martes, 16 de octubre de 2007

…pasa un domingo en Nagano

El domingo volví a quedar con los chavales del trabajo. Esta vez fuimos a un festival que había aquí mismo, en Nagano, en la calle que une la estación de trenes con el templo Zenkoo-ji. En estos festivales, en japonés matsuri, se suele pedir por distintas cosas, como evitar desastres naturales o por tener una buena cosecha.




El danzante de la imagen representa a un kirin o león japonés, pero no tengo ni idea de la simbología del baile y tampoco lo sabían los chavales con los que iba. También portan sobre los hombros unos altares de madera o mikoshi.




La verdad es que uno puede comparar esto, salvando las distancias tanto físicas como culturales, con los pasos de semana santa. Al final todos somos humanos y provenimos del mismo origen.

Además de estas costumbres religiosas, en el festival había multitud de eventos culturales, lúdicos y de entretenimiento puro. Algo por lo que tenía curiosidad era ver en directo una actuación de taiko, que son los tambores japoneses, y no me quedé con las ganas.



La música puede parecer monótona, pero a mí me gusta mucho. En una ocasión leí que la música de sonidos graves y rítmicos levanta el ánimo porque se asemeja a los latidos del corazón, y ésta lo consigue.

También estuvimos viendo un espectáculo de un malabarista. El tío hacía maravillas con un paraguas de papel. Girando dicho paraguas, mantenía rodando pelotas y anillos sobre él. Llegados a un punto del espectáculo buscó a un conejillo de indias para que lo ayudara… ya os imagináis a quién cogió… al único gaijin que había por allí cerca.



Después del festival me llevaron a un onsen natural, es decir un balneario, o quizás sea más adecuado llamarlo spa, ahora que está tan de moda en España. En Japón, como todos sabéis, hay mucha actividad volcánica, por lo que existen multitud de onsen naturales. La verdad es que yo tenía mucha curiosidad por ir a un baño japonés, ya fuera natural o no, y por fin tuve la oportunidad. En estos sitios hay que descalzarse a la entrada y luego se pasa al vestuario, donde hay que desnudarse, quedándote nada más que con una pequeña toalla. Después se pasa a una zona de duchas, pero son unas duchas un poco particulares, hay que ducharse sentado delante de un espejo. Una vez limpio ya te puedes meter en el baño. En el onsen que estuvimos había varios baños interiores, pero nosotros salimos al exterior. Allí te puedes quedar relajado durante un buen rato sentado dentro del agua, con el ruido de fondo de una cascada artificial, pero el resultado era el mismo que si fuera natural y, lo mejor de todo, disfrutar las vistas, porque la parte de atrás del onsen daba a una ladera de una montaña poblada por un frondoso bosque en el que se adivinaba el inicio del otoño. Así que allí nos pasamos un buen rato, entre el agua caliente sulfurada, la sauna y el agua helada.

Algo que me llamó la atención es el pudor relativo de los japoneses, y me explico. El vestuario era compartido y además había una mujer dentro limpiándolo y nadie se extrañaba. Sin embargo, cuando caminaban para ir de un baño a otro, llevaban una toalla enana tapándose de una manera un tanto precaria. En fin, un nuevo conocimiento sobre la cultura japonesa.

Siento decir que no tengo fotos del momento onsen, ya sé que alguna lo estaba deseando, pero la humedad ambiental era demasiado alta como para meter la cámara.

Por cierto, para los que creen que estoy engordando con tanta comida, decir que me pesé en la báscula del vestuario y di 79.5 kilogramos. Teniendo en cuenta que en el último reconocimiento médico pesé 86 kilogramos, creo que me está sentando bien la comida de por aquí. De hecho, el otro día tuve que arreglármelas con un punzón, que encontré en el laboratorio, para hacer un agujero más en el cinturón que me traje de España.

Por la noche fuimos a casa de uno de los chavales para cenar nabe, que básicamente es una olla en la que se calienta agua y se echan a cocer verduras, setas, carne, tofu… allí comí por primera vez el nattou, es decir, granos de soja cocidos y fermentados.


Tengo que reconocer que es la primera comida japonesa que no me ha gustado nada. Y no es por la textura viscosa, sino por su sabor. No sé cómo explicarlo, pero dejaba un regusto amargo que no iba conmigo. Dicen que es muy nutritivo y bueno para la circulación sanguínea, pero creo que de momento paso.

Bueno, esto es todo sobre un fin de semana relajado en Nagano.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

7 comentarios:

  1. Muy bien por lo del peso, habrá que hacer un viaje de vez en cuando a Japón pa quedarse con tipo fino, jeje. Por cierto, muy bueno el momento Mary Poppins con la sombrillita esa.

    Un saludo y un besazo

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  2. jajaja...el famoso nattou...jajaja...
    ¿Por que no tratas de comerlo como yo?
    Saludos :)

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  3. Fíjate que no me sorprendió que te sacase el artista a su actuación. ¿Por que será? (je, je, ...)

    Por cierto, ¿en japón siempre tienen momentos para hacer fiestas, o eres tú que las pillas todas?

    Un beso.

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  4. ¡Cómo vas a engordar con tanta actividad, que si spa, malabares y comidas varias! Ásí cualquiera, es que no paras. Que envidia!
    ¿No te sacaron a tocar el tambor?
    Un beso.

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  5. pablo el de gym,
    bueno berto ya solo te falta ir a la fiesta del tatuaje y volver igual de teñido que un yakuza jajaja

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  6. A Nora:

    Ya leí sobre el nattou en tu blog, pero creo que no sería capaz de comerlo ni siquiera con miel. Aunque a todo se acostumbra uno, ya que dicen que es tan bueno para la salud.

    Saludos

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  7. No me puedo creer que haya una comida que no te guste!!! Ja! Ya me meteré yo contigo, JAJAJA(risa malvada).

    :)

    PD: Toy escribiendo tarde, porque ahora los tíos a los que les mangaba Wireless pusieron contraseña, y tuve que buscarme otros que tienen señal más baja, toy conectá a ratos.

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