokio.

El sábado, después de luchar contra los últimos estragos de la resaca de la noche anterior, cogí el shinkansen para irme a Tokio. Este no era el plan original que tenía en mente. En principio me iba a ir con la secretaria del laboratorio, el marido y su hijo, al ryokan (hostal estilo japonés) que tiene su hermano cerca de uno de los parques más conocidos de la zona. Pero el lunes me dijo que no podía ser hasta finales de mes, por lo que tuve que cambiar los planes sobre la marcha. El problema es que este lunes era fiesta nacional en Japón, así que estaban casi todos los alojamientos ocupados en todas las zonas que miré, a excepción de Tokio. Yo no quería ir hasta más adelante, porque estaba bastante asustado pensando en cómo me las iba a arreglar yo, un pobre asturiano pueblerín en una ciudad tan grande, pero no me quedaba otra, no me iba a quedar en Nagano el fin de semana entero.

Retomando el hilo del asunto, me preparé la mochila con un par de mudas dos camisetas, mi inseparable guía Lonely Planet y, armado con mi cámara, cogí el shinkasen para Tokio sobre las 9:45 de la mañana del sábado. Al llegar, me apeé en la estación de Tokio y de ahí cogí mi primer metro tokiota para ir al barrio de Asakusa.

Haciendo un pequeño aparte sobre el metro y ferrocarriles de Tokio, decir que es bastante fácil orientarse por toda la red. Las indicaciones de las líneas y andenes (que son muchos en todas las estaciones) están en inglés y roomaji. Teniendo un buen mapa y sabiendo dónde quieres ir, es sencillo. Y, una vez que te acostumbras a las máquinas expendedoras de tickets, no hay problema para sacar los billetes. Lo más fácil si no vas a coger demasiados metros es coger el billete de tarifa mínima (160 ¥ para el metro y 130 ¥ para las líneas de JR) y luego ajustarlo a la salida.

Una vez en Asakusa, me dirigí a Sensoo-ji, el templo budista más antiguo de Tokio, aunque fue parcialmente destruido durante los bombardeos de la segunda guerra mundial, se reconstruyó convirtiéndose en un símbolo del renacimiento de la nación. El camino hacia el templo está flanqueado por un montón de pequeños puestos en los que se venden desde comida hasta juguetes para críos.



Después de esto me fui hacia el barrio de Ginza, pasando por el gran teatro Kabuki-za. Aquí me di un paseo por su calle principal, que los sábados y domingos se corta al tráfico. Este barrio es una de las zonas más comerciales del mundo, en el que hay tiendas de todo tipo y de 10 pisos la más pequeña. Así, en un simple paseo de media hora puedes ver tiendas dedicadas a vender accesorios de Louis Vuitton, diamantes de Tiffany o una tienda enorme de Apple con los últimos modelos de ipod. Muchas mujeres y hombre que conozco se volverían locos en estas calles.


Desde aquí se puede ir a pie hasta la zona del Palacio Imperial. El palacio está cerrado al público, así como la mayor parte de los jardines. Pero se puede pasear por la explanada y los jardines exterior y este. Me dirigí directamente al jardín este, porque cerraba a las cuatro de la tarde y ya me habían dado las tres. Se trata de un parque enorme él solo, en el que puedes perderte y refugiarte del bullicio de la gran ciudad, a pesar de la cantidad de turistas que estábamos por allí.



Al salir del jardín fui hacia la explanada exterior del Palacio, la cual es una zona enorme, totalmente llana delante de la entrada principal del Palacio. La siguiente foto está tomada desde el Nijuu-bashi.


Tras esto me fui paseando, aunque el paseo es relativamente largo, hasta la estación de Tokio donde cogí la línea famosa línea Yamamote de JR. Es una línea que circunvala el centro de Tokio, pasando por los barrios más significativos o por lo menos los más conocidos. Me fui hasta el barrio de Akihabara, que era donde tenía el hotel.

Akihabara es una amalgama de luces de neón y tiendas de electrónica de todo tipo. Algunas son sofocantes, con todos los estantes llenos de cosas que, en la mayor parte de las ocasiones, no sabes qué son. No me extraña que Ridley Scott o George Lucas se hayan basado en calles de barrios como este para sus películas Blade Runner y Star Wars. Con autopistas de varios niveles y luces de neón, resultan ideales para dejar volar la imaginación hacia el futuro.



A estas horas estaba ya bastante cansado, así que me fui al hotel para descansar para el día siguiente, que iba a ser más duro todavía.

Y la sorpresa friki del día la dejo para el final, como todo lo bueno. Como ya os dije, tuve que cambiar los planes sobre la marcha el lunes pasado, y como este lunes era fiesta en Japón, pues no había nada, o por lo menos no había nada que yo encontrara por internet. Así que lo único que encontré para dormir, dentro de un rango tolerable de precios, fue esto:



Por si no lo veis bien, este es el enlace a la página web del hotel en cuestión. Así es, me metí en uno de esos famosos hoteles que sólo se pueden dar en un sitio como Japón, un hotel cápsula. No es tan agobiante como pueda parecer. Aquí os presento los dos metros cúbicos en los que pasé mis dos noches en Tokio.


Tiene de todo: radio, despertador, aire acondicionado y televisión, donde, por cierto, estuve viendo (el domingo por la noche, en diferido) el gran premio de China. No es que me guste mucho la fórmula uno, pero podéis imaginarme levantando los brazos en un espacio de un metro y mordiéndome la lengua a las doce de la noche para no gritar a los cuatro vientos (o mejor, a las cuatro paredes) el abandono de Hamilton.

A fin de cuentas dormir en un sitio como éste es como dormir en un albergue con literas, pero con un poco más de intimidad. Lo peor de este hotel es que hay que abandonarlo de 10 a 17 horas, porque usan las cabinas durante el día. Así que tuve que pasarme los dos días con la mochila a cuestas por todo Tokio; hoy tengo los hombros hechos polvo. La almohada tampoco era muy cómoda, estaba hecha a base de una especie de cuentas de plástico como si fueran de collar.

En resumen, un día paseando por las calles de Tokio y descansando en un típico hotel tokiota.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

lunes, 8 de octubre de 2007

…se va de sakazuki

Antes de hablaros de lo que hice este fin de semana, os quiero contar cómo fui de cena con el jefe y los compañeros del grupo de baterías y súper-condensadores.

El jueves pasado mi jefe me dijo que iban a ir de cena los del grupo y me preguntó si quería ir… menuda pregunta, ya me conocéis, tratándose de comida, que cuenten conmigo.

Nos sentamos al estilo japonés alrededor de una mesa enorme. Era uno de esos restaurantes típicos japoneses en los que te tienes que cocinar tu mismo la comida. Encima de la mesa había dos hornillos con potas encima y agua calentando. Lo que hay que hacer es echar en ellas la comida, básicamente verduras, pasta y algo de carne, y esperar a que se cuezan.



Además de la comida, teníamos barra libre de cerveza (como en la drinking party del primer día). El caso es que me enseñaron lo que significa sakazuki que, cuando lo busqué en el diccionario, encontré que la traducción literal es copita para sake, pero en la práctica adquiere un significado bastante diferente. Se trata de que, entre dos o más personas, una le sirve a la otra una copa (en este caso de cerveza) y luego, a la voz de kampai, hay que beber toda la copa de un trago. Hay que tener en cuenta algunas reglas de buena educación, como que no te puedes servir a ti mismo y hay que sostener el vaso con las dos manos cuando te sirven. El caso es que empezaron a hacer eso unos cuantos con el jefe.



Cuando él terminó, les dijo que hicieran lo mismo conmigo. Así que me bebí al menos seis vasos de cerveza seguidos y, como para el último ya no quedaba cerveza en ninguna de las jarras, a mi me echaron un licor coreano (preparado del destilado de patata y arroz). Casi nada…

A continuación, como es lo normal por estos lares después de cenar y beber, nos fuimos a un karaoke. Sí, al final me llevaron a un karaoke. Los karaokes tienen unas cabinas para grupos en las que hay unas mesas, unos sillones y todo lo necesario para cantar.



Además, se puede pedir todo tipo de consumiciones por un telefonillo y lo llevan a la habitación. A mí me pidieron whisky. Por supuesto, yo no quería cantar, pero al final, el jefe me eligió una canción: Yesterday. Así que ahí me tenéis a mí, con la vejiga repleta de cerveza, dos whiskys y el chorro de voz que me caracteriza, destrozando esa hermosa canción. Creo que Paul McCartney me está buscando para pedirme derechos de autor.

Al final llegué a la habitación sobre la una y media. El problema es que al día siguiente tenía que coger el tren para ir a Tokio, destino de mi fin de semana, pero eso es otra historia.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

miércoles, 3 de octubre de 2007

…se entiende con la gente en Japón

Como os podéis imaginar, uno de los mayores problemas de la estancia en Japón, es la comunicación. En primer lugar, decir que lo que voy a comentar no es una crítica, son hechos. En realidad, el que se tendría que adaptar soy yo intentando hablar japonés. Esto lo intento, pero es bastante difícil, sobre todo porque mis compañeros hablan en japonés informal, el cual es bastante diferente al formal, que fue sobre el que se basaron las clases de japonés a las que fui antes de venir aquí. Dicho esto, paso a contaros algunos problemas a la hora de hablar con la gente.

En principio, al venir a trabajar a una universidad, uno podría decir que todo el mundo hablaría inglés y sin problema. Bueno sí, el problema era mi inglés con acento asturiano. Pero la realidad es muy diferente. La verdad es que la gente anda con un nivel bastante pobre en inglés, por lo menos en el de conversación. Y por si eso fuera poco, tienen el problema de la pronunciación. En japonés, no existen las terminaciones de sílabas en consonante, a excepción de la 'n' y, a la hora de pronunciar, que no de escribir, la 's' al final de palabra. De esta manera, adaptan el inglés a su forma de pronunciarlo, bueno esto como todos, pero metiendo muchas vocales al terminar las sílabas.

Una confusión relativamente conocida es la de la 'l'. Digo relativamente porque, muchas veces, cuando se parodia a los japoneses, se les pone pronunciando con la 'l', lo cual es falso. Eso lo hacen los chinos, en Japón es al revés, pronuncian la 'l' como una 'r' suave. Añadiendo a esto que no tienen el sonido de 'r' fuerte, la confusión es mayor todavía.

Otra complicación es la de los sonidos dakuon (sonidos impuros) y handakuon (medio impuros). Esto es que para ellos los sonidos 'ka' y 'ga' (y así con el resto de vocales que, por suerte son las mismas que en español) son muy parecidos y pueden llegar a confundirlos, además de estos están los grupos de parejas 'sa' y 'za' (pronunciado como en inglés), 'ta' y 'da', y para terminar de rizar el rizo, la terna 'ha' (pronunciado como en inglés), 'ba' y 'pa' (y estos últimos a veces con la 'f').

Vaya, esto parece un trabalenguas. Para intentar aclararlo un poco os cuento un par de anécdotas que me pasaron.

Uno de los primeros días fui con mi jefe a comer sushi. Cuando íbamos en el coche me puso algo de música japonesa. Entonces me dijo que había estado en el 2003 para la Carbon Conference en Oviedo, y que se había comprado un disco de Bito. Yo al principio no caía, hasta que me di cuenta del tema de las confusiones. Así que, cuando llegamos al despacho le puse un poco de música de Fito y los Fitipaldis, y me dijo que creía que era eso. Tengo que decir que, aunque el nivel de inglés de mi jefe es bastante superior al mío, al ser él coreano, pero viviendo desde hace diez años en Japón, el galimatías que tengo montado es curioso.

La otra anécdota se refiere a una nota que me dejó un compañero en uno de los aparatos que uso: "Please, take niron grove in grove box" menos mal que estaba encima de la glove box (cámara de guantes, de la que ya hablé en otra entrada) y se necesitaban guantes de nylon dentro, que si no ya me contaréis.

Bueno, ya sabéis un poco más sobre el idioma japonés.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

martes, 2 de octubre de 2007

…pasa su tercer fin de semana en Japón (II)

El domingo amaneció lloviendo, así que me quedé un rato más en la cama. Al final, como la lluvia no tenía trazas de parar, me fui hasta la estación para coger un tren a un pueblo cercano a Nagano: Obuse. Tenía dos razones para acercarme hasta allí, en primer lugar porque no tenía ganas de quedarme en casa y en segundo lugar porque la guía de Japón que uso dice que hay unos cuantos museos interesantes. Lo peor de todo fue la persistente lluvia que me acompañó durante todo el día. Y yo sin paraguas, con dos narices… (no lo compré porque llegaba tarde al tren).

El pueblo de Obuse no es gran cosa, pero según parece, es un pueblo importante en la historia del arte japonés. Aquí vivió durante los últimos años de su vida Hokusai, artista de ukiyo-e, arte de grabado sobre madera. Seguro que muchos os dais cuenta de la famosa obra La gran ola de Kanagawa, al menos de vista, pues es un grabado de este artista. El museo Hokusai-kan expone varios de sus grabados, así como un vídeo sobre su vida artística, o al menos eso creo, porque me pasé 15 minutos viendo el vídeo en japonés, así que me enteré de muy poco, eso sí, por lo menos la música era guapa y me secó la ropa. Después de este museo me dirigí al museo Takai Koozan Kinenkan. En él se exponen unos grabados del que fuera mecenas de Hokusai, Takai Koozan. Los grabados no son tan espléndidos como los del anterior, pero el museo está en una casa tradicional japonesa, por lo que disfruté paseando por su jardín interior (a pesar de la lluvia)



y el interior de suelo de tatami.



Por último fui al Obuse museum Nakajima Chinami Gallery, el cual es una especie de homenaje al artista Nakajima Chinami, artista local, pero con proyección nacional e internacional, por lo que pude entender.

Tras esto, me volví directamente para Nagano, aunque me hubiera gustado seguir con la visita a otros museos, pero la lluvia, lejos de amainar cada vez iba a más.

Y hasta aquí mi tercer fin de semana en Japón.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

lunes, 1 de octubre de 2007

…pasa su tercer fin de semana en Japón (I)

Este pasado fin de semana he decidido quedarme en Nagano para visitar los alrededores. No me iba a pasar dos meses aquí y no conocer algo de la zona. De esta manera decidí ir el sábado a un parque al noroeste de la ciudad: Togakushi. En este parque, además de haber zonas de esquí (os recuerdo que Nagano fue sede de los juegos olímpicos de invierno de 1998), lo más importante es el templo de Togakushi, formado por tres santuarios sintoístas separados unos kilómetros.

Me levanté temprano para poder coger pronto el autobús que me llevó al parque. Por si a alguien le interesa, a los autobuses de línea en Japón hay que entrar por atrás, te dan un ticket con el número de parada y luego tienes que pagar la tarifa, que se va marcando en un panel a medida que pasan las paradas, al salir por la parte delantera del autobús. Como curiosidad, aunque no sé si se trata de algo general en Japón, los dos autobuses que cogí indican, por medio de letreros luminosos, cuándo el conductor está frenando y cuándo pone los intermitentes. Camino del parque pasamos por una pequeña muestra de los extraños puentes que tienen por aquí, es decir un loop bridge. Esto es una especie de puente en forma de rizo que sirve para coger altura. Os pondría alguna foto de las que intenté sacar desde el autobús, pero no me salieron muy bien, no obstante aquí podéis ver una foto de uno de esos puentes, aunque el que yo pasé no es tan espectacular.

Al llegar al final de trayecto, antes de comenzar a caminar en busca de los tres santuarios, me fui al Minzokukan, un museo Ninja. En él se exponen fotografías de lo que fue una escuela ninja así como armas y demás instrumentos utilizados por ellos. Además, existe una casa preparada para el entrenamiento ninja de los turistas, llena de pasillos con trampas, puertas falsas e incluso una habitación inclinada, por la que, os aseguro, es muy difícil caminar descalzo (hay que dejar el calzado en la entrada de la casa) sobre un suelo de tatami. Al salir ya me sentía como un verdadero ninja, comprobarlo por vosotros mismos (a los del gimnasio, creo que me voy a cambiar, dejo el Karate).



Después de mi entrenamiento me sentí con fuerzas para afrontar la caminata hacia los santuarios. El primero en mi recorrido era el de Okusha, al que hay que acercarse por un camino flanqueado por unos cedros enormes.



Este primer templo, a pesar de ser el que tenía el entorno más guapo, es sin embargo, según mi opinión, el menos bonito de ellos. A continuación, me dirigí hacia el santuario de Chuusha por unos senderos metidos entre bosques que pasan al lado de un par de embalses. En este santuario hay un cedro que se supone que tiene alrededor de 800 años.



Por último, me dirigí al tercer santuario, el de Hookoosha. Después de un día de caminata, cuando llegué a la base del santuario y vi esto



se me cayó el alma a los pies solo de pensar en subir todas esas escaleras. Pero me dije que 'para una vez que estoy aquí…' así que allá me fui. Pero realmente mereció la pena encontrarse con un templo de madera, con todas sus paredes talladas con distintos motivos, en un entorno precioso.


Después de esto me volví en el autobús a Nagano, para buscarme un sitio donde cenar y marchar para la cama, que estaba bastante cansado.


Besos para ellas y abrazos para ellos.