miércoles, 13 de agosto de 2008

...pasa un sábado en Nara

A pesar de no ser una ciudad tan conocida como su hermana mayor (en tamaño), Nara tiene mucha importancia en la historia de Japón, ya que fue la primera capital permanente del país. Lo de permanente es un decir, ya que tan sólo fue capital durante 75 años, desde el 710. A pesar de esto es una ciudad con ocho lugares declarados patrimonio mundial por la UNESCO. Durante el periodo Nara se asimilaron muchas de las influencias Chinas fundamentales en el desarrollo de la cultura japonesa, así como la implantación del budismo como religión oficial, la cual convive desde entonces con el sintoísmo.

Bien, después de esta introducción cultureta, voy a pasar a contaros algo no tan interesante, pero al menos tendrá fotos. El sábado me levanté temprano para coger el tren de Kioto a Nara. Una vez allí, me dirigí hacia la zona de Nara-kooen que, según la guía es donde se encuentra lo más interesante, ya que par el resto hay que ir hacia las afueras y en un viaje de un día no era posible.

El Nara-kooen es, como su propio nombre indica, un parque (kooen) muy grande. En él viven más de mil ciervos “salvajes”, considerados antiguamente mensajeros de los dioses sintoístas y actualmente son un tesoro nacional. Caminan a su aire acercándose a los turistas para buscar algo de comida. Y por supuesto, siempre hay un negocio lucrativo para todo, así que, si se quiere, se pueden comprar galletas especiales para ciervos por 150 yenes.

Me dirigí directamente a la atracción principal del parque, el Todai-ji. Construido en el 752, sufrió quemas importantes durante varias guerras. Esto mermó su tamaño, sin embargo, la sala principal de este templo es el edificio de madera más grande del mundo, aunque se calcula que ahora es un tercio menos de lo que fue.

En su interior se encuentra el Daibutsu, o Gran Buda. Es una enorme estatua de Buda, fabricada en bronce y oro que, con sus 16 metros de altura, se encuentra entre las estatuas de Buda más grandes del mundo.

Después de visitar este templo, caminé hacia la sala Nigatsu-doo, a la que hay que llegar subiendo una pequeña colina, lo que significa sudar la gota gorda con el calor que hacía, pero esto fue la tónica general de todo el fin de semana (y de toda la estancia). Aprovecho para comentar que si alguien está interesado en venir a conocer este país, según mi experiencia es muchísimo mejor hacerlo en otoño. Voy a conocer Japón desde julio a noviembre, y el mejor mes fue octubre, aunque dicen que la primavera es todavía mejor época para venir aquí. Además, en verano hay mucho turismo, sobre todo occidental. Ahora que el euro está tan fuerte, resulta relativamente barato viajar a Japón. Así que me encontré una enorme cantidad de españoles durante todo el fin de semana.

A lo que iba, aquí os pongo una foto de la sala Nigatsu-doo.

Lo mejor de esta sala son las vistas de Nara desde su balcón. El estilo me recuerda a una de las salas de Kiyumizu-dera, en Kioto, por la estructura de madera que sostiene a la sala, aunque en este caso no resulta tan espectacular.

Continué mi paseo por el parque entre árboles, ciervos y pequeños riachuelos hasta el santuario Kasuga Taisha, otro lugar declarado patrimonio mundial. Tanto el acceso como el propio santuario está inundado de faroles de piedra y también de metal.

A continuación comencé el camino de vuelta a la estación, pero antes de coger el tren de vuelta, me paré en el santuario Kofuku-ji. El recinto es bastante grande, dejando entrever que en otra época allí tuvo que haber una gran cantidad de edificios, pero como le suele suceder a los santuarios en Japón, el fuego hizo estragos. Sin embargo, todavía se pueden ver varios edificios entre los cuales se encuentra la segunda pagoda más alta de Japón (la primera la vi el año pasado en el Too-ji).

De vuelta a Kioto paré en una ciudad que queda de camino, Uji. Allí se encuentra el Bioodoo-in, un templo también declarado patrimonio mundial, y que además sale en las monedas de 10 yenes. El problema es que se me hizo tarde y ya estaba cerrado cuando llegué, así que sólo pude entreverlo desde fuera.

Sé que la foto no es gran cosa, pero su valor no se ha de medir teniendo en cuenta la iluminación, enfoque y demás, si no en sangre, sudor y lágrimas, y estoy hablando literalmente. La sangre me la chupó un mosquito que no pude matar a tiempo y aún hoy me pica el mordisco que me dio el bicho que parecía un avión. Y es que el templo está al lado de un río, así que con la humedad y el calor ya os podéis imaginar. Del sudor ya hablé antes y de las lágrimas voy a hablar ahora.

Cogí de nuevo el tren en dirección a Kioto. El viaje transcurría sin problemas hasta que nos paramos en una estación. Por la megafonía empezaron a soltar unas cuantas parrafadas, naturalmente en japonés. Cuando ya habían pasado cinco minutos, abrieron las puertas y buena parte de la gente empezó a bajarse. Los turistas occidentales empezamos a mirarnos entre nosotros, con evidentes caras de preocupación. Al final, una chica japonesa, que hablaba algo de inglés, dijo que hubo un accidente en la línea y que no sabían cuánto tiempo iba a estar parado el tren. Nos dijeron que se podía ir por otra línea de tren perteneciente a otra compañía, sin gasto adicional. El problema fue que, desde el punto que nos encontrábamos, no había un tren directo y en esa línea apenas había explicaciones en inglés. Por suerte encontramos un señor que hablaba inglés y que iba hacia la estación de Kioto, así que nos hizo de guía. Menos mal, porque tuvimos que coger tres trenes antes de llegar. Así que ya veis, un poco más y me caen las lágrimas. Espero que sepáis apreciar el valor de la foto anterior.

Cuando llegué a Kioto era bastante tarde, así que me fui a dar un paseo por Gion (famoso por sus geishas). Allí entre en un pequeño restaurante en el que sólo ponían okonomiyaki y de un solo tipo, pero lo mejor fueron mis compañeras de mesa.

Eran un poco calladas, así que no conseguí ligar con ellas.

Volví al hostal dando de nuevo un paseo nocturno. Como había estado sin comer desde las 12 del mediodía, la verdad es que me quedé con hambre después de cenar, así que paré en un puesto ambulante y me cogí lo siguiente.

Esto es takoyaki. Se trata de unas bolas hechas con una masa muy parecida a la del okonomiyaki, pero con pulpo en su interior (tako). Esto es para que los gallegos vean otra forma de preparar el pulpo.

Después de todo un día caminando con el calor que hacía, me encontraba muy cansado, así que me volví al hostal y a dormir, que todavía me quedaba el domingo por delante.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

4 comentarios:

  1. Que putada lo del tren tio, y menos mal que encontrasteis quien os guiara, sino tienes que dormir alli al lado del templo en el rio, hehehe.

    Mola lo de los ciervos, pero tu recomiendas Nara para visitar o se puede prescindir? Y el takoyaki tiene pintaza tio, me ha entrado en hambre solo de verlo.

    En fin, un abrazote desde el calor chipriota :)

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  2. Saludos primo!!!!!!! Tenía que poner algo, toy en la biblioteca con el wifi, es que casi nadie te pone nada oé. Menuda aventura, mira que te pase eso justo en Japón que no hay quien los entiendaaaaa. Lo mejor fue la cena, no sé de qué está hecho lo de fuera, pero tiene una pinta de muerte, se me hinchan las venas sólo de ver la foto (por el colesterol).


    Un beso, y sigue mandándome al working las entradas que hagas

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  3. Anónimo no soy, que soy la prima matada en tierras catalonias

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  4. Para que vean que los mangas también ilustran las mentes además de las páginas, te contaré que ya sabía lo de las galletas para ciervos. Para que se sepa que los otakus también se empapan de cultura, leyendo con atención sus historietas favoritas.
    Hablando de otra cosa, el viaje de los papas a Huesqueta se fué al c... En fin otra vez será.
    Besotes desde la ciudad en fiestas de SAAAN LOOREENNNZOOOOO MI PATROOOON. Menos mal que esta noche es la traca de fin de fiesta.
    Jorge y Sara

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